Sobre el pacto germano-soviético de 1.939. Los entre-actos olvidados.

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Miguel A. Montes

30 Agosto 2007

Tras la IIª Guerra Mundial y dentro de la estrategia de guerra fría desatada por los imperialismos yanqui y británico contra la URSS, se comenzó entre otras cosas, por lanzar una campaña anti-comunista utilizando el pacto de no agresión germano-soviético para señalar con el dedo acusador a la URSS y denigrar el papel que jugó el ejército y gobierno soviético en la derrota militar, política e ideológica del nazi-fascismo y de paso esconder la propia política diplomática que los países democrático-burgueses realizaron durante los años 30, aupando al nazismo a la conquista del mundo y la ofensiva anti-bolchevique.

Sin estar de acuerdo con tales falsificadores de la historia, más cercanos a planteamientos ultrareaccionarios en el método de investigación y exposición para el análisis anti-científico de los acontecimientos históricos, hora es ya de empezar a recuperar la memoria histórica de los acontecimientos y las luchas de clase que acontecieron en el campo diplomático y militar de aquella época, por lo que creo que es conveniente realizar una incursión por aquellas obviedades olvidadas por algunos historiadores, contaminados seguramente de cierto revisionismo histórico, del tinte, esto o aquello no sucedió, al mas puro estilo prehistórico de Nerón: “¡La historia la escribo yo o no se escribe!”. Pero, y sin embargo, sucedió.

La trama: de la Sociedad de Naciones en 1.934 a la invasión de Mongolia 

      La política exterior soviética defendida por Litvinov en la Sociedad de Naciones, desde el ingreso de la URSS en noviembre de 1.934, se basaba en utilización del concepto de seguridad colectiva, política de resistencia activa a los agresores, la cual contemplaba desde su apoyo a los pueblos que son víctimas de la agresión y luchan por su independencia, la actuación colectiva de la URSS junto a las democracias burguesas para frenar al fascismo ante cualquier agresión militar (acuerdo soviético-francés en política exterior, mayo 1.935).

Consecuentemente con su política de paz, la URSS va a proponer la obligatoriedad de las sanciones políticas, económicas y militares que acordara la Sociedad de Naciones contra las potencias agresoras, va a luchar infatigablemente porque la Sociedad de Naciones ayudara sin reservas ni limitaciones a las repúblicas china y española, etc. Entre 1935 y 1939, la URSS, a pesar del cerco imperialista hacia sus fronteras, se manifestó en defensa de las primeras víctimas de los agresores imperialistas: China, Etiopía, España, Austria, Albania y Checoslovaquia.

Los gobiernos de Inglaterra y Francia por el contrario adoptaron el concepto de neutralidad y no intervención. Paralelamente los EE.UU. ayudaban a la creación de la base económica y militar de la Alemania nazi que se rearmaba.

      Producto de la política de no intervención de las democracias burguesas se produjo una tras otra agresión durante el periodo de octubre de 1.935 hasta mayo de 1.939, antes del pacto germano-soviético:

La primera agresión sin respuesta, la ocupación de Etiopía por la Italia fascista (octubre 1.935).

La segunda agresión en marzo de 1936 con la ocupación de la zona desmilitarizada del Rin por las tropas alemanas, violando los tratados de Versalles y Locarno.

La tercera la agresión nazi-fascista en ayuda a la sublevación las clases reaccionarias contra la IIª República española (julio 1.936).

      La cuarta, invasión de China (julio de 1.937) y anexión de Manchuria y la China del norte por el imperialismo japonés. Japón ya en 1914, como señalaba Lenin, había alcanzado un alto grado el desarrollo del capitalismo, comenzó en 1931 a incorporarse en la lucha por el reparto del mundo, introduciendo sus tropas en Manchuria, convirtiéndola en una colonia, cabeza de puente para la agresión a China y la URSS. Las potencias occidentales aprovecharon con su política de pacificación para que Japón aplastara el movimiento revolucionario en China  y se lanzara contra la URSS. El incremento de la ayuda militar de EE.UU. y el suministro de materias primas y maquinaria a Japón se hizo proporcionalmente a la escalada de agresiones contra China y la URSS.

La quinta, la anexión de Austria (marzo 1.938) por la Alemania nazi.

La sexta, el pacto de Munich entre Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia que propició la desmembración y reparto de Checoslovaquia (septiembre de 1.938 y marzo de 1.939) entre la Alemania nazi (anexión de Bohemia-Moravia y Eslovaquia Occidental y Central), la Hungría fascista de Horthy-Szálasi (ocupación de Eslovaquia Oriental y la Transcarpatia ucraniana –Rutenia-) y la Polonia reaccionaria bajo la dictadura de los coroneles 1.935-39 (ocupación del Teshen checo, actual Cesky Tesin), rompiendo el gobierno francés el pacto con la URSS al dejarla sola en defensa de la independencia de Checoslovaquia, mientras Polonia que ambicionaba territorios de la república checa se negó a dejar pasar las tropas soviéticas por su territorio para acudir en apoyo a Checoslovaquia, con quien la URSS tenía un acuerdo de ayuda mutua.

      La séptima, el golpe de estado de Casado-Besteiro-Mera contra la IIª República española apoyado por el gobierno británico (marzo de 1.939).

La octava, la cesión de Memel a la Alemania nazi por el régimen fascista de Lituania (marzo 1.939).

La novena, la ocupación de Albania por la Italia fascista (abril 1.939).

Y la décima, la invasión de Mongolia (aliada de la URSS mediante un pacto de ayuda mútua de marzo de 1.936) por tropas japonesas en mayo de 1.939, expulsadas por el ejército soviético dirigido por Zhukov. Las últimas tropas japonesas se retirarían el 30 de agosto, los combates duraron 3 meses. El resto de potencias europeas no hicieron nada contra el imperialismo japonés.

Ya antes de la invasión japonesa de Mongolia, el 17 de abril de 1.939 la URSS propondría a Francia e Inglaterra un pacto de no agresión y de recíproco apoyo. Pacto en el cual Inglaterra sólo aceptaba la intervención inmediata de la URSS en caso de agresión contra Francia e Inglaterra, pero no aceptaban una actitud similar en caso de agresión contra la URSS o los países bálticos.

 

 El telón de fondo de la no intervención: la rivalidad imperialista y empujar el conflicto hacia la URSS 

      En este cuadro la guerra contra la república española se convirtió en la primera batalla de la IIª guerra mundial, como diría Alvarez del Vayo (ministro de exteriores y guerra del gobierno republicano), ya que Hitler y Mussolini esperaron hasta su final para entrar en Praga y en Tirana. A partir de ahí, Stalin anunciaría que “él no sacaría las castañas del fuego a las potencias occidentales” (Citado por Pierre Vilar en La guerra civil española, ed. Crítica,  pág. 174).

Dolóres Ibárruri denunciaba el intento de las democracias occidentales capituladoras y el fascismo de caracterizar la guerra de España como una guerra contra el comunismo, de ideologías, escondiendo que era una guerra de invasión por medio de la cual los fascismos alemán e italiano “tratan de ganar posiciones favorables al desarrollo de sus planes de guerra de conquista en Europa” (Un mito llamado Pasionaria (Andrés Carabantes y Eusebio Cimorra), pág. 198. Ed. Planeta).

      Estaba claro que el fondo de esta política de no-intervención fue no en combatir la agresión, sino en aislar a la URSS y dirigir la agresión nazi-fascista hacia ella.

Esta política era la misma que ejecutarían con la ayuda de los guardias blancos, los ejércitos francés, alemán e inglés que en 1.918 invadieron la URSS, la política de cordón sanitario hacia la Rusia Soviética promulgado por Clemenceau (presidente francés 1.917-20), mediante Estados dependientes, fascistas:

  • en Lituania tempranamente en 1926 un golpe militar fascista derrocó al primer gobierno de izquierdas;
  • en Estonia se cambia el régimen parlamentario por la dictadura de Konstantin Pats en 1933,
  • en Letonia el Estado liberal es derrocado por el golpe de Estado de Karlis Ulmanis en 1.934 lider de la derecha agraria,
  • en Austria crece el fascismo clerical influenciado por el fascismo italiano que culmina en el golpe de Estado del canciller Dollfuss en 1.933;

Estados semifeudales:

  • la Hungría de Horthy que tras la derrota de los soviets húngaros reinó el país 3 décadas (1.920-44),
  • en Rumanía el rey Carol II dio un golpe de Estado en 1.938 imponiendo una constitución en la que se otorgaba poderes plenipotenciarios,
  • en Bulgaria los militares dieron un golpe de Estado en 1934 aupando la dictadura personal del rey Boris III que rápidamente se alineó con el gobierno de Hitler,
  • en Yugoslavia el rey Alejandro I cierra el parlamento en 1929 y establece un régimen dictactorial, contituado tras su asesinato por los fascistas croatas, por el regente Pablo en 1.934 quien se adhiere al pacto anti-Komitern;

y Estados burgueses contrarrevolucionarios:

  • la Polonia de Pilsudski y los coroneles,
  • Finlandia, Rada ucraniana, etc.).

      Por tanto, el fascismo y la reacción anticomunista reinante de los años 30 no comprendía solo el caso prematuro del fascismo italiano o la ascesión al poder del fascismo nazi en 1.933, ya que bajo diferentes pelajes fascistas la burguesía reaccionaria avanza en Europa desarticulando la democracia burguesa y reforzando el collar de acero alrededor de la URSS, buscando la estrangulación del poder socialista.

Ya en período 1.935-39, en medio de esas guerras de agresión y conquista imperialistas, la carrera por el reparto del mundo entre potencias se combinaba con la solidaridad de clase antisoviética que sobrepasaba las fronteras, los banqueros mas importantes de EE.UU., Inglaterra, Alemania y Japón establecieron lazos incluso en el caso de que sus países entraran en guerra. El rearme de Alemania en los años 30 fue realizado con el aflujo de casi el 80% de los créditos a largo plazo provenientes de EE.UU. Alemania no poseía mas que el 25% de las materias primas estratégicas, cerca del 50% de importaciones de materias primas y material estratégico provenía de EE.UU., Inglaterra y Francia. El principal proveedor de petróleo en los inicios de la guerra en 1.939-40 era EE.UU. El expresidente Hoover apoyaría la renovación del potencial militar-industrial de Alemania y se entrevistó con Hitler en 1.938 saludando los acuerdos de Munich.

      Estas guerras por el reparto imperialista del mundo, que no se producían entre estados imperialistas sino contra pueblos y naciones de la periferia en Europa, Africa y Asia, y que ya afectaban a 500 millones de personas, estaban desarrollando un nuevo reparto territorial del mundo a costa de los estados imperialistas no agresores (EE.UU., Francia y Gran Bretaña) que retrocedian con la esperanza que la guerra contra la URSS liquidara al socialismo sovietico y de paso desgastara a sus competidores.

      A este respecto Stalin diría: “¿Cómo explicar este carácter unilateral y extraño de la nueva guerra imperialista?

      ¿Cómo ha podido ocurrir que los países no agresores que disponen de formidables posibilidades, hayan renunciado tan fácilmente y sin resistencia a sus posiciones y sus compromisos a favor de los agresores?

      ¿No se explicará acaso, por la debilidad de los estados no agresores? ¡Claro está que no!. Los Estados no agresores, democráticos, en conjunto, son indiscutiblemente más fuertes que los estados fascistas, tanto desde el punto de vista económico como en el militar…

      …Se podría explicar esto, por ejemplo, por el miedo a la revolución, que pudiera desencadenarse si los Estados no agresores entrasen en la guerra y ésta adquiriese un carácter mundial” (Informe ante el XVIII Congreso del PC bolchevique de la URSS. 10 de marzo de 1.939. Obras Completas, pág. 117.  Tomo XV Ed.Vosa).

      Stalin anticipaba en 1.939, lo que luego sucedería en 1.946, tras la confrontación militar contra el imperialismo nazi-japonés y la alianza con la URSS. El miedo a la revolución en occidente resucitaría el pacto anti-komitern bajo el paraguas de la guerra fría y la OTAN.

        Con respecto a la política de no intervención, Stalin la veía dentro de la táctica de desgaste de los estados imperialistas no agresores ante el nuevo reparto territorial: “Formalmente se podría caracterizar la política de no intervención del siguiente modo: ´Que cada país se defienda de los agresores como quiera y pueda, a nosotros no nos importa, nosotros vamos a comerciar tanto con los agresores como con las víctimas´. Más en realidad, la política de no-intervención significa connivencia con la agresión, el desencadenamiento de la guerra; por lo tanto convertirla  en guerra mundial. En la política de no intervención se trasluce la aspiración, el deseo de no impedir que los agresores lleven a cabo su obra funesta; no impedir, por ejemplo, que Japón se enrede en una  guerra contra China, y mejor aún, con la URSS; de no impedir, sobre todo, que Alemania se hunda en los asuntos europeos, se enrede en una guerra contra la URSS, hacer que todos los beligerantes se empantanen profundamente en el cieno de la guerra…dejarles que se debiliten y agoten entre sí, para luego, cuando ya estén suficientemente quebrantados, aparecer en liza con fuerzas frescas, intervenir, claro está, ”en interés de la paz” y dictar a los beligerantes ya debilitados las condiciones de la paz”. (Informe ante el XVIII Congreso del PC bolchevique de la URSS. 10 de marzo de 1.939. Obras Completas, pág. 118.  Tomo XV Ed.Vosa).

El pacto anti-Komitern dirigido contra la IIIª Internacional, fue firmado el 25 de noviembre de 1.936 por Japón y Alemania, adhiriéndose el 6 de noviembre de 1.937 Italia, por las potencias imperialistas agresoras. Es decir, al tiempo que Alemania e Italia llevaban un año con sus ejércitos fascistas en España mientras Japón invadía China. En este marco la URSS como primer país socialista en el mundo constituía en el centro de las contradicciones internacionales, el enemigo de todas las potencias imperialistas, por lo que surgía el peligro de que la agresión nazi se desencadenara contra la URSS. Lord Halifax (ministro de exterior del gobierno británico) en noviembre de 1.937 en su entrevista con Hitler consideró a Alemania como el bastión de Occidente contra el bolchevismo. Tras Checoslovaquia se esperaba que Hitler pagara el peaje del pacto de Munich con la invasión de la Ucrania soviética. (Ver Informe ante el XVIII Congreso del PC bolchevique de la URSS. 10 de marzo de 1.939. Obras Completas, pág. 120.  Tomo XV Ed.Vosa).

      En virtud de esta necesidad de política clasista de cordón sanitario y de enfocar la guerra contra la URSS, el imperialismo anglofrancés sacrificaba Etiopía, Austria, Checoslovaquia y Albania. En virtud de esa política de clase sacrificaba la República española ya que de haber triunfado hubiera supuesto un impulso para el frente popular en Francia y la actividad revolucionaria de la clase obrera en Europa.

Sometida la clase obrera en España, Italia, Alemania, los balcanes, Polonia, Finlandia, Austria, Estonia, Letonia y Lituania bajo la dictadura fascista, desarticulada la clase obrera de Inglaterra, Bélgica, Holanda, Suecia, etc., controlados los núcleos dirigentes de la socialdemocracia y el sindicalismo reformista, con un Japón encharcado en el saqueo de China en las fronteras orientales de la URSS, y una Alemania ensanchada con el saqueo de Europa central hacia las fronteras de la URSS, con una Turquía como cabeza de puente de las colonias del imperialismo anglofrancés a poca distancia de los pozos petrolíferos del Caucaso, con una Finlandia y países bálticos a 30 kilómetros de Leningrado, las fantasías imperialistas de Chamberlain, Halifax, Daladier y Blum llegaban a su cénit: ¡lanzar la guerra contra la URSS y de paso desgastar al competidor fascista!. ¿Qué les importaban los españoles, austríacos, abisinios, checos, la democracia y la Sociedad de Naciones?. Una mierda, utilizando una moderada expresión. La burguesía anglofrancesa había sacrificado sus intereses nacionales en una guerra contra la URSS para salvar sus intereses de clase utilizando a Hitler como el “brigada de choque” anti-URSS.

Ante tal situación (amenaza de agresión militar a la URSS, y complicidad de los gobiernos democrático-burgueses con el agresor nazi) la política del partido bolchevique y del gobierno soviético sería la de no caer en las provocaciones que empujaran a la URSS a un conflicto bélico bajo condiciones desfavorables, reforzar la potencia militar del Ejército Rojo y fortalecer la política de paz y amistad de los pueblos entre todos los trabajadores del mundo, manterner a la URSS al margen del conflicto, si fuera posible, y hacer que la URSS en caso de verse implicada en la guerra, interviniera en las mejores condiciones. El pacto de no agresión germano-soviético del 23 de agosto de 1.939 sería explotado para elevar la producción al máximo. Entre 1.938-40, la producción industrial progresó un 13% anual, mientras la producción militar se elevó un 39% cada año (Ver Otra visión de Stalin. Ludo Martens, pág. 153. Ed. EPO).

Este pacto fue producto de la política de apaciguamiento ante el fascismo. La URSS negoció con Inglaterra y Francia que en caso de agresión a Polonia, pactar un convenio militar colectivo para detener la invasión de Polonia. Las negociaciones las rompieron unilateralmente los gobiernos inglés y francés, entregando Polonia de la misma manera que se hizo con Checoslovaquia a su suerte. Tal es así, que cuando el 3 de septiembre de 1939 las tropas de la Werhmacht invadieron Polonia, los gobiernos de Inglaterra y Francia no cumplieron los compromisos de prestar ayuda en caso de agresión, algo inconcedible militarmente, ya que a comienzos de la guerra la paridad de fuerza militar en tierra, mar y aire estaba a favor de Inglaterra y Francia frente a la Alemania fascista, 110 divisiones francesas e inglesas se mantuvieron en el oeste durante toda la campaña inactivas mientras las divisiones alemanas saqueaban Polonia. Lo mismo sucedería en las campañas de de Noruega y Dinamarca (abril 1940), mostrando falta de voluntad de enfrentarse a la ampliación de la agresión fascista. Los círculos gobernantes ingleses y franceses, a pesar de haber declarado la guerra a Alemania, seguían practicando una política de apaciguamiento en plena guerra considerando que la conquista de los países escandinavos desviaría la atención hacia el frente occidental y los acercaría más  a las fronteras de la URSS. Churchill diría: “Tenemos más que ganar que perder con un ataque alemán contra Noruega y Suecia”. (La IIª Guerra Mundial. Mito y realidad. Oleg Arzheshevski. Pág. 87. Ed. Ciencias Sociales. La Habana. 1985).El transcurso de la agresión hacia occidente mostró lo errado de la estrategia de las políticas de apaciguamiento y pasividad hacia el ejército alemán, y los objetivos de dirigir la agresión a la URSS.

Por tanto, la crítica del pacto de no agresión carece del rigor histórico y olvida que éste se produce tras el fracaso de único intento de política internacionalista y de alianzas democráticas, es decir, después de la caída de la IIª República española, ayudada militarmente sólo por la URSS y las brigadas internacionales, abandonada por los gobiernos de Francia e Inglaterra. Olvida también que el pacto se planteaba en los mismos términos que la paz de Brest, se decidía la suerte de la independencia de la URSS y la existencia del socialismo, ya que no se puede olvidar que en agosto de 1939 contra la URSS se colocaba la amenaza de guerra en dos frentes, al oeste con Alemania y al este con Japón, que ya había desencadenado la guerra ya señalada en Kalkhin-Gol en Mongolia en verano de 1939.

He aquí los hechos de la historia, que nadie puede negar, aunque evidentemente secuestrados por sus intereses caducos de clase, algunos la quieran olvidar.

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  2. El Pacto Ribbentrop Molotov

    Rodolfo Bueno.— Como resultado de la Gran Crisis del capitalismo, que comenzó en 1929 y afectó al mundo de la postguerra como ningún otro fenómeno económico, se inició la lucha por el nuevo reparto colonial del mundo. Japón atacó a China, Alemania a Austria y Checosloaquia e Italia a Etiopía.

    A la sazón, se podía dividir al mundo en potencias imperialistas agresoras y potencias imperialistas agredidas, tal como lo analiza Stalin. Las primeras, que nada tenían y lo exigían todo, atacaban a las segundas, que lo poseían todo; para ello, Alemania, Italia y Japón abandonaron la Liga de Naciones, conformaron el bando beligerante del Eje y firmaron el Pacto Anticomintern.

    Las potencias agredidas, pese a que eran económica y militarmente mucho más fuertes que las agresoras, cedían y cedían posiciones. La razón de esta conducta tan extraña era darle aire a la agresión hasta que se transformase en un conflicto mundial. Incitaban a las naciones del Eje a atacar a la URSS con la esperanza de que la guerra agotase mutuamente a ambos bandos. Entonces les ofrecerían sus soluciones y les dictarían sus condiciones. Los países beligerantes, cuyas fortalezas se encontrarían destruidas como consecuencia de un largo batallar entre ellos, no tendrían más opción que aceptarlas. Una forma fácil y barata de conseguir sus fines.

    Los políticos burgueses de las potencias agredidas esperaban que Hitler cumpliese con su promesa de liquidar el comunismo, presionaban a los alemanes para que vayan cada vez más lejos en dirección al Este, le abrían a Hitler la posibilidad de atacar a la Unión Soviética a través de los países del Báltico, para, al mismo tiempo, quedar ellos al margen de un eventual conflicto germano-soviético, y le daban largas al asunto de emprender la creación de un sistema de seguridad colectiva ante la agresión nazi-fascista. Con este propósito comenzaron una campaña calumniosa de descrédito contra el Ejército Rojo, la Fuerza Aérea Soviética y, en general, contra la URSS.

    Este juego peligroso terminaría muy mal para los que propugnaban el anticomunismo como política de Estado. Es que los gobiernos de Londres y París, ofuscados por el odio acérrimo al comunismo, no podían y no querían ver el peligro que el nazi-fascismo representaba para ellos mismos.

    Inmediatamente después de que en Munich, Inglaterra y Francia entregaran Checoslovaquia a Alemania, Hitler le exigió a Polonia la devolución del Corredor Polaco, la entrega del puerto de Danzig, Gdansk en polaco, y que le cediera facultades extraterritoriales para construir autopistas y líneas férreas por territorio polaco. Después, Alemania anuló el pacto de no agresión firmado con Polonia, luego renunció al convenio naval anglo-alemán, posteriormente comenzó a reclamar las colonias que le fueron arrebatadas por Francia e Inglaterra luego de la Primera Guerra Mundial, finalmente, Italia se apoderó de Albania.

    El 23 de julio de 1939, Molotov, Ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, con el propósito de lograr un acuerdo que impidiera la agresión alemana a Polonia, propuso a Gran Bretaña y Francia el envío de una comisión militar a Moscú. Sin el mínimo apresuramiento, pese a que la guerra estaba al borde de estallar, el 11 de agosto, diecinueve días después, la misión arribó a Moscú. Estaba encabezada por personajes poco conocidos, que no tenían ni las atribuciones ni los poderes para discutir nada ni firmar ningún convenio militar concreto.

    La delegación nunca contestó a la inquietud fundamental de Moscú: para poder enfrentarse con Alemania, las tropas soviéticas tenían que pasar por el territorio polaco o el rumano, sin esta condición se hacía imposible la participación de la Unión Soviética en una alianza militar con Inglaterra y Francia.

    El 14 de agosto, el Almirante Drax, Jefe la Misión, debió reconocer: “Creo que nuestra misión ha terminado”; sin embargo, las conversaciones se prolongaron para ver si era posible obtener la aprobación polaca al paso de las tropas soviéticas. Por último, Drax informó no tener noticias de Londres y propuso una nueva reunión para después de tres o cuatro días. El 23 de agosto, Voroshilov, Ministro de Defensa de la URSS, advirtió a la comisión: “Nosotros no podemos espera a que Alemania derrote a Polonia para que después se lance contra nosotros. Mientras tanto ustedes estarían en sus fronteras reteniendo a lo mucho diez divisiones alemanas. Necesitamos un trampolín desde el cual atacar los alemanes, sin él no podemos ayudarlos a ustedes”.

    Ante el comprometedor silencio de los delegados añadió: “No hemos hecho nada en once días. El año pasado, al encontrase Checoslovaquia al borde del abismo, no obtuvimos una sola señal de Francia. El Ejército Rojo estuvo listo para atacar, pero esa señal nunca llegó. Nuestro gobierno y todo nuestro pueblo estuvieron ansiosos de ayudar a los checos y por cumplir con nuestras obligaciones dimanantes de los tratados. Ahora los gobiernos de Francia e Inglaterra han prolongado inútilmente y durante demasiado tiempo estas conversaciones político militares. Por ello no se debe excluir otros acontecimientos de índole político. Fue necesario obtener una clara respuesta de Polonia y Rumania sobre el paso de nuestras tropas a través de sus territorios. Si los polacos hubiesen querido responder positivamente a esta pregunta, es lógico pensar que hubiesen participado en estas negociaciones”.

    Poco después se iniciarían unas negociaciones -que son criticadas por quienes desconocen o pretenden desconocer el preámbulo anterior-, que condujeron a la firma del Pacto de no agresión entre la Unión Soviética y Alemania.

    A partir del fracaso de las conversaciones con Inglaterra y Francia, el gobierno soviético aceptó la propuesta alemana de concluir un acuerdo de no agresión que, desde mayo de 1939, Alemania le había propuesto en reiteradas ocasiones. El 23 de agosto de 1939, la URSS firmó el Pacto de no Agresión con Alemania, aunque esto no estuvo previsto en los planes de la diplomacia soviética antes de que Inglaterra y Francia frustraran las negociaciones de Moscú. La URSS actuaba con mucha cautela para evitar verse arrastrada a un conflicto que no buscaba ni deseaba. La conducta de Francia e Inglaterra en las fracasadas negociaciones le daban a entender que estos países procuraban involucrarla en un enfrentamiento armado con Alemania. Conocía además que las potencias europeas sostenía simultáneamente conversaciones secretas con Alemania con la finalidad de concluir un acuerdo dirigido en contra de la Unión Soviética.

    Al firmar el pacto de no agresión, el gobierno soviético no se hacía ilusiones. El Mariscal Zhukov sostiene que se partía del supuesto de que el mismo no libraba a la URSS de ser agredida y añade: “En ningún momento escuché a Stalin palabras tranquilizadoras en relación al Pacto de no Agresión”. Después del 23 de agosto, la URSS estaba dispuesta a seguir las negociaciones con Gran Bretaña y Francia, pero estos países se negaron a ello.

    Las críticas al pacto Ribbentrop-Molotov tienen la finalidad de absolver a los verdaderos culpables del estallido de la guerra. Posteriormente, cuando EEUU, Inglaterra y la URSS conformaron la coalición antinazi, muchos políticos relevantes de Occidente valoraron de manera positiva la firma del mismo. Quien en 1944 fuera Subsecretario de Estado de EEUU, Sumner Welles, escribe: “Desde el punto de vista práctico, cabe la posibilidad de lograr ventajas que -dos años más tarde, al producirse la agresión alemana, desde hacía mucho tiempo esperada-, tuvieron mucha importancia para la Unión Soviética”.
    La coalición antifascista se hizo sólo posible luego de que Alemania Nazi derrotara y ocupara Austria, Checoslovaquia, Polonia, Dinamarca, Noruega, Belgica, Holanda y Francia. Por fin, estás derrotas hicieron ver a EEUU e Inglaterra la amenaza que el nazi-fascismo representaba para ellos y se sentaron las premisas que posibilitaron la formación de esta coalición. Pero incluso durante toda la guerra, tanto en los planes que se forjaron durante la contienda como en los que se forjaron para la posguerra, se sintió una actitud ambigua hacía la URSS de parte de los países aliados.

    En los medios gubernamentales de Gran Bretaña y EEUU, con más virulencia a partir del fallecimiento del Presidente Franklin D. Roosevelt, se buscó siempre debilitar a la Unión Soviética. Por eso dilataron la apertura del Segundo Frente en Europa, por eso demoraron los suministros de material de guerra a la URSS, por eso se negaron a mandar tropas al frente soviético-alemán, porque procuraban preservar y acumular fuerzas con el fin de imponer a Moscú, cuando terminara la guerra, las condiciones de paz y las reglas de comportamiento en la arena internacional. Dichos planes se vieron alentados por el desarrollo de los trabajos tendientes a la fabricación de la bomba atómica, que los círculos gobernantes de EEUU pensaban utilizar como instrumento de imposición y hegemonía para el resto del globo terráqueo.

    Fuente: http://calpu.nuevaradio.org/?p=152

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