PARTE 5. A. LA DICTADURA DEL PROLETARIADO: DEMOCRACIA DE LA MAYORÍA SOCIAL

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Miguel A. Montes

15 enero 2010

INDICE

  1. LA DICTADURA DEL PROLETARIADO: DEMOCRACIA DE LA MAYORÍA SOCIAL

4.1 Orígenes  

4.1.1 La superación de la democracia en el comunismo

4.2 Bloque histórico, Reforma intelectual-moral y Estado proletario en Gramsci.

4.2.1 Los intelectuales

4.3 ¿Tendencia histórica, estrategia o táctica?

4.3.1 Elementos universales de la dictadura del proletariado

4.3.2 Rasgos causales del partido en la URSS

4.3.3 El bloqueo de las revoluciones por la correlación de fuerzas mundial capitalismo-socialismo.

4.3.4 La tendencia histórica como finalidad del movimiento revolucionario

4.3.5 Las tribulaciones de los críticos de la dictadura del proletariado con su propia experiencia.

4.4 Sobre la violencia ¿Revolucionaria o Contrarrevolucionaria?  

4.4.1 La doble moral burguesa sobre la violencia

4.4.2 Conclusiones. La violencia revolucionaria es inevitable

 

    4  LA DICTADURA DEL PROLETARIADO: DEMOCRACIA DE LA MAYORÍA SOCIAL

Creo no equivocarme de que el término no sólo no está de moda sino de que es tan odiado por la clase explotadora y dominante como temido por sectores tanto de la izquierda, “marxistas” declarados en el nombre y “marxistas-leninistas” reconvertidos.

En Europa occidental está de moda desde la década de los 70 del siglo pasado de separar a Marx de Lenin desde todos los ángulos, y la dictadura del proletariado por la forma en que se concretó en la URSS es el ángulo de ataque más utilizado. Se cae en una extraordinaria amnesia teórica al pretender olvidar que fueron Marx y Engels quienes acuñaron y condicionaron el término teórico de dictadura del proletariado, y aunque hubiésen elegido otro término más atrayente o menos “espantoso”, como dominación democrática del proletariado, la forma no alteraría el contenido del término y éste siempre sería esgrimido por la burguesía como el espantajo de su anti-comunismo. La expresión dictadura del proletariado sirvió a Marx, conmovido por las masacres de la revolución de 1848 en toda Europa, para pensar una realidad incontestable, la de la dictadura de clase, inevitable en toda sociedad de clases. Y para pensar que toda revolución obrera y popular, por muy convincente y pacífica que fuera, iría al desastre si el proletariado y sus aliados carecieran de la posibilidad de asegurar la supervivencia de la revolución, el dominio de clase de la alianza en torno a la clase obrera sobre las antiguas clases explotadoras.

Tiene razón Marta Harnecker (1) de que las palabras sirven para comunicarse, y de que en un discurso político es más útil plantear otros términos que definan a la dictadura del proletariado, y más teniendo en cuenta la existencia a lo largo del S. XX., de infinidad de formas de dictaduras capitalistas tanto en el centro como en la periferia del sistema, precisamente porque en el bando contrario nunca escucharemos en los mítines de los partidos políticos que se identifican con el capitalismo, levantar la bandera de la dictadura de la burguesía, al contrario, defenderán de que su sistema expresa los intereses de los ciudadanos de todas clases (banqueros, empresarios, obreros, parados, clases altas, medias y bajas, etc) y es el más democrático, ocultando que tal sistema es el dominio de los intereses de la burguesía sobre la mayoría de la sociedad.

Pero aún teniendo claro, de que la comunicación y las palabras deben ser socializables y ágiles para las masas populares, también debemos asumir que ni la comunicación más asequible, ni la forma alteran el contenido teórico del término. No podemos en negar a quienes nos escuchan, a la clase obrera, al pueblo, a que adquieran conciencia científica, porque las masas populares no pueden aceptar la dictadura del proletariado sin entenderla ni practicarla. Si las masas no participan en la lucha, no aprenden en la revolución a distinguir a los aliados de los enemigos, no edifican su nuevo poder, y no adquieren conciencia de ello, la burguesía seguirá dominando política e ideológicamente. El reconocimiento científico por las masas de la lucha de clases como motor de la história y la necesidad de la dictadura del proletariado como consecuencia se hace necesario para denunciar la dictadura del capital sobre la clase obrera, para señalar el camino del poder político de clase y revolucionario, para defenderlo y hacer uso de él frente a los enemigos de clase, y para descubrir el carácter histórico y transitorio del Estado.

Porque el fondo de la cuestión es si ¿podemos creer que la tendencia histórica hacia la desaparición de las clases no reproducirá la dictadura del proletariado?. ¿Qué es la dictadura del proletariado sino un régimen de democracia para el 90% de la población, a diferencia de la dictadura de la burguesía que es una democracia limitada para el 10%?. El reconocimiento de la lucha de clases como verdadero motor de la historia y la extensión de dicho reconocimiento a la necesidad de la dictadura del proletariado se hace necesario para poder desenmascarar la dictadura del capital sobre la clase obrera, para poder señalar el camino que habrá de conducirle al poder; para que una vez tenga el poder en sus manos sepan hacer uso de él y no se lo dejen arrebatar y por cuanto hay que educar a las masas en el carácter transitorio del Estado, para que aprendan a prescindir de él. Lenin lo había comprendido muy bien, oponiendo la dictadura de la burguesía como dictadura de una minoría a la dictadura del proletariado como dictadura de la inmensa mayoría de los seres humanos a la cual le correspondía la forma política de democracia de masas.

En El Estado y la revolución, Lenin afirmaba que la democracia del nuevo Estado suponía la democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y exclusión de la democracia para los explotadores y opresores del pueblo, esa es la modificación inevitable que sufrirá la democracia en la transición del capitalismo a la sociedad comunista. Los límites de tal democracia lo impone la propia actividad de las clases explotadoras, que si verdaderamente fueran demócratas activos aceptarían las reglas del juego aunque ello supusiera el cambio de las relaciones de producción, la superación de las barreras de clase.

El Estado proletario crea órganos que no pueden concebirse dentro de ningún otro régimen, como el aparato de planificación y dirección de la economía que se hace necesario para la construcción socialista. En la URSS través de los soviets, los sindicatos y comités fabriles, miles de obreros fueron enviados a los comisariados del pueblo, a los puestos de mando del ejército y a la dirección de la industria. Los jueces eran nombrados por elección democrática y podían ser revocados. Esta democracia de masas supera a cualquier democracia formal bajo el capitalismo.

La democracia real y no formal, es el sometimiento de la minoría a la mayoría, y para que una sociedad de mayoría obrera y popular funcione, requiere de mecanismos de sometimiento de la minoría a esa mayoría. A ese sistema es al que Marx y Engels primero y Lenin a posteriori, denominan dictadura del proletariado, y ello no supone un abandono del principio de la democracia, sino que al contrario supone avanzar en su profundización y radicalización. Incluso en los albores de la Gran Revolución Francesa de 1.789-94 para Rousseau no era posible ni realizable la democracia como ideal en sociedades donde la minoría lo posee todo y la mayoría carece de lo más elemental, no es casual que Rousseau destacara sobre todos los filosofos burgueses de la Ilustración precisamente por denunciar las contradicciones sociales.

Lenin en su controversia con Kautski señalaba que la igualdad entre explotadores y explotados es imposible, que la teoría de la “democracia pura” era la teoría de la aristocracia obrera, domesticada y cebada por los saqueadores imperialistas. Bajo el capitalismo aún con el régimen más democrático, conquistado por la lucha de las masas, los gobiernos no los forman el pueblo, sino los Rotschild, Rockefeller y Morgan. Sólo bajo la dictadura del proletariado puede haber libertades reales para los explotados y participación real de la clase obrera y la mayoría de la población en el gobierno del país. Así planteaba la cuestión de la democracia real Lenin.

4.1 Orígenes

Para centrarnos en el tema es imprescindible remontarnos a las más importantes referencias que Marx y Engels fueron acuñando con el término de dictadura del proletariado, a lo largo de su actividad teórica y política.

Si nos remontamos al Manifiesto del Partido Comunista (PC), nos encontramos en primer lugar el planteamiento de la burguesía organizada como clase dominante “…en el Estado representativo moderno”, y mas adelante aquello de que el gobierno en el capitalismo no es mas que un comité que administra los asuntos comunes de la burguesía.

En segundo lugar nos encontramos el planteamiento del proletariado organizado como clase dominante, y la transformación de las relaciones de producción, que llevan implícitos el origen del futuro término de la dictadura del proletariado que se efectuará por Marx a posteriori. En el Manifiesto encontramos también tres ideas: que la lucha de clases es una lucha política y que en consecuencia la dominación de clase implica su vinculación o dominio del poder del Estado de esta clase, y la desaparición del Estado y de las clases. Nítidamente decían que el proletariado en el poder para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital sólo podría hacerse mediante una violación despótica del derecho de propiedad y las relaciones burguesas de producción.

Tal planteamiento ya apareció un año antes (1.847) como parte de los objetivos de la Liga de los comunistas que Marx y Engels habían expuesto (derrocamiento de la burguesía, la dominación del proletariado, supresión de la propiedad privada y creación de una sociedad sin clases).

Al calor de la ola revolucionaria que asolaba Europa, en la Circular a la Liga de los comunistas de 1850, Marx y Engels más concretamente expresaban la necesidad de la organización del proletariado en contrapoder permanente frente al gobierno burgués en el proceso revolucionario democrático:

“Los obreros deben contener por lo general… el entusiasmo provocado por la nueva situación que sigue a toda lucha callejera victoriosa, oponiendo… una apreciación fría y serena de los acontecimientos y manifestando su desconfianza hacia el nuevo Gobierno. Al lado de los nuevos gobiernos oficiales, los obreros deberán constituir inmediatamente gobiernos revolucionarios, ya sea en forma de comités y consejos municipales, ya en foma de clubs obreros o de comités obreros, …desde el primer momento de la victoria es preciso encauzar la desconfianza no ya contra el partido reaccionario derrotado sino contra los antiguos aliados, contra el partido que quiera explotar la victoria común en su exclusivo beneficio… Pero para oponerse enérgica… mente a este partido, cuya traición a los obreros comenzará desde los primeros momentos de la victoria, éstos deben estar armados y tener su organización… los obreros deben tratar de organizarse independientemente como guardia proletaria, con jefes y un Estado Mayor Central elegidos por ellos mismos y ponerse a las órdenes no del gobierno, sino de los consejos municipales revolucionarios creados por los mismos obreros. Donde los obreros, trabajen en empresas del Estado, deberán procurar armamento y organización en cuerpos especiales con mandos elegidos por ellos mismos…Destrucción de la influencia de los demócratas burgueses sobre los obreros; formación de una organización independiente y armada de la clase obrera; creación de unas condiciones que, en la medida de lo posible, sean lo mas duras y comprometedoras para la dominación temporal e inevitable de la democracia burguesa: Tales son los puntos principales que el proletariado, y por tanto la Liga, deben tener presentes durante la próxima insurrección y después de ella.” (2).

En una carta a Weydemeyer de 1.852, Marx es más categórico en la defensa de la necesidad histórica de la dictadura del proletariado, donde ya la utiliza por primera vez como término:

“El objetivo de la sociedad” (Marx se refiere a la Sociedad Universal de revolucionarios comunistas) “es el derrocamiento de todas las clases y la dictadura del proletariado mediante el mantenimiento de la revolución permanente hasta la realización del comunismo que será la última forma organizativa de la familia humana… Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases va unida sólo a determinadas fases históricas del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí mas que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases.” (3).

Esa dictadura, esa violación despótica de las relaciones de producción burguesas, que constituye el periódo de transición, para Marx y Engels constituye a su vez la más amplia y completa democracia para la mayoría de la sociedad.

El término dictadura del proletariado aparece más adelante por primera vez en Las luchas de clase en Francia y El 18 brumario de Luis Bonaparte donde Marx después del reflujo revolucionario de las luchas obreras, plantea la necesidad de oponer a la dictadura de la burguesía, la dictadura del proletariado. Criticando por ello al socialismo doctrinario y utópico que

“…supedita el movimiento total a uno de sus aspectos… el proletariado va agrupándose mas en torno al socialismo revolucionario, en torno al comunismo… este socialismo es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase del proletariado, como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que éstas descansan…” (4).

Pero no sólo eso, sino que además Marx plantea aquello de que es necesario hacer lo contrario de lo que hicieron las revoluciones burguesas cuando perfeccionaban el aparato de Estado. Para Marx y Engels la revolución proletaria debe quebrar la máquina estatal burguesa.

Engels en Contribución al problema de la vivienda en 1.872 argumenta que el contenido del término ya iba implícito en el Manifiesto:

“…los llamados blanquistas, en cuanto intentaron transformarse de simples revolucionarios políticos, en una fracción obrera socialista con un programa determinado… no proclamaron los principios del plan proudhoniano para la salvación de la sociedad, sino -casi palabra por palabra- las concepciones del socialismo científico alemán, sobre la necesidad de la acción política del proletariado y de su dictadura, como paso hacia la supresión de las clases y, con ellas, del Estado, tal como aparece indicado ya en el Manifiesto Comunista y como desde entonces ha sido repetido un número infinito de veces” (5).

Marx y Engels contrapusieron al concepto blanquista de dictadura su formulación propia de dictadura del proletariado:

“Del supuesto de Blanqui según el cual, cualquier revolución puede llevarse a cabo a través de la acción violenta de una pequeña minoría revolucionaria, se sigue naturalmente la necesidad de una dictadura tras el triunfo de la empresa. Naturalmente, esta no es una dictadura de toda la clase revolucionaria, el proletariado, sino de una pequeña minoría que ha hecho la revolución, y que ha su vez también se ha organizado previamente bajo la dictadura de uno o varios individuos” (6).

Marx en la Crítica del Programa de Gotha en 1.875, frente al fetichismo lasalleano del Estado, plantea su necesaria extinción:

“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera a la segunda. A este período corresponde también un período de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado” (7).

En esta afirmación hay dos términos, primero que esa transformación es revolucionaria, y segundo que no puede ser otro el Estado que corresponde a esa transición. Lenin sacaría la misma conclusión por el papel que desempeña el proletariado en la sociedad capitalista, por el propio desarrollo de la sociedad capitalista en su fase imperialista, y sobre todo por el carácter irreconciliable de los intereses de la burguesía y el proletariado. La conclusión de Marx es el resultado de un análisis científico del desarrollo social, la sociedad comunista procede de las contradicciones del capitalismo y es el resultado del desarrollo económico y de la lucha de clases, de una fuerza social, el proletariado, engendrada por el capitalismo.

En 1.891 Engels contra el concepto blanquista de dictadura del proletariado como férrea dictadura de una minoría, y en advertencia al reformismo en el campo socialdemócrata contrario a la dictadura del proletariado antepone:

“Últimamente las palabras dictadura del proletariado ha vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien caballeros, ¿queréis saber que faz representa esa dictadura?. Mirad a la Comuna de París: ¡he aquí la dictadura del proletariado!” (8).

En este sentido para Marx y Engels fue irónico observar cómo la dirección de la Comuna, tanto el Comité Central de la Guardia Nacional como el Consejo Comunal, que estando compuesto por una minoría de la Internacional y una mayoría de blanquistas y prodhonianos, cómo éstos últimos tuvieron que actuar en contra de sus propias doctrinas, y defender en los hechos la dictadura del proletariado. Los proudhonianos contrarios a cualquier asociación obrera y Estado lo defendieron a ultranza por la fuerza de los acontecimientos, y los blanquistas partidarios de las acciones de la minoría (caudillismo), se dispusieron a la organización del poder político proletario y el armamento general de las masas populares. No obstante, Bakunin y sus partidarios que fueron los únicos que sacarían conclusiones diferentes, continuaron combatiento toda política y a todo Estado, recomendando el cantonalismo comunal que tan desastrosamente para la clase obrera se llevó a cabo durante la revolución española en 1.873.

De forma consecuente tanto Marx como Engels actualizan su descubrimiento públicamente en el prefacio de 1.872 de la edición alemana del Manifiesto:

“Aunque las condiciones hayan cambiado mucho en los últimos 25 años, los principios generales expuestos en este Manifiesto siguen siendo hoy, en grandes rasgos, enteramente acertados. Algunos puntos deberían ser retocados. El mismo Manifiesto explica que la aplicación práctica de estos principios dependerá siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes, y que, por tanto, no se concede importancia excepcional a las medidas revolucionarias enumeradas al final del capítulo IIº. Este pasaje tendría que ser redactado hoy de distinta manera, en mas de un aspecto. Dado el desarrollo colosal de la gran industria en los últimos veinticinco años, y con éste, el de la organización del partido de la clase obrera; dadas las experiencias prácticas, primero, de la revolución de Febrero, y después en mayor grado aún, de la Comuna de París, que eleva por primera vez al proletariado, durante dos meses, al poder político, este programa ha envejecido en alguno de sus puntos. La Comuna ha demostrado, sobre todo, que la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines” (9).

Aquí añaden a la ausencia de la dictadura del proletariado en el Manifiesto y la necesidad para la revolución proletaria de quebrar la máquina del aparato del Estado. De todas maneras ya en el Manifiesto figura una posición irreconciliable con el reformismo, a través de la reivindicación de convertir al proletariado en clase dominante, por lo que la actualización posterior no hace sino desarrollar el Manifiesto, no es una ruptura. Este retoque, afecta tanto a la definición del Estado, como a la abolición de la explotación y la desaparición de las clases, y señala el desmarque definitivo de Marx y Engels tanto del anarquismo como del reformismo.

El reformismo opone a la negación anarquista del Estado la similitud del Estado democrático, el cual a través del aparato la relación de clases está camuflada, donde el poder político se presenta como representativo de toda la sociedad, y la autoridad del Estado aparece sobre individuos libres e iguales, ciudadanos de la sociedad civil sobre la que se eleva la autoridad del Estado neutral. Los individuos de la clase obrera no son reconocidos a nivel socio-económico sino a nivel político, en tanto como a individuo no como a clase. El aparato de Estado es el mecanismo de coacción y consentimiento (represivo e ideológico) de la dominación de clase, reproductor de las relaciones de clase bajo prisma invertido e ilusorio de la realidad objetiva y científica de la sociedad. Esta inversión ocurre por primera vez en la historia en el Estado burgués, donde el aparato de Estado está constituido de tal manera que permite el ejercicio del poder de la clase dominante, reproducidos como representantes legítimos de la sociedad a través de los aparatos del Estado y de la democracia-burguesa. Por eso, Marx y Engels nos advierten que la clase dominante siempre se sirve del aparato de Estado, lo refuerza, transforma desarrolla o crea para la reproducción de su dominio, y que tanto la república democrático burguesa como la monarquía sirven para mantener en posición subalterna a la clase obrera.

Si observamos el desarrollo histórico de constitución y consolidación del modo de producción capitalista, vemos que a un carácter general de Estado le corresponde un tipo de Estado o régimen político en lo histórico-concreto que depende del marco coyuntural de la lucha de clases. Si a la burguesía no le sirve el tipo de Estado feudal-eclesiástico en la etapa de transición al capitalismo, tampoco le sirve a la burguesía en su etapa imperialista el Estado burgués liberal no intervencionista, pero esta distinción es diferente en cuanto hablamos de los aparatos de Estado, éstos pueden ser reformados e incluso puestos al servicio de los intereses de la burguesía (caso de los aparatos de Estado de la monarquía absoluta en la etapa de transición). Mientras que el proletariado no puede utilizar como instrumentos plegables a su voluntad los aparatos del Estado burgués, no puede utilizar el ejército profesional, ni la policía secreta especializada, ni el parlamentarismo, ni la administración burocrática que está al margen de todo control popular, ni la escuela burguesa escindida de la producción y la sociedad civil.

Mientras el poder del Estado capitalista, expresado en el tipo de Estado o régimen político, es un instrumento al servicio del interés de clase de la burguesía, el aparato de Estado en el que se materializa no es un instrumento cualquiera, es una máquina que siempre determina las posibilidades de acción política de la clase dominante, exactamente de la misma manera que la necesidad de acumulación, la tasa de ganancias y la competencia capitalista determinan sus posibilidades de acción económica.

Engels en el prólogo de 1.891 de La guerra civil en Francia sitúa más categóricamente la necesidad de librarse del aparato de Estado burgués:

La Comuna tuvo que reconocer desde el primer momento que la clase obrera, al llegar al poder, no podía seguir gobernando con la vieja máquina del Estado; que para no perder de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera tenía, de una parte, que barrer toda la vieja máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella, y, de otra parte precaverse contra sus propios diputados y funcionarios declarándolos a todos sin excepción revocables en todo momento” (10).

Por tanto, en el período transitorio de la dictadura del proletariado a la sociedad comunista, el poder político del Estado proletario se refuerza, por la defensa de las conquistas y el mantenimiento del poder revolucionario, pero lo hace en la medida en que no es un aparato de Estado burgués desarrollado y transformado sino que éste proviene de la destrucción del anterior y la creación de uno nuevo.

Marx sintetiza las enseñanzas de la Comuna de Paris acerca de la constitución de la nueva forma política proletaria de Estado:

1.- La clase obrera no debe limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines.

2.-Sustituir la forma centralista burguesa en la que el Estado está por encima de la nación, por una forma centralista de nuevo tipo, en la que existe una participación democrática real y consciente del proletariado, que tiene por base territorial la Comuna.

3.-Sustituir el ejército permanente mercenario por el pueblo armado con servicio militar corto. Armar a la revolución, organizar un ejército revolucionario para luchar contra los enemigos exteriores para frenar las tentativas de restauración.

4.-Transformar la policía en instrumento al servicio de la Comuna despojándola de sus antiguos atributos políticos.

5.-Suprimir los privilegios ligados a los cargos públicos y altos dignatarios (salario igual a salario obrero).

6.-Elegibilidad de los representantes del pueblo (consejeros de la Comuna, magistrados y jueces -cargos administrativos, judiciales y de enseñanza-) por sufragio universal y revocables en todo momento por sus electores a los que deben estar sometidos por mandato imperativo, supresión de la separación de las masas populares del aparato de Estado.

7.-Destrucción del parlamentarismo burgués transformando las instituciones representativas del pueblo en corporaciones de trabajo, legislativas y ejecutivas al mismo tiempo, eliminando la división de los poderes legislativo y ejecutivo, que en la democracia burguesa son separados uno para la democracia formal, basada en un parlamentarismo donde se pierde el tiempo en discusiones sin control sobre el ejecutivo (ministerios y oficinas de los estados mayores) que es donde se realiza la verdadera labor estatal.

8.-Poder al servicio del pueblo: introdujo el salario mínimo obligatorio, la protección en el trabajo, la lucha contra el paro, la mejora condiciones vivienda y abastecimiento de productos de primera necesidad, la enseñanza gratuita, el decreto para la creación de cooperativas de producción, control obrero y la elegibilidad de dirigentes de varias empresas nacionales.

El único reproche que Marx hiciera a la Comuna fue el de no utilizar el poder político lo suficiente al no marchar sobre Versalles para apoderarse del gobierno contrarrevolucionario burgués concentrado allí, ni apoderarse del Banco de Francia, lo que hubiera desarmado económicamente a la burguesía francesa. Con tales críticas habría que añadir dos elementos más:

9.-Defensa del poder político del proletariado contra cualquier forma o poder político contrarrevolucionario en el interior de la nación (el gobierno de Versalles) hasta su capitulación.

10.-Nacionalización de la banca y las principales fuerzas productivas del país. Centralización de la economía en manos de la Comuna.

En tales condiciones dejaría de existir para Marx el Estado burocrático como organismo de poder político independiente y ajeno a la sociedad civil.

4.1.1 La superación de la democracia en el comunismo

Antes de la ruptura del POSDR Lenin planteaba que sin conciencia de la necesidad de imponer su propia hegemonía, su dictadura revolucionaria, la clase obrera se ve reducida a una función subordinada y oprimida bajo el capitalismo, por lo que predicar a los obreros que “hegemonía no, partido de clase sí” significa traicionar a favor de los liberales la causa de la clase obrera. La renuncia a la idea de hegemonía es la variedad más burda del reformismo en las filas del movimiento obrero. (El reformismo en el seno de la socialdemocracia rusa).

Más adelante Lenin plantearía que la clase obrera necesita la dominación política para suprimir la explotación y las clases, en interés de la mayoría del pueblo contra una minoría de capitalistas y terratenientes. La abolición de toda forma de propiedad capitalista y privada la clase obrera la hará de forma gradual a medida que se multipliquen las fuerzas productivas disponiendo para ello de dos palancas esenciales, el poder político y la propiedad social de los medios fundamentales de producción y financieros expropiados a los capitalistas. Necesita el poder estatal tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la mayoría de la población, la clase obrera, los campesinos, la pequeña burguesía, los semiproletarios en la obra de poner en marcha la construcción del socialismo.

Aquí Lenin distinguiría dos aparatos que se entrelazan en el interior del Estado capitalista, uno de clase, opresivo, y otro técnico, sometido a la dirección política de la clase dominante. El proletariado debe de destruir todo lo que hay de opresor en el aparato de Estado sustituyéndolo por uno nuevo. Al lado de este instrumento de represión existe un aparato entrelazado con los bancos y consorcios, que efectúa un vasto trabajo técnico de control, cálculo y registro. Para Lenin ese aparato no puede destruirse sino arrancarlo de las manos de los capitalistas y transformarlo bajo la dirección política e ideológica del nuevo Estado. Mientras el revisionismo socialdemócrata vería al Estado como un espacio neutral que puede ser ocupado, Lenin distinguirá entre el aparato técnico-administrativo que puede ser utilizado y el aparato político opresivo que debe ser destruido, ya que es el carácter de la dominación política la que sobredetermina la función del aparato técnico-administrativo, no existiendo tareas técnico administrativas neutras ni bajo el Estado capitalista ni bajo el Estado proletario.

Lenin siempre consideró al capitalismo monopolista de Estado como la antesala del socialismo, el desarrollo de la empresa monopolista-estatal da origen a un mecanismo de administración social de alta perfección técnica, que pueden poner en marcha los mismos obreros unidos al servicio del pueblo. Los medios técnicos para la planificación de las actividades económicas en el ámbito local, estatal y mundial, ya son preparados en el capitalismo. La planificación capitalista, ya aplicada hoy por los grandes complejos industriales entre secciones de una misma unidad productiva y entre unidades productivas que dependen de un mismo grupo financiero a pesar de que estén esparcidas por los cuatro ángulos de la tierra, ha preparado todo lo que es necesario para la planificación propia de la sociedad socialista. En general, el capitalismo ha preparado todo lo que necesita la sociedad socialista para proyectar y coordinar sus actividades económicas. Estos medios deben ser liberados de las cadenas que la relación de capital les impone (están limitados por su carácter de instrumentos auxiliares de la propiedad privada capitalista, como superestructuras de ésta) y deben desarrollarse en el ámbito favorable de las nuevas relaciones de la sociedad socialista.

Según Lenin, la clase obrera deberá conquistar el poder del Estado, no porque el Estado sea universal, sino porque es la máquina de la que todo depende cuando se trata de cambiar las bases socioeconómicas del capitalismo, las relaciones de producción. Tanto para Marx, Engels, como para Lenin, una vez conquistado el Estado burgues, será necesario destruirlo y construir un Estado dispuesto en vías de extinción.

En tal sentido el proletariado no puede ejercer su poder con los mismos medios y formas, con la misma maquinaria estatal. Mientras la burguesía conquista el poder político después de haberse hecho sitio en el aparato del Estado feudal bajo el tipo de monarquía absoluta, la clase obrera por el contrario jamás podrá controlar ni hacerse espacio en el aparato de Estado existente. El proletariado sólo puede acceder al poder político a través de una forma de organización política totalmente nueva. El nuevo Estado convive con las organizaciones políticas de masas del proletariado y sus aliados, se configura la unión de la política y la economía, la introducción de la práctica política en el proceso productivo, en los servicios, etc, y en la construcción de la sociedad comunista se inicia el proceso en el cual el propio Estado revolucionario se extingue.

En este mismo sentido Lenin en El Estado y la Revolución, niega que el carácter de la democracia en el socialismo, por medio de la dictadura del proletariado, sea una ampliación de la democracia burguesa, sino una democracia obrera y de masas, y puntualiza que la democracia no existe en el comunismo, que ésta es el Estado que reconoce el sometimiento ya sea bajo la dictadura de la burguesía o bajo la dictadura del proletariado, sometimiento de la mayoría a la minoría o a la inversa, y eso no puede realizarse sin una organización del ejercicio de violencia (administrativa, física, ideológica, cultural, etc.) de una parte de la sociedad sobre la otra, mientras que en las nuevas relaciones comunistas no puede existir coerción, ni aparato de Estado, de ahí que la meta final de los comunistas sea la extinción del Estado, y de toda la violencia organizada sobre el género humano:

“…se olvida constantemente que la destrucción del Estado es también la destrucción de la democracia, que la extinción del Estado implica la extinción de la democracia… esta afirmación parece extraña… tal vez incluso alguien llegue a temer que estemos esperando el advenimiento de una organización social en que no se acate el principio de la subordinación de la minoría a la mayoría, ya que la democracia es, precisamente el reconocimiento de este principio. No. La democracia no es idéntica a la subordinación de la minoría a la mayoría. Democracia es el Estado que reconoce la subordinación de la minoría a la mayoría, es decir una organización llamada a ejercer la violencia sistemática de una clase contra otra, de una parte de la población contra otra. Nosotros nos proponemos como meta final la destrucción del Estado, es decir, de toda violencia organizada y sistemática, de toda violencia sobre los hombres en general. No esperamos el advenimiento de un orden social en el que no se acate el principio de la subordinación de la minoría a la mayoría. Pero aspirando al socialismo, estamos persuadidos de que éste se convertirá gradualmente en comunismo, y en relación con esto desaparecerá toda necesidad de violencia sobre los hombres en general, toda necesidad de subordinación de unos hombres a otros, de una parte de la población a otra, pues los hombres se habituaran a observar las reglas elementales de la convivencia sin violencia y sin subordinación” (11).

La democracia es desde la posición de la clase que domina simultáneamente dictadura desde la perspectiva de la clase dominada. La dictadura del proletariado es democracia en el seno del bloque histórico revolucionario (proletariado y aliados) y dictadura para el bloque contrarrevolucionario (burguesía y aliados), que combina la represión de la minoría con la más ampliada democracia y consenso para los asuntos del Estado de la mayoría. Es la dictadura de los trabajadores y explotados para aplastar la contrarrevolución interna y externa, y sus formas democráticas son más avanzadas que la democracia burguesa ya que es la mayoría del pueblo quien por primera vez representa y ejerce directamente el poder y la defensa de ese poder que ya no sirve al dominio de los imperialistas, la burguesía nativa o extranjera y los grandes terratenientes, que ya no sostiene órganos de coerción, ejército, policía, mafias, cárceles y tribunales, dirigidos contra los intereses de la mayoría social, es la democracia obrera en la cual se ha suprimido los derechos de la clase explotadora y del imperialismo sobre el país y que avanza hacia la supresión de las clases y del Estado.

Lenin se burlaba de los representantes de la IIª Internacional que pensaban que se podía pasar al socialismo por medio de la “democracia en general”, los consideraba contaminados del prejuicio heredado de la burguesía de que la democracia tiene un contenido absoluto e independiente de las clases (Economía y política en la época de la dictadura del proletariado). Y les advertía que no puede existir democracia sin clases, democracia para todo el pueblo, que sólo puede existir democracia para la mayoría del pueblo y exclusión de la democracia para los opresores del pueblo “he ahí la modificación que sufrirá la democracia en la transición del capitalismo al comunismo” (El Estado y la Revolución), que un mayor desarrollo hacia el comunismo se consigue a través de la dictadura del proletariado, ya que la resistencia de los explotadores no puede ser dinamitada de ninguna otra forma, y que ello supone restricciones a la libertad y represión hacia los opresores y explotadores para liberar a la humanidad de la exclavitud salarial. Para Lenin la dictadura del proletariado supone la ampliación de la democracia para la inmensa mayoría, y la represión de la minoría explotadora, y la exclusión de la explotación de clases. Sólo bajo el comunismo el Estado es innecesario, dado que no hay ninguna clase que deba ser reprimida. “Democracia pura es sólo una frase ignorante, que no comprende ni la lucha de clases ni la esencia del Estado” (La revolución proletaria y el renegado Kaustky).

En conclusión, la dictadura del proletariado no es una forma específica de Estado o gobierno, sino el conjunto del poder político que garantiza el proceso de expropiación de la clase capitalista, como condición previamente ineludible para garantizar la extinción total de las relaciones de producción capitalistas y la reabsorción de las actividades políticas por la sociedad civil, o lo que es lo mismo la superación de la democracia, no olvidemosla metáfora leninista de la cocinera que también se ocupa de los asuntos del Estado.

 4.2 Bloque histórico, Reforma intelectual-moral y Estado proletario en Gramsci

Para Gramsci la dictadura del proletariado es un movimiento expansivo con el que la violencia revolucionaria es fundamental para la conquista del poder político, pero insuficiente para su sostenimiento, para ello se hace necesaria la educación popular. La fuerza es indispensable para el dominio de una clase, pero debe ser completada por la hegemonía y el consentimiento, donde el partido proletario debe de continuar difundiendo su hegemonía (trabajada previamente antes de la toma del poder) en la marcha hacia el comunismo adecuando a la nueva sociedad civil emergente a la construcción de la nueva estructura económica socialista, donde el Estado proletario es la herramienta de esa adecuación.

Para Gramsci la forma política del Estado proletario que llamó su atención fue el movimiento de los consejos turineses, a los que consideraba propiamente como el Estado proletario en su naturaleza, donde el proletariado se organizaba como clase, como compañero y no como ciudadano, donde el contrapoder obrero lucha por la revolución ante la dualidad de poderes frente al poder burgués. Es decir, la lucha por una revolución provocada por la crisis y el advenimiento de la situación revolucionaria. De esta experiencia Gramsci sacará varias conclusiones (12):

1-     La revolución no es posible sin el proletariado industrial, sin su participación e iniciativa el socialismo se burocratiza.

2-     La iniciativa de la clase obrera se materializa en la fábrica, en los lugares de trabajo.

3-     La forma institucional de la iniciativa obrera es el consejo de fábrica, el cual adquiere dos tareas, expropiar a los expropiadores y dirigir el proceso productivo y de distribución de la riqueza social, partiendo de la imposibilidad de implantar el socialismo sobre la base del fracaso de la producción y la distribución de la riqueza. El consejo encarna a la fuerza capacitada para superar la crisis capitalista, el desorden económico productivo a nivel nacional sobrepasando el recinto de la fábrica, superando el espontaneísmo y el corporativismo en la construcción del socialismo. También Lenin consideraba que el Estado socialista sólo podía surgir como una red de comunas de aptas para el cálculo de la producción y consumo, el aumento de la productividad y la paulatina reducción de la jornada (13).

4-     En el consejo de fábrica el obrero no se organiza como asalariado sino como clase, como fuerza productiva, como dirección política de la actividad socio-económica, es la expresión de todos los obreros tanto organizados como desorganizados, es el organismo natural de la clase obrera.

5-     El consejo de fábrica debe atraer a los técnicos, cortando toda tentativa de aislarlos de la clase obrera.

6-     El consejo de fábrica es el punto de partida para la creación del bloque histórico revolucionario en alianza con otras clases y fracciones.

7-     La estrategia de los consejos constituye la fase de la conquista del poder político y su dominio.

8-     La tarea del consejo no es sindical, no esta destinado a defender las condiciones de trabajo, sino de preparar y emprender la lucha contra el Estado capitalista, y la construcción del poder proletario y el socialismo.

9-     El partido comunista mide su capacidad de dirección en el proceso de lucha por el socialismo, realizando el papel de dirección en la praxis revolucionaria junto a la actividad de la clase obrera. Sin una fuerza subjetiva madura (capacidad para la acción revolucionaria de la clase obrera), las condiciones objetivas (crisis y partido revolucionario) son insuficientes.

El movimiento de los consejos de fábrica de Turín se desarrolló bajo un doble aspecto. En primer lugar, superando la organización sindical tradicional, los consejos que agrupan a todos los obreros sindicados o no, luchan por sus intereses inmediatos reivindicativos y económicos frente a los capitalistas. En segundo lugar, luchando por sus intereses mediatos, políticos, de creación de los consejos como órganos de constitución de la nueva sociedad comunista.

Gramsci comparte la visión de Marx de la clase obrera como fuerza productiva máxima a través del consejo de fábrica como célula representativa del Estado proletario que

“cumple con la expropiación de la primera máquina, del más importante instrumento de producción: la clase obrera misma…” (14).

Posteriormente Gramsci ampliaría su teorización sobre la necesidad de nuclear en torno a la clase obrera una alianza, bloque histórico, frente a la clase dominante que también incluyese a las demás clases explotadas y oprimidas, aunque ya contemplaba al Estado proletario como

“un sistema de Consejos obreros, campesinos y de soldados” (15).

Bloque histórico que expresa la tendencia hacia la hegemonía del proletariado en el proceso revolucionario, donde la clase revolucionaria obtenga el consentimiento y la dirección de la clase más numerosa (el campesinado del sur y las islas en la Italia de los años 20), a través de una alianza político y social en la que se conquista la hegemonía del proletariado sobre las clases subalternas.

Para Gramsci el núcleo fundamental del leninismo es la dictadura del proletariado, y todos los problemas de la táctica y de organización del partido y del bloque histórico anticapitalista están ligados a la preparación y organización de la dictadura del proletariado. Para Gramsci, el leninismo es la ciencia política de la clase obrera que enseña cómo movilizar las fuerzas necesarias para la destrucción de la dictadura burguesa y la instauración de la dictadura de la clase obrera.

La clase obrera como fuerza social debe desarrollar su capacidad de dirección intelectual y moral hacia la toma del poder político, en dos direcciones: la existencia de un partido comunista revolucionario de masas y la existencia de un movimiento nacional-popular bajo la hegemonía del proletariado y la elaboración de una reforma intelectual y moral que combata desde el marxismo a la ideología burguesa y religiosa, huyendo de cualquier lectura pasiva y fatalista del materialismo histórico. Para Gramsci la tarea del partido como intelectual colectivo de impulsar una reforma intelectual y moral significa exponer el materialismo histórico como teoría y filosofía de la praxis, con capacidad para impulsar la iniciativa popular de las masas, sacar al materialismo histórico de su armazón doctrinario para convertirlo en el pensamiento y la acción de las masas, convertirlo en el pensamiento de los “simples”.

Gramsci utiliza como ejemplo el proceso histórico-cultural de la Reforma protestante en comparación con el Renacimiento italiano. Mientras la Reforma realizó un movimiento intelectual que llegó y movilizó al pueblo, convirtiéndose en una bandera de lucha, que redujo la distancia entre intelectuales y simples. El Renacimiento, por el contrario, aumentó la separación de las masas de los intelectuales, imponiendo un ideal de vida meramente contemplativo, de excedencia intelectual, sin despliegue alguno en el campo político y popular. Ello tuvo sus consecuencias para la transformación social y el cambio político, ya que mientras la Reforma que santificaba la acumulación y el éxito económico como práctica social, repudiando el ocio, contribuyó al empuje de la ideología del capitalismo naciente, en Italia el Renacimiento sin Reforma, producto del atraso de las relaciones de producción capitalistas, supuso bajo el predominio de la ideología católico-feudal, la no realización de un proceso de revolución burguesa, llevado a cabo con éxito en Inglaterra y Holanda bajo la bandera del protestantismo.

Aquí es donde interviene el frente de lucha ideológica, Gramsci destaca que el capitalismo penetra en el proletariado a través de los aparatos del Estado (escuela, iglesia, medios de propaganda y mediáticos –prensa, radio, televisión-, el ejército, etc.), que permite soldar a las clases dominadas en torno al bloque dominante en el poder político, como representantes y gerentes de la clase explotadora. Por lo que el proletariado debe contraponerle a la dominación de la burguesía formas ideológicas que fundamenten la supresión del capitalismo y la lucha por el socialismo, que ofrezca una concepción del mundo más amplia y crítica a las masas, desde lo nacional y lo concreto, antagónica e internacionalista, como reforma intelectual y moral que permita colocar al proletariado en clase dirigente del bloque histórico revolucionario, y coloque al resto de fuerzas sociales (campesinado, pequeña burguesía, capas, etc) como subalternas a la ideología proletaria. Para ello es necesario combatir la ideología dominante tanto entre las masas como entre la intelectualidad.

Ninguna forma de dominación social y política proletaria puede afianzarse sin una dirección del movimiento unido de las clases subalternas, sin agrupar las fuerzas sociales en torno a la clase revolucionaria, sin regular las relaciones entre las clases y crear instituciones sociales y políticas embarcadas en el objetivo de la construcción del socialismo.

Sobre el aparato de Estado Gramsci identifica a la burocracia con el liberalismo, con la cristalización del personal administrativo en las labores coercitivas, y frente a ella afirma la elegibilidad de todos los cargos y su revocación. De esta manera el elemento coactivo del Estado revolucionario del proletariado se va extinguiendo en la medida en que se impone la denominada reforma intelectual y moral, en la medida en que se va afianzando el nuevo movimiento social hacia el comunismo.

Gramsci complementa la noción de dictadura del proletariado, con la noción de hegemonía, como elemento de dominación y dirección de las masas por la clase revolucionaria, donde el Estado proletario debe jugar un papel inicial de equilibrio jurídico entre las clases existentes después de la toma del poder por el bloque histórico revolucionario, siendo necesaria la continuidad de la lucha ideológica, la constitución de una nueva cultura superadora del sentido común (16), reafirmadora y reproductora de los valores revolucionarios y comunistas que penetran en la sociedad y sustituyen a la concepción del mundo de la sociedad caduca (17). No olvidemos que bajo el capitalismo, el actual opio del pueblo, la telebasura, domina el sentido común más que cualquier forma de filosofía, religión o teoría política, de ahí que el colectivo revolucionario deba partir del sentido común para elevar a las masas a la nueva concepción comunista del mundo.

 4.2.1 Los intelectuales

En el ámbito de la lucha ideológica para Gramsci la función de los intelectuales va parejo al dominio político de clase. La labor intelectual en el seno de la división social del trabajo se extiende como una especialización, más acá de la superestructura jurídico-política e ideológica (administración estatal y cultura), y tambien allá en la producción (dirección gerencial):

“…el empresario capitalista crea consigo mismo el técnico industrial, el científico de la economía política, el organizador de una nueva cultura, un nuevo derecho, etc.” (18).

En las formaciones sociales de clases los intelectuales profesionales para Gramsci forman un todo orgánico con su grupo o clase social. Por ej. en el feudalismo los eclesiásticos

“puede considerarse como la categoría intelectual orgánicamente vinculada a la aristocracia de la tierra: estaba jurídicamente equiparada a la aristocracia, con la que se repartía el ejercicio de la propiedad feudal y el uso de los privilegios estatales..” (19).

Y ello no quiere decir que existan los no-intelectuales, pues para Gramsci hasta en el obrero que realiza el trabajo físico en una cadena de montaje existe un “mínimo de calificación técnica” un “mínimo de actividad intelectual creadora”, a lo que el papel de los intelectuales se entiende como función social especializada, como “categoría profesional”.

En realidad, el problema sobre la capacidad intelectual de los individuos sobre los procesos productivos y sobreestructurales no es una fuerza autónoma descubierta al margen de las relaciones de producción. Por eso, cuando Gramsci hablaba de los intelectuales (ingenieros, juristas, filósofos, políticos, etc.), no lo hacía sino desde la perspectiva de su función social, determinada por las relaciones sociales de la producción. Para Gramsci no existe el no-intelectual, sino un determinado carácter de relaciones sociales que fruto de la división social del trabajo milenaria intelectual/manual, convierte al trabajo intelectual en una tarea necesaria para el desarrollo social, donde el conocimiento, la ciencia, la cultura, etc, pasan a ser un cuerpo especializado.

El dominio del Estado, la producción y la cultura es particular de la clase dominante, donde el conocimiento y la ideología se mezcla con el ejercicio de poder y mando de los capitalistas y gobernantes. En la esfera estatal lo mismo que en la producción los intelectuales se levantan como cuerpo profesional, donde su labor es dirigida, detentada, en una palabra, mercenarizada, por el capital y el Estado burgués, donde el entrelazamiento de las diferentes superestructuras (fábrica, administración estatal, universidad, etc.), convierte a los intelectuales en funcionarios y estos en intelectuales, por ejemplo el funcionario estatal que pasa a dirigir una empresa, o el ejecutivo o ingeniero de una gran empresa que pasa a ser ministro del gobierno. El saber de la cultura y la ciencia monopolizado por la clase dominante se levanta como muro infranqueable para la clase subalterna, quien no puede variar esta situación sin revolucionar la sociedad y el Estado. (20).

El productor está fragmentado en la fábrica y en la sociedad civil, dominado por los poseedores del capital y sus servidores de la ciencia y la ideología (ingenieros, gerentes, filosofos, juristas, etc.), y en la sociedad política donde el Estado dispone de ingentes medios (aparatos) para la producción de ciencia, cultura, ideología, etc., de los cuales el proletariado está excluido de su participación y dominio. Así la función social de los intelectuales aparece como un mundo ajeno a la masa de productores. Esta división social también se extiende a los aparatos del Estado (ejército, enseñanza, etc.). Por ej. comparativamente los intelectuales de la producción (gerentes, administradores) se confunden con los del ejército (generales, oficiales), en la base estarían los obreros y soldados, en termino medio los “semi-intelectuales” para la función de vigilancia en la ejecución de las tareas (supervisores, sargentos) etc. (21).

Esta división social entre trabajo intelectual y trabajo manual, entre conocimiento parcelado y conocimiento completo, para Gramsci debe ser superado en la sociedad nueva, por eso el Estado proletario debe tender a desplazar la división entre gobernantes y gobernados, ciencia y trabajo, elevando a las masas productoras en las tareas de administración, dirección estatal y de producción, a través de la reforma moral e intelectual, donde el sentido común es superado en las masas productoras por el conocimiento pleno y multifacético.

Para Gramsci la dictadura del proletariado es una situación transitoria, que ha de conducir al comunismo, a la supresión de la barrera entre trabajo manual e intelectual, a la sociedad sin clases, a la extinción del Estado, con la desaparición de la sociedad política y reafirmación de la sociedad civil en el marco de la superestructura, diferendiandola de la sociedad de clases donde se hace necesario un aparato coercitivo y hegemónico para adaptar la superestructura jurídico-política a la infraestructura socioeconómica; mientras que en la sociedad sin clases esta adaptación se realiza espontáneamente, a través de una visión científica de la realidad, no mistificada, con unas costumbres y moral readaptadas a la nueva infraestructura económica de la sociedad comunista. Ya en la etapa del L´Ordine Nuovo Gramsci afirma esta premisa:

“El estado socialista no es aún el comunismo, es decir, la instauración de una práctica y de una costumbre económica solidaria; es el estado de transición que va a realizar la tarea de suprimir la competencia con la supresión de la propiedad privada, de las clases, de las economías nacionales: y esta tarea no puede ser realizada por la democracia parlamentaria. La fórmula conquista del Estado debe ser entendida en el siguiente sentido: creación de un nuevo tipo de Estado, engendrado por la experiencia asociativa de la clase proletaria” (22).

Con esta premisa Gramsci reafirma que el comunismo como objetivo del movimiento obrero a alcanzar, será necesario atravesar todo una fase histórica, para Gramsci esto sólo es posible en la medida en que el comunismo sea internacional y que en la confrontación ideológica del marxismo-leninismo con los restos de la sociedad capitalista, sea una cosmovisión del mundo y de la cotidianeidad, capaz de elevar el sentido común de las masas al conocimiento científico, capaz de ser expresión de la actividad revolucionaria de las masas, como nueva cultura comunista exenta de los ideales burgueses, y superadora de los vicios y costumbres del pasado capitalista.

 4.3 ¿Tendencia histórica, estrategia o táctica?

Hoy en día destacan en la izquierda tres planteamientos negadores de la dictadura del proletariado como tendencia histórica a raíz de la derrota del modelo socialista conocido.

Para acceder al socialismo, unos parten de la aversión a todo poder político, otros confunden el proceso revolucionario con el momento de la toma del poder, y otros confunden la construcción del poder con iniciativas autogestionarias, movimientistas y municipalistas, que no ven la necesidad de la conquista del poder político y la sustitución de los aparatos de Estado capitalistas.

A los primeros hay que recordarles, que no van mas allá de la vieja posición anarquista que niegan la acción política de la clase obrera. A los segundos, hay que recordarles que la toma del poder político no es un acto putchista, y que por lo tanto no excluye, sino que implica la organización previa del contrapoder en los lugares donde se producen las contradicciones sociales e ideológicas (fábricas, barrios, escuelas, etc.), y que éste se convierta en una anticipación del futuro Estado revolucionario una vez conquistado el poder político. A los terceros hay que recordarles que toda forma de resistencia y experiencia de masas que no se integre en una estrategia revolucionaria apoyada por fuerzas sociales, acaba por diluirse en el sistema, como el sindicalismo reformista recluido en la estrechez de la lucha económica. Administrar un municipio, dirigir una cooperativa, no acaban con el poder capitalista ni transforman el carácter capitalista del Estado, para ello es necesaria una política transformadora que aplique medidas estructurales en todos los ámbitos, que cuestione los fundamentos del Estado y las relaciones de producción capitalistas (fiscalidad progresiva, reforma agraria, nacionalización de sectores estratégicos –banca, industria- ampliación mejoras sociales, legislación laboral anti-neoliberal, ampliación presupuestos municipales, etc.), que coloquen a las fuerzas sociales en la dirección ligando las reformas estructurales a la revolución.

En realidad, los debates actuales no son tan novedosos, si partimos de la realidad histórica en que nos movemos, algunas posiciones recuperan viejos análisis metafísicos para renegar de la dictadura del proletariado.

Ya en los años 70 del siglo pasado este debate se dió en algunos Partidos Comunistas (PCs) de Europa occidental, en los que el razonamiento eurocomunista se impuso desde una perspectiva abstracta e ideológica en torno a la vía al socialismo. Vía pacífica, más preferible que violenta desechando los límites que la propia lucha de clases impone, vía parlamentario-democrática más preferible que la dictadura de clase (la palabra dictadura da mala prensa e imagen) confundiendo los medios de lucha con la tendencia histórica. Vía legal más preferible que la ilegal al margen de la situación revolucionaria concreta. Más deseable la democracia de la mayoría del pueblo que de la clase obrera, tratada de antemano como minoría en el capitalismo actual, desvaneciendo el concepto de proletariado, para a continuación sacarse de la chistera una ¡¡¡tercera fuerza distinta del proletariado frente a la burguesía!!! capaz de unir a los trabajadores contra el capital (campesinado, intelectuales, técnicos y nueva clase obrera) plagiando la variante ultraizquierdista y anarquista del papel revolucionario del lumpen-proletariado, descubriendo que entre la ideología burguesa y la proletaria media una tercera ideología superadora del conflicto, que hace innecesaria la abolición del trabajo asalariado. Pensar que el derrocamiento del capitalismo pudiera ser otra cosa que la dictadura del proletariado, es lo mismo que llegar a pensar que frente a la burguesía existe otra fuerza antagónica distinta al proletariado, una tercera fuerza independiente de él, capaz de arrastrar a todo el pueblo trabajador contra el capital.

Esta tercera fuerza, es el salvador, que espera desde siempre la ideología pequeño-burguesa, para escapar del antagonismo de clase y huir de la proletarización que genera la acumulación de capital y que acapara cada vez más a sectores de trabajadores (agricultura, transportes, comercio, banca, técnicos en la industria, etc), para la creación y realización de la plusvalía. Esa tercera fuerza lleva a pensar contra toda la experiencia del movimiento obrero, que a parte de las ideologías proletaria y burguesa, otra ideología podría superar el conflicto de la sociedad.

Esta posición característica de la ideología pequeño burguesa, cae bien a la clase dominante por la mistificación del Estado y la anulación del conflicto de clase, ya que es precisamente la detentación del poder del Estado por la cual la burguesía domina las contradicciones obligando también a la pequeña burguesía a aceptar la hegemonía de la oligarquía financiera como clase dominante. La realidad objetiva es que esta tercera fuerza, la pequeña burguesía es un campo de batalla entre la ideología burguesa y la ideología proletaria, “…bajo la intervención de elementos específicamente pequeño-burgueses” (23), donde se mueven entre los tipos de ideología burguesa reaccionaria, o los tipos de ideología socialista utópica.

Esta manipulación del planteamiento histórico de la dictadura del proletariado confundiéndola como una vía estratégica superada para las formaciones sociales capitalistas actuales, y no como una tendencia histórica, hizo que la propuesta eurocomunista basculase hacia el posibilismo y el utopismo. El planteamiento de los Carrillo, Marchais y Berlinguer era utopista porque con su máxima ¿¿¿Dictadura??? ¡¡¡Ni la del proletariado!!! caían en posiciones anarco-posibilistas al negar el poder en sí (el anarquismo también niega la dictadura del proletariado), y el poder revolucionario en concreto, no así el poder de la burguesía bajo la forma más democrática, a la que no se consideraba ya como una dictadura de clase. Como vemos, el rechazo de la dictadura del proletariado conduce de inmediato, por la lógica de la ideología jurídico burguesa a revisar la misma idea de la dictadura de la burguesía, del Estado como instrumento de dominación de clase.

Se caía ayer, lo mismo que hoy, en el fetichismo del Estado (ver apartado 3. ¿A quien sirve el Estado?) renegando de su carácter de clase y callendo en la ideología jurídica burguesa, llegando a la pelegrina conclusión de que romper el Estado pasa por desarrollar el Estado democrático haciéndole asumir su función social, con lo que la lucha revolucionaria contra el Estado, no sería una lucha contra el Estado actual, sino por el desarrollo de sus funciónes universales, no para desvelar su carácter de clase, sino para arrancarlo tal cual esta de las manos de la clase dominante, para imponer el predominio de lo público sobre los intereses privados en las tareas del Estado, de ahí consignas de que el Estado recobre su libertad y universalidad. Pero aquí lo que se nos ofrece es la tesis burguesa del Estado como algo más que la lucha de clases, que el objetivo pasa por romper los límites de clase para cumplir sus funciones universales democráticas. Esa es la variante reformista de la IIª Internacional, la propuesta eurocomunista, y la nueva izquierda de hoy.

Se cae en la ideología burguesa en el momento en el que se admite que el Estado en cualquiera de sus funciones pueda escapar a la determinación de clase, de que puede representar un servicio publico y representar los intereses de la sociedad entera antes que los de la clase dominante, conduce a admitir igualmente de que tanto explotadores como explotados tienen intereses en común (colectividad nacional, etc). En realidad, para el marxismo-leninismo es imposible disociar el reconocimiento de la lucha de clases y la naturaleza de clase del Estado, por muy democrático y social que sea, de donde se desprende la necesidad de la dictadura del proletariado.

La estrategia eurocomunista hacia el socialismo no pasaba ya por un proceso revolucionario marcado por etapas que desembocase en un poder proletario de carácter socialista. La estrategia pasaba por conseguir que la democracia burguesa fuera coherente consigo misma, que se garantizaran los principios originarios de la democracia burguesa, que la soberanía del pueblo fuera real y no una falacia. Según la estrategia eurocomunista, era dentro de lo posible (vía democrática, legal y pacífica) lo más deseable, un mundo de hadas, un cuento de los hermanos Grimm, pero en este caso y a la vista de los resultados sin un final feliz.

En la estrategia eurocomunista los aliados de la clase obrera, ya no serían sólo las clases o fracciones denominadas populares (pequeña burguesía, campesinado, intelectuales, profesionales, etc.) sino también ¡¡¡la propia burguesía!!!. Así rezaba la estrategia de compromiso histórico, la alianza de la “mayoría democrática” en abstracto, con la democracia cristiana en Italia, y con la UCD en España. Era el fracaso de la propuesta revolucionaria, porque ¿acaso puede la burguesía admitir un programa político que declare que su objetivo principal es acabar con su dominación, con ella misma y con el proletariado?. En eso consistió la propuesta “revolucionaria” eurocomunista, en promover como un absurdo lo que no está dispuesto a admitir ni por pacto ni consenso democrático en abstracto la propia burguesía, ni la supresión de las clases, ni la desaparición de la fuente de su dominación y acumulación de capital: el proletariado.

En el XXII Congreso del PCF (1976), la “vía democrática al socialismo” planteaba que en un país como Francia, donde el capitalismo ya había entrado en su fase monopolista de Estado, el gran capital estaría aislado, que la unión de todos los trabajadores y las “capas sociales no monopolistas” sería un hecho, y que ello haría inútil la dictadura del proletariado y que la única vía posible y necesaria sería la “vía democrática” o “vía pacífica”. De esta manera se echaba por tierra todo lo analizado por Lenin y el propio Gramsci sobre el capitalismo en Occidente como sociedad mucho más robusta y menos gelatinosa, donde el Estado es la trinchera avanzada tras la cual se halla una robusta cadena de fortificaciones y terraplenes donde el capital dispone de más medios ideológicos, culturales y económicos de dominio sobre esa “gran unión no monopolista” y sobre el propio proletariado (aristocracia obrera y reformismo). Y se echaba por tierra todo lo que Marx en la Crítica del Programa de Gotha analizara sobre la socialización de los medios de producción en posesión de los capitalistas, que sólo puede lograrse contra la inevitable reistencia de la burguesía mediante la violación despótica del derecho de propiedad, para cuya puesta en práctica sólo es viable por medio de la dictadura revolucionaria del proletariado.

En Gramsci, tan manipulado por los eurocomunistas, no existe una diferencia con Marx ni con Lenin de que la violencia directa sea el elemento central del aparato del Estado y del mantenimiento del orden capitalista, fundamentalmente en épocas de crisis. El gran desarrollo de los aparatos ideológicos, la corrupción política y la existencia de una aristocracia obrera sobre la que aplicar el consenso de clases bajo la fase imperialista, no cuestiona el papel central de la violencia en el ejercicio de la dictadura de clase de la burguesía. Es un absurdo atribuir a Grasmci, tal y como hace el “eurocomunismo” que la constitución de un bloque histórico revolucionario encabezado por la clase obrera que logre extender su hegemonía sobre el conjunto de la sociedad, se produzca por arte de magia, una retirada o debilitamiento del aparato de coerción del Estado. Nada de esto encontramos en Gramsci, ni en la realidad histórica. Precisamente Gramsci dice todo lo contrario que el eurocomunismo, que en Europa central y occidental la lucha de clases se complica con todas estas superestructuras políticas creadas con el desarrollo más avanzado del capitalismo, lo que hace más lenta la acción de las masas y exige al partido comunista una estrategia y una táctica más complicada que la que necesitaron los bolcheviques en la revolución rusa de marzo a noviembre de 1917 (La concepción del Manifiesto).

La participación del PCF en los gobiernos de Mitterand y Jospin mostraron en vez de un “socialismo original”, y un “debilitamiento” de los aparatos del Estado, la desregulación del mercado de trabajo, la reducción de la Seguridad Social, la eliminación de las cláusulas de actualización salarial, la privatización de empresas públicas, el apoyo de los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia, etc. El siglo XX nos ha demostrado que la teoría que pretende modificar la correlación de fuerzas en los parlamentos burgueses ha sido un fiasco. Bernstein, Kautsky, Browder, Kruschev, Berlinguer, Marchais estaban equivocados. Lenin en la controversia con Kautski en 1918 (La revolución Proletaria y el renegado Kautsky)insistió en el hecho de que un parlamento burgués no puede convertirse nunca en un órgano de la democracia obrera por su sometimiento a la bolsa y a los banqueros, que la utilización del parlamentarismo burgués por el partido revolucionario no puede hacernos olvidar su carácter históricamente limitado y condicional. La vía parlamentaria hacia el socialismo nace de la ilusión de que el capital, los Krupp, Rockefeller, Peugeot, etc., se apartará hacia un lado voluntariamente y que confiará sin resistencia alguna sus aparatos estatales a la clase obrera cuando ésta tenga suficiente representación parlamentaria. Lenin sabía bien que ni el parlamento ni las elecciones son determinantes, sino un frente de lucha. Todo lo que obtuvo el movimiento obrero, lo obtuvo de sus propias fuerzas, el derecho de organización, de huelga, las vacaciones retribuidas, la semana de 40 horas y la seguridad social fueron arrancadas por la lucha de la clase obrera y no mediante el trabajo parlamentario. Precisamente la resistencia antifascista primero y la amenazante situación revolucionaria en Europa tras la IIª Guerra Mundial provocó la introducción del modelo renano de seguridad social en Occidente para frenar la revolución socialista. Fue así como el Estado de bienstar que incluía la extensión de la Seguridad Social se convirtió en una de las principales conquistas de la clase obrera. Sin la lucha armada de los guerrilleros y sin el auge del comunismo en el plano internacional, no se habría hablado de Estado de bienestar en muchos países de Europa, aunque ello constituyera una concesión del capitalismo para prevenirse contra el socialismo.

En coherencia con el marxismo-leninismo la conquista de una mayoría parlamentaria (vía pacífica) no es una vía con posibilidades de acceder al socialismo, ya que si ésta se diera tal y como se ha demostrado, la transición dependería en la capacidad de esa fuerza social mayoritaria y su vanguardia política en transformar el contenido democrático-burgués de las instituciones y desmontar el aparato burocrático-militar del Estado capitalista. Contrapongamos dos ejemplos concretos. Si mientras el gobierno del Unidad Popular de Salvador Allende en Chile no pudo acceder al socialismo aunque ese era su objetivo político, el socialismo del S.XXI propuesto por Chávez en Venezuela va por ese camino: transformación del Estado burgués en poder socialista y del ejército burgués en anti-imperialista y revolucionario. Y aún así, ese tránsito pacífico es relativo, ya que bajo el contexto del imperialismo (EE.UU., potencia dominante) los poderes económicos e ideológicos de la burguesía, desplazados del poder político no han dejado ni dejarán de golpear por todos sus medios, para muestra el último referéndum en el que se planteaba reformar de nuevo la constitución para contemplar la transformación socialista de Venezuela, donde la burguesía ganó en un primer envite con un resultado pírrico gracias a las divisiones internas del movimiento bolivariano.

Es necesario hoy recordar este debate, porque hoy se está volviendo a caer en sectores de la izquierda denominada como transformadora en la misma trama argumental de algo que como práctica política y estrategia revolucionaria para Europa occidental, sembró el más rotundo y sonado fracaso. No fue el carácter de clase y de masas de los PCs los que determinaron la recomposición capitalista de la crisis ante las situaciones revolucionarias que se dieron, y que se esfumaron como la niebla, sino la estrategia eurocomunista, la estrategia equivocada que desfiguró la práctica política de la clase obrera y convirtió al Partido de dirigente de masas en maquinaria electoral de cuadros especializados en la actividad institucional y militantes pega-carteles.

Se volvía a resucitar a Kautsky quien basaba toda acción política centrada en aumentar la influencia electoral y mejoras en la legislación social, creyendo que de ésta manera que se aislaba a la burguesía utilizando su propia democracia liberal, considerando la actividad legal e institucional como la única posible, provocando la división social en el seno del partido, donde primaron los especialistas y cuadros sobre el conjunto de la militancia que dejó de estar formada intelectual y políticamente cayendo en las teorías sociológicas de Mosca, Pareto y Weber quienes consideraban a la democracia liberal como un medio para formar a las élites dominadoras de las masas, donde la militancia de base (mayoritariamente obrera), estaba destinada a la obediencia ciega de sus líderes (mayoritariamente pequeño burguesa), y al trabajo manual (pega carteles, reparto de programas electorales, etc.), introduciendo dentro del partido una división del trabajo que no era técnica sino de contenido social.

Recordemos que cuando Kautsky admitía la conquista del poder sin destruir la máquina del Estado. Lenin se le oponía:

“…Justamente aquello que en 1872 Marx declaraba “anticuado” en el programa del Manifiesto comunista es lo que Kautsky resucita…Kautsky se pasa del marxismo al oportunismo, pues en él desaparece…esta destrucción de la máquina del Estado, de todo punto inaceptable para los oportunistas, y se les deja a éstos un portillo abierto en el sentido de interpretar la conquista como una simple adquisición de la mayoría” (24).

Para Lenin el oportunismo aun admitiendo la conquista del poder, no habla de la naturaleza de clase del aparato de Estado y por tanto de la destrucción del aparato de Estado de la burguesía, manteniendo la ilusión de que tanto la burguesía como el proletariado pueden ejercer el poder a través de un mismo aparato de Estado.

Sin el aparato de Estado, sin la fuerza armada, sin la administración, sin el aparato judicial y todos los aparatos ideológicos, la burguesía como clase dominante hoy no podría lograr unificar sus intereses de clase, conciliar sus contradicciones internas y llevar una política unificada respecto a las otras clases de la sociedad. El aparato de Estado no es una simple organización de la clase dominante, sino también una organización de la dominación de clase, de hegemonía, en la que se ven objetivamente atrapadas también las clases explotadas y oprimidas.

Por eso es necesaria una política de alianzas de la clase obrera. No hay ni habrá dictadura del proletariado si la clase obrera no arrastra consigo para tomar el poder al resto de clases y fracciones oprimidas por la burguesía, sino logra tejer con esas masas sólidos lazos políticos e ideológicos.

Por eso también es necesario un aparato de Estado nuevo que convierta la actividad política no como un negocio de especialistas y lobistas de la burguesía, sino el negocio de las masas, como por ej. hizo el Estado soviético en todas las cuestiones de política general (decreto de la paz contra la guerra, la tierra y el control obrero de la producción).

El dilema del debate que se nos vuelve a presentar hoy, es dictadura de la burguesía o dictadura del proletariado y no democracia o dictadura a secas. La cuestión es el carácter de la democracia, es democracia obrera y no vía democrática como única opción de avance al socialismo. La democracia burguesa es la democracia político-económica de una minoría y la dictadura para la mayoría del pueblo, mientras que la dictadura del proletariado significa la democracia de la mayoría del pueblo y la dictadura para la minoría de la sociedad, la clase capitalista. No se puede falsear el término de las palabras, democracia no es libertad, armonía y paz, desligada del Estado, lo mismo que no toda dictadura es violencia y negación de la libertad y la democracia para la mayoría.

Falsear los términos no es un buen razonamiento marxista-leninista. Si se oculta lo fundamental del carácter de la democracia, la cuestión del poder político, se confunde a la democracia como a un simple entramado de instituciones políticas y se rehuye de que la cuestión no es que las instituciones sean más democráticas o más dictatoriales, sino el carácter de clase del poder político, del Estado, que puede vehicular con instituciones democráticas tanto como instituciones no democráticas (fascistas, bonapartistas, presidencialistas, etc.), las cuales son formas de dominación diferentes del mismo Estado de clase.

La explotación capitalista entraña de forma inevitable la dictadura de clase de la burguesía, y descansa sobre ella, sean cuales sean las formas, desigual o abiertamente represivas; y por ello resulta imposible destruir las bases de la dictadura de la burguesía sin emprender la destrucción del aparato de Estado existente, que tal cual está no puede ni podrá funcionar al servicio de los trabajadores. Si realmente creemos poder luchar por la democracia real, de las masas, de la mayoría obrera y popular, sin pasar por la dictadura del proletariado, estaremos negando la existendia de la dictadura de la burguesía y el papel del aparato de Estado como instrumento de opresión. ¿Corresponde esa realidad con las luchas de la clase obrera en la Europa, Norteamérica y el Japón neoliberales?. Mas bien los hechos dicen que no.

4.3.1 Elementos universales de la dictadura del proletariado

Lenin decía que para ser marxista no basta con limitarse a reconocer simplemente la lucha de clases, sino que únicamente es marxista quien exiende el reconocimiento de la lucha de clases al de la dictadura del proletariado. Sin la conquista del poder político, sin la dictadura del proletariado es imposible el triunfo del socialismo, ahí es donde los líderes revisionistas desde la IIª Internacional han sometido a la revisión del marxismo negando renegando de este punto. Ya muy tempranamente Marx y Engels destacarían este tema en el Manifiesto del PC dejando clara la necesidad de utilizar la dominación política para arrancar todo el capital y centralizar los medios de producción en el Estado del proletariado organizado como clase dominante, y aumentar las fuerzas productivas, lo que significa de hecho crear un nuevo modo de producción.

La posición contraria a la dictadura del proletariado dentro del campo “marxista” es una postura metafísica, dado que no entiende la relación dialéctica establecida entre lo específico y lo universal, sacrifica lo universal a lo específico, cayendo en el empirismo. Pero, es también un error caer en la posición contraria, negando lo específico y lo particular en aras de lo universal, negando la experiencia concreta. La posición dialéctica es la unión entre lo universal como tendencia y lo particular como expresión y plasmación de la actividad práctica de la tendencia, que se da en un marco histórico-concreto de la lucha de clases.

La dictadura del proletariado es lo universal y general dentro de la teoría marxista-leninista de la lucha de clases. Lo que de hecho no niega la forma particular y específica de concretarse en cada nación y en cada etapa histórica: comuna de París, soviets de diputados obreros y campesinos, democracia popular, etc. En este sentido, no podemos identificar la dictadura del proletariado con un modelo de socialismo, como por ejemplo el de la URSS. La dictadura del proletariado no es el orden político establecido en tal o cual país, no es una forma de gobierno, ni tan siquiera un régimen socio-económico concreto. Precisamente el orden político de la URSS supuso una degeneración posterior de las bases constituyentes del poder soviético, el cual expresaba inicialmente en lo concreto, una forma similar a la Comuna de París. La dictadura del proletariado no es un esquema de instituciones políticas, sino el carácter de clase del poder político, que puede adoptar diferentes formas en función del desarrollo histórico-concreto de la lucha de clases (régimen de partido único o pluri-partidismo).

Lo fundamental de la cuestión del poder político del Estado es la clase que detente el poder, y no las formas institucionales de ejercerlo (régimen político), que son condicionadas por la forma en que se ha llegado al poder: cerco imperialista o contrapeso internacional revolucionario, contrarrevolución interna o desenvolvimiento pacífico, proletariado como fuerza dirigente y principal, o proletariado como fuerza dirigente pero no principal (clase menos numerosa), etc.

Tampoco podemos negar los aspectos universales de la tendencia histórica, distinguiendo las situaciones histórico-concretas diferentes en las que se han dado los regímenes socialistas (Cuba, URSS, etc) para concretar una estrategia y táctica diferente en Europa occidental que en el fondo niega la cuestión de la dictadura del proletariado. Es decir, se plantea primero la forma deseable de socialismo (en libertad, vía pacífica, legalista, parlamentaria, etc.), universalizando la forma, para luego plantear su realización, cayendo en el utopismo y el posibilismo político, falseando la propia realidad: la imposibilidad de la estrategia deseada y soñada.

Precisamente la experiencia histórica nos enseña que es el resultado de la lucha de clases en la coyuntura concreta la que provoca la forma concreta en que se expresa la dictadura del proletariado, con avances y retrocesos, con formas políticas y económicas imprevistas, etc. Así debemos de entender las diferentes formas económicas y superestructurales en que se han dado los procesos revolucionarios de carácter proletario, como efecto directo de la lucha de clases, de la lucha entre poder obrero y poder burgués, entre imperialismo y socialismo (dualidad de poderes a nivel concreto y mundial), elementos de la contradicción en su unidad que no siempre empujan el proceso histórico de forma lineal.

No es que la dictadura del proletariado sea violenta en sí misma, sino que la lucha de clases es lucha y violencia política. No es que la dictadura del proletariado sea una degeneración del poder político de la clase obrera, sino que el desarrollo de la lucha de clases no es recta ni ascendente, sino dialéctica con avances rápidos, rodeos imprevistos y hasta retrocesos. La existencia de un régimen pluripartidista o monopartido, no es una cuestión de principio, sino que depende de la forma de concretarse la lucha de clases en cada formación social y a nivel internacional.

Sobre la violencia, la historia enseña que las clases dominantes nunca están dispuestas a renunciar voluntariamente al poder, a la propiedad privada de los medios de producción, que les permite explotar a los trabajadores, y a sus numerosos privilegios. Por consiguiente, la revolución socialista va ligada necesariamente a la violencia revolucionaria, al derrocamiento violento del régimen capitalista.

Pero la violencia no es siempre la misma. Hay violencia que supone el empleo de las armas, la guerra civil y la intervención extranjera, pero también hay violencia de orden “pacífico”, político-administrativo y económica, como la expropiación o limitación de la propiedad privada, la privación de derechos políticos a las clases explotadoras, la incorporación coercitiva de los explotadores al trabajo, etc. Esta violencia es inevitable en la revolución socialista, ya que el socialismo no puede triunfar sin la coerción económica y política. Sobre la revolución por medios pacíficos Engels en Principios del comunismo dijo que los comunistas serían los últimos en oponerse a la conquista del poder por medios pacíficos, puntualizando que el apego al poder de las clases dominantes lo impiden.

Por tanto, la dictadura del proletariado es necesaria, en primer lugar, para vencer la resistencia de las clases explotadoras derrocadas, entregar al pueblo los medios de producción y defender y afianzar las conquistas revolucionarias contra las agresiones internas y externas del imperialismo. Tal es la primera tarea de la dictadura del proletariado, tarea que supone la violencia contra los explotadores, dictadura con relación a los enemigos del socialismo y autentica democracia de los trabajadores. La democracia proletaria amplia como nadie los derechos de los trabajadores, pero no puede extenderse a las fuerzas reaccionarias de la burguesía ni a los demás elementos que luchan por la restauración del capitalismo, hasta ahí llegan los límites de la democracia proletaria, y se causaría un daño terrible a la revolución socialista de no ser así.

Pero reprimir a la burguesía no es de por sí el objetivo del proletariado, su tarea principal es la de construir el socialismo, crear la economía socialista y educar a los trabajadores en el socialismo. La dictadura del proletariado es el poder de los trabajadores dirigido por la clase obrera y que tiene como fin la construcción del socialismo y si la clase obrera ha de recurrir a la violencia, se debe a la resistencia de las clases desplazadas, lo que no es culpa de la sociedad nueva, sino de la vieja, la capitalista.

4.3.2 Rasgos causales del partido único en la URSS

 A la experiencia soviética le marcó mucho el cerco imperialista y la intervención militar extranjera, porque durante el período anterior de la toma del poder los soviets funcionaban permitiendo la existencia en su seno de tendencias diferentes (bolcheviques, mencheviques, socialrevolucionarios, etc.) los cuales pugnaban en su seno para conseguir la mayoría de su línea política, incluso Lenin imaginaba el horizonte del poder soviético de la siguiente manera:

“1) elección pacífica de los diputados por el pueblo; 2) lucha pacífica del partido en el seno de los soviets; 3) verificación práctica del programa de los distintos partidos; 4) tránsito pacífico del poder de un partido a otro” (25),

prefigurando una forma política de dictadura del proletariado pluripartidista.

Por el contrario en el período posterior a la toma del poder con unos Soviets teniendo a los bolcheviques en mayoría, no habían problemas para implantar este modelo. El Comité Central panruso electo por el IIº Congreso de los soviets contaba con 62 bolcheviques, 29 socialrevolucionarios de izquierda y 10 mencheviques, e incluso se formó un gobierno soviético de coalición con los socialrevolucionarios, gobierno que expresara la alianza obrero-campesina, base social del nuevo poder. Pero la intervención imperialista arrastró a su campo a la mayor parte de las direcciones de las otras organizaciones políticas del proletariado y del campesinado que desertaron y renunciaron de los Soviets refugiándose como primer paso en la Asamblea Constituyente burguesa para luego abandonar la defensa de la revolución dejando solos a los bolcheviques pasando incluso formar parte de la contrarrevolución. Lenin nunca consideró a la dictadura del partido bolchevique como un modelo universal, sino incluso como una forma temporal impuesta por el atraso económico y la lucha de clases, donde el posicionamiento traidor de la socialdemocracia marcó un hito.

Lenin y la mayoría de los bolcheviques tenían claro desde el 25 de octubre de 1.917 que los mencheviques y los socialrevolucionarios de derecha, que estaban en contra del poder soviétivo, no podían entrar en el gobierno soviético. Después de la toma del poder por el partido bolchevique en Octubre, dejó a los partidos democráticos desarrollar su actividad, ejerciendo la represión sólo a los partidos y la prensa burguesa. En la primavera de 1.918 se disuelve el partido Kadete, y su publicación (Svoboda Rosii) no desaparece hasta después del verano, cuando la intervención imperialista adquiere toda su dureza donde

“ya no es posible tolerar la aparición de un periódico que es el portavoz de las tropas enemigas” (26).

actividad del partido Kadete y su organismo de prensa propagaba no sólo a la mera lucha ideológica sino la acción armada a favor de la contrarrevolución.

Con respecto a los partidos democráticos (mencheviques y socialrevolucionarios), los bolcheviques no sólo no los prohíben al inicio de la guerra, sino que intenta conseguir su implicación directa en el gobierno soviético:

“El C.C. afirma que, sin excluir a nadie del II° Congreso de los Soviets de Rusia, aún hoy está completamente dispuesto a hacer volver a quienes se fueron y reconocer la coalición de éstos dentro de los límites de los soviets; por consiguiente, son absolutamente falsos los rumores de que los bolcheviques no quieren compartir el poder con nadie” (27).

Al final de las negociaciones los bolcheviques llegan a un acuerdo el 12 de diciembre de 1.917, formándose un gobierno de coalición compuesto por 11 bolcheviques y 7 socialrevolucionarios de izquierda, gobierno que sólo dura 2 meses a raíz de la oposición de los socialrevolucionarios a la paz con Alemania.

La política del partido bolchevique hacia el resto de partidos democráticos, obedecía a la actitud de éstos hacia la aceptación u hostilidad frente al poder soviético, y la urgencia de la defensa frente a la agresión imperialista y blanca.

El partido SocialRevolucionario es el que mayor hostilidad toma contra los soviets, que ya durante el gobierno provisional burgués asemejaba su política junto a la del partido kadete oponiéndose al reparto de tierras y al poder soviético, que le lleva inmediatamente después de la toma del poder por los bolcheviques a organizar acciones armadas junto a cosacos y alumnos de las escuelas militares, emprender acciones terroristas apoyando abiertamente la contrarrevolución. Su prensa es censurada en marzo de 1.918. Los socialrevolucionarios de izquierda, cuya base social es el campesino medio y pobre, se separan del partido SocialRevolucionario en el momento que éste apoya la contrarrevolución. En cuanto a los mencheviques inicialmente sólo se censura a los que llevan a cabo una actividad antisoviética, mientras se tolera la organización de aquellos que centran su actividad en la lucha ideológica.

Incluso el recurso a privar de derechos electorales a una parte de la población, los explotadores que apenas suponían el 3% del censo, se consideraba un recurso de carácter provisional, no permanente, ya incluso en 1.919 Lenin en plena guerra de intervención extranjera preveía la necesidad aplicar el sufragio universal sin ninguna restricción en un futuro más próximo tras el cese de la invasión exterior y la expropiación de los expropiadores. La nueva Constitución de la URSS de 1.936, contemplaría tal indicación.

Con el desarrollo de la contienda militar se incrementa la actividad contrarrevolucionaria de mencheviques y socialrevolucionarios que llevan a cabo negociaciones con los gobiernos imperialistas, lo que justifica la represión en el terreno no sólo político-mititar sino en el terreno ideológico con la prohibición de la prensa de los partidos democráticos.

Al margen de la coyuntura historico-concreta Lenin sólo se pronunciaba por la prohibición de la prensa burguesa y la libertad de la prensa democrática a organizaciones políticas y sociales que aceptan el sistema soviético, otorgando el derecho a grupos de ciudadanos soviéticos (no inferior a 10.000) de disponer sus órganos de expresión propios con los medios materiales necesarios. La dificultad de llevar a cabo esta política bajo la coyuntura de la agresión imperialista, y la implantación del partido único después en la guerra, obedece más a la actitud llevada a cabo por la gran mayoría de mencheviques y socialrevolucionarios de apostar por el derrocamiento del poder soviético por métodos ilegales colaborando con la contrarrevolución (rehusando de las nuevas relaciones políticas emanadas de la revolución), que a una voluntad o “táctica” del partido bolchevique, cuya tentativa inicial fue la de conceder a los partidos democráticos su lugar propio en las relaciones políticas soviéticas que se edificaban.

Rosa Luxemburgo a pesar de las diferencias mantenidas con Lenin respecto a la relación del partido con las masas, fue concluyente sobre la coyuntura en la que se batía la revolución soviética, donde también advertía de no hacer de la necesidad virtud:

“En las terribles condiciones en que se produjo la revolución sería exigirles algo sobrehumano a Lenin y sus camaradas que en tales circunstancias pretendieran aplicar la democracia mas clara, la dictadura del proletariado más ejemplar y una floreciente economía socialista. Por su definida posición revolucionaria, su fuerza ejemplar en la acción, su inquebrantable lealtad al socialismo internacional, hicieron todo lo posible en condiciones endiabladamente difíciles” (28).

 4.3.3 El bloqueo de las revoluciones por la correlación mundial capitalismo/socialismo

      Lo mismo que en la pugna entre las clases dentro de un país la relación entre capitalismo y socialismo a nivel mundial, es fruto de una dialéctica interna y no externa. No existen las clases sin lucha separada cada una en su redil, es la dialéctica lo que impera y no la metafísica. El desarrollo desigual de la lucha de clases que se da a diferentes niveles, tanto mundial como en las distintas formaciones sociales, en lo particular, hace imposible predecir o idealizar en los programas políticos la forma que nos gustaría de socialismo y ejecutarla alegremente sin adversidades.

Un ejemplo claro de lo que decimos fue el desarrollo de la guerra fría después de la IIª Guerra Mundial, que llegó a bloquear aquellos procesos revolucionarios y de dictadura del proletariado en Europa Occidental porque la contradicción capitalismo/socialismo predominaba sobre otras de carácter particular y nacional, dando al traste con tales procesos allí donde los comunistas eran mayoría por medio de las urnas, pero donde el imperialismo anglonorteamericano no permitía el desarrollo pacífico y legal de los procesos de transformación social.

En la vía italiana al socialismo promovida por Togliatti no fue la condición del partido de masas la que impuso tal estrategia, sino las condiciones mundiales de la lucha de clases, con la presencia militar del imperialismo yanqui, y en su efecto las decisiones estratégicas, erróneas o no, que en aquel momento se llevó acabo por la URSS y los propios PCs de Europa Occidental, a pesar de las situaciones revolucionarias que se daban.

Por tanto los procesos revolucionarios que se dieron en Europa tras la IIª Guerra Mundial fueron condicionados por una situación peculiar de la lucha de clases, influenciada por la carrera militar hacia Berlin. Precisamente el 2° frente se abrió en junio de 1.944 y no antes, por el avance del ejército soviético. La URSS tenía entonces ante sí dos vertientes:

a)     Convencer al resto de los aliados de que se retiraran de Europa Occidental, al mismo tiempo que ellos de Europa Oriental, para que los procesos nacionales se resolviesen de forma democrática y sin la presencia militar e injerencia externa.

b)     Mantener bajo paraguas militar la influencia y ayuda externa para impulsar los procesos revolucionarios en el Este.

La primera vertiente era imposible, ya que el imperialismo yanqui no permitía que culminaran los procesos revolucionarios en suelo ya ocupado, de ahí la rápida restauración del capitalismo en países de Europa donde los comunistas resistentes eran hegemónicos en el movimiento anti-fascista, donde existían fuerzas populares capaces de iniciar transformaciones revolucionarias, y Partidos Comunistas de masas (el PCF en Francia en 1.946 ya contaba con 1 millón de militantes y en el V° Congreso del mismo año en Italia el PCI contabilizaba 1,7 millones). En este sentido, fué sintomática la situación de guerra civil de 4 años en Grecia (1.945-49) donde el KKE (Partido Comunista Griego), reorganizó la resistencia contra el poder burgués y la ocupación británica. Al final la ruptura de la ayuda yugoslava al KKE con el cierre de la frontera y la intervención del imperialismo yanqui declinó la balanza a favor de la contrarrevolución.

A la URSS no le quedaba otra que llevar adelante la segunda vertiente, ya que geográficamente Europa no se podía volver del revés, y porque de lo contrario no sólo hubiera supuesto la pérdida de la revolución en Occidente que subjetivamente estaba más madura una vez acabada la guerra, sino también en Oriente. Sobre paradojas de la historia se exportaba la revolución en aquella parte de Europa donde los comunistas no tenían hegemonía (Alemania Oriental y Polonia), y se desarrollaba en otros donde sí eran mayoría, los paises balcánicos y también en Checoslovaquia donde en mayo de 1.946 obtuvieron el 38% de los votos, siendo el primer partido del país, y en Hungría la alianza de comunistas y socialistas obtuvo en 1947 el 61% en las elecciones de agosto.

La coyuntura internacional de la lucha de clases fue la determinante de tales procesos revolucionarios. Tal fue así que aunque los acuerdos de Yalta contemplaban el derecho de todos los pueblos a escoger su forma de gobierno, y elecciones libres, este apartado nunca sería cumplido por el imperialismo anglonorteamericano. Mientras, la URSS sí cumplió de inicio sus contenidos, ya que apoyó las elecciones en Hungría, Finlandia, Austria y Bulgaria, retiró el ejército rojo de Checoslovaquia, respetó su compromiso de no intervenir en Italia, Grecia y Francia, estando dispuesta a coexistir con el sistema capitalista, exigiendo la retirada del cordón sanitario y la política hostíl hacia la URSS. Por el contrario, Truman a coro con Churchill en Fulton (1.946), iniciaban su política de guerra fría, nueva versión del pacto anti-Komitern, recuperando la estrategia de 1.919, de hacer fuerte a Alemania con la creación de la RFA para combatir a las organizaciones populares y comunistas.

Frente al aumento de la conciencia progresista que la lucha contra el fascismo había generado en Europa junto a la bancarrota del imperialismo colonial en Asia y África, hicieron cambiar de táctica al imperialismo para frenar el avance revolucionario mundial. En Francia el gobierno socialdemócrata (SFIO) de F. Gouin en 1.946 se alinearía a la coalición de la guerra fría. En 1.947, los comunistas en Italia, Bélgica y Francia eran expulsados de los gobiernos de coalición. Yanquis y británicos intervenían en la guerra civil de Grecia, rompiéndose los acuerdos de Yalta y forzando de forma inevitable la extensión soviética en Europa oriental.

Tampoco debemos olvidar que el 10 de marzo de 1.952 Stalin propondría la retirada total de toda Alemania si el oeste aceptaba que la nueva Alemania reunificada fuese neutral, desmilitarizada y la actividad libre para todos los partidos políticos, incluido el comunista. El canciller Konrad Adenauer fiel a los intereses de la guerra fría y el imperialismo alemán rechazó la oferta, no estaba dispuesto a permitir que Alemania quedara como nación neutral y que ello imposibilitara su resurgimiento imperialista, ni estaba dispuesto a legalizar al KPD.

Ya antes de finalizar la guerra contra el nazismo, la IIIª Internacional tuvo que ser disuelta en 1.943 para acallar la propaganda nazi que entonces abogaba por la unidad con los aliados para frenar el peligro bolchevique sobre Europa (29), y también fue disuelta para facilitar la labor entre las masas de los partidos comunistas en ámbitos nacionales donde eran perseguidos, sin abjurar del internacionalismo proletario, y con el objetivo a medio plazo de refundar de la Internacional Comunista sobre una base más amplia (30). El número de comunistas crecía, antes de la IIª Guerra Mundial no pasaba de los 5 millones, mientras que en 1952 pasaba de 25 millones de comunistas en todo el mundo.

Mientras la población de EE.UU se creía en paz, y el prestigio de la URSS y los comunistas crecía, los preparativos para la guerra fría se intensificaban de forma encubierta, aun sabiendo se antemano de que la URSS no iba a anticipar ningún conflicto hasta que este no estallara y que su mayor temor era el cerco económico. La única arma que se le otorgaba a la URSS era la subversión política e ideológica. La administración Truman apostaba por la recuperación del clima de reacción conservadora predominante en la Europa de los 30, identificando a la URSS como su adversario. Un año después del discurso anticomunista de Churchill en Fulton, Truman expondría tales ideas en el congreso de los EE.UU. (marzo de 1.947). La política de guerra fría se extendió también a latinoamérica, en Chile en 1947 el Partido Comunista tuvo el 42% de los regidores en las elecciones municipales, la doctrina Truman convenció al presidente González Videla a ilegalizar a los comunistas (ley de la defensa de la democracia).

Bajo la hegemonía de los EE.UU. se recompuso el sistema financiero (Conferencia Breton Woods) donde se fundaron el FMI y el Banco Mundial, y el sistema comercial con el GATT (1.947), iniciando el plan de reconstrucción de Europa (Marshall), reforzar el dominio en Latinoamérica, asegurarse el control estratégico de territorios y materias económicamente importantes y cercar militar y económicamente a la URSS. Los EE.UU. pretendían a través del Plan Marshall fortificar el capitalismo en Europa a cambio de ayuda económica, lo que contó con la oposición de la URSS. Entre 1.950-58 el índice de producción industrial se multiplicó por este orden en los países beneficiarios de la ayuda: Grecia, Yugoslavia, España, Italia, Francia y Gran Bretaña (31). El Plan Marshall (abril 1946-julio 1952) introdujo el capital yanqui en las economías europeas, lo que hizo aumentar la dependencia de Europa Occidental de la producción yanqui, permitió al capital yanqui encontrar una salida a la depresión y se utilizó para contrarrestar el ascenso del comunismo mediante el alivio inmediato de la miseria.

En el ámbito militar los EE.UU. fundaron la OTAN (1.949), y tras el ANZUS (1.951) el Tratado de Defensa Colectiva del Sureste Asiático (SEATO-1.954), acuerdos bilaterales con regímenes fascistas, Corea del Sur y España (1.953), Formosa (1.954), la creación del ejército de la RFA y la instalación de una potente red de bases militares yanquis por el mundo. Como medida defensiva la URSS y las democracias populares organizaron el Pacto de Varsovia (1.955). Como sabemos el final de la guerra fría no ha supuesto la desaparición de la OTAN, ni el repliegue de las fuerzas USA por el mundo.

La política de guerra fría continuó con la caza de brujas en EE.UU. contra los comunistas (donde el PCUSA contaba con casi 1 millón de militantes) decretada por el senador Mckarthy y la ley Taft-Hartley que impedía el acceso de los comunistas en los sindicatos.

La estrategia global de la guerra fría se diseñaría en 1.948 a través de las instrucciones planificadas en el Consejo de Seguridad de EE.UU., la cual contenía los siguientes aspectos:

  • La derrota del comunismo y sus fuerzas es vital para la seguridad nacional.
  • Programa contra la amenaza comunista en EE.UU.
  • Respaldo a la UEO, expansión como asociación de Estados anti-comunistas.
  • Ayuda a aumentar potencia militar de naciones no comunistas.
  • Ayudar a otros gobiernos a suprimir la amenaza comunista.
  • Sufragar a través de empresas privadas movimientos sindicales no comunistas. Cuestión que se aplicaría tambien hacia partidos políticos, como por ej. las fundaciones de la RFA, Adenauer (demócratacristianos), Neuman (liberales) y Ebert (socialdemócratas), cooptando líderes anticomunistas.
  • Desarrollo del movimiento clandestino en Europa Oriental.
  • Acabar con los soviets y dividir a la URSS en Estados independientes y liquidar al partido comunista.

Esta estrategia fue llevada a cabo como sabemos hasta el final, y ningún gobierno de EE.UU. la abandonaría (32). Todos los presidentes de EE.UU. desde Truman hasta Bush, la confirmarían. A la guerra fría los EE.UU. destinaron 5 trillones de dólares durante 43 años (1.948-91). Según Guenadi Ziuganov, actual secretario general del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), tras la crisis de Cuba el Consejo de Seguridad de EE.UU. elaboró un plan de desestabilización del régimen constitucional de la URSS, cuyo punto principal anunciaba la imposibilidad de destrucción de la URSS sin destruir antes al PCUS (33), y para ello lanzó una campaña de propaganda y hostilidad: presentar a la URSS como un imperio, equiparar a la URSS con el fascismo, desestabilizar la economía con la carrera de armas, impulsar el nacionalismo antisoviético, propiciar la ocupación de los medios de información para difundir propaganda anticolectivista, presentar el pasado histórico como una pesadilla de purgas y represiones.

Antes de la caída de la URSS Yuri Andropov, presidente del KGB, estimaba en 1977 que existía una profesión de disidente generosamente retribuida por los servicios especiales imperialistas: servicios secretos, grupos empresariales, fundaciones privadas y gobiernos imperialistas. Así lo presentaría un Informe de contraespionaje al Comité Central del PCUS en el que anunciaba la profundización de la campaña de EE.UU. en el interior de la URSS:

“Según los datos verificados por la KGB, la CIA de los EE.UU, estudiando los pronosticos de sus especialistas en lo que concierne al desarrollo de la URSS, trabaja últimamente sobre planes de profundización de su actividad hostil, dirigida en pro de la disgregación de la sociedad soviética. Con este pronóstico, el servicio de información americano se propone reclutar agentes de influencia entre los ciudadanos soviéticos, con el fin de formarlos y dirigirlos hacia puestos de decisión política, económica y científica en la URSS. La CIA ha elaborado un programa de formación individual de los agentes, previendo su actividad de espionaje, y reforzando su formación política e ideológica. Un aspecto primordial en la preparación de esos agentes es su formación en métodos de dirección de las ramas fundamentales de la economía socialista. Trabajando con persistencia en sus objetivos, la dirección del servicio de información americano no escatima en gastos, buscando personas que por sus cualidades personales y litúrgicas podrían asumir puestos de administración en el aparato dirigente, y llevar a cabo las tareas formuladas por el enemigo. La CIA espera coordinar y dirigir, a través de un centro ligado al servicio de información americano, la actividad de estos agentes aislados unos de otros, para hacerles aplicar en la vida la política de sabotaje de la economía socialista. La CIA opina que la actividad coordinada de los agentes llevará hacia la creación de dificultades precisas en la política interior de la URSS frenando el desarrollo de nuestra economía…Los responsables del servicio de información americano encargados del trabajo directo con sus agentes interiores consideran que este programa en curso de realización modificaría de forma significativa la calidad de las diferentes esferas de la vida de nuestra sociedad, y sobre todo de la economía, que llevarán a la adopción de los valores occidentales en la URSS…” (34).

Como parte de la estrategia de guerra fría, la Internacional Socialista (IS) sería reconstruida en 1.951 como contrapeso al creciente Movimiento Comunista Internacional, teniendo como base el SPD alemán, expandiendo su influencia desde Europa hacia Latinoamérica, Africa y Asia. En la RFA el peso relevante del KPD impulsó al Estado a ilegalizarlo en 1956 como parte de la ofensiva general de la guerra fría contra las organizaciones comunistas. Puestas así las cosas el SPD iniciaría una involución ideológica desde la prohibición del marxismo en su Congreso de Bad Godesberg (1.959) hasta la promulgación de la ley de las prohibiciones profesionales mediante la que se impide a comunistas ocupar puestos de trabajo en la administración (1.972), llevada a cabo por el gobierno del canciller Willy Brant, ¡¡¡dirigente del SPD!!!.

La expansión de la Internacional Socialista sería dirigida por la fundación Ebert como centro organizador y de financiación de nuevos partidos nacionales y actividades para la formación de cuadros de la socialdemocracia internacional. La revitalización de este tipo de partidos en países como Grecia, Portugal y España, fue vital para contrarrestar la hegemonía comunista en el movimiento obrero, sin olvidar además el papel que se jugó en Chile con la escisión del histórico partido socialista de un nuevo partido socialdemócrata patrocinado por la IS, y la posición proimperialista de partidos como el APRA a favor de la deuda externa, contra las propuestas del gobierno revolucionario de Cuba (nuevo orden económico internacional superador del intercambio desigual, condonación de la deuda externa). ¿Y quien dirigía la fundación Ebert?. Para que no haya dudas de su papel de lugartenientes de la burguesía en el movimiento obrero, la fundación Ebert la dirigían líderes del SPD a codo con representantes del gran capital de la RFA (Thyssen, Krupp. Volskwagen, Hoesch…).

La política de guerra fría también fue acompañada del revisionismo histórico con fuertes ataques a la lucha antifascista, para desprestigiar el papel de la URSS y los partidos comunistas nacionales. La CIA financiaría a través de las fundaciones Ford, Rockefeller y otras el Congreso para la Libertad de la Cultura, impulsado por el trotskista norteamericano James Burham donde participarían intelectuales europeos, entre los que destacaban Salvador de Madariaga (ministro de Lerroux -1.934- durante el bienio negro), Julian Gorkin, Víctor Alba (POUM), Bertrand Jouvenel (colaboracionista de los nazis durante la ocupación de Francia), George Orwell, Artur Koestler, etc. El objetivo era fomentar la división y oposición en la izquierda contra el comunismo, para ello era necesario atacar los dos hechos históricos del siglo XX que más influencia internacional alcanzaron en el movimiento obrero y democrático: la revolución soviética y la guerra nacional-revolucionaria en defensa de la IIª República, cuestionando la confraternización internacionalista hacia la revolución socialista y la república española (brigadas internacionales).

Intelectuales reaccionarios, renegados de la izquierda, anarquistas, trotkistas y anticomunistas en general comenzaron a funcionar en EE.UU. y Europa a partir de 1.945. Editoriales, revistas, becas universitarias, intercambios académicos, etc, se difundían a porrillo. Era el comienzo de la lucha ideológica del imperialismo en el campo enemigo, en la izquierda, en todos los ámbitos, político, cultural, etc. (35). Mientras esto sucedía, los combatientes de la brigada Lincoln que defendieron la IIª República en España eran perseguidos y defenestrados en los EE.UU.

En España la política de “guerra fría” y el anticomunismo supusieron una tabla de salvación internacional para el franquismo, que encontró eco en el PSOE y la CNT arropando la campaña anticomunista y rompiendo la unidad del frente anti-fascista. Dirigentes de la CNT (Luque y Leiva) ofrecían su apoyo a la monarquía. Prieto encabezaba la lucha por la liquidación del Gobierno republicano del exilio en apoyo a los monárquicos. En verano de 1.947 la Asamblea de delegados del PSOE votaría su retirada del Gobierno republicano presidido por el socialista Llopis, lo que significaba la liquidación del gobierno republicano en el exilio, acordando pactar con los monárquicos. La situación estratégica de España propició el apoyo de EE.UU. al régimen franquista como aliado y plaza para sus bases militares. Se liquidaba la posibilidad de que el franquismo desapareciera como consecuencia de la derrota del nazi-fascismo en la IIª Guerra Mundial. Por tanto, la política de unidad y resistencia antifascista del PCE (UNE) llevada a cabo por Jesús Monzón,que tenía como táctica la lucha guerrillera y de resistencia similar a la lucha antifascista contra la ocupación nazi en Francia, y el fascismo en Italia, fue desechada por las organizaciones de la izquierda española y las potencias aliadas, De Gaulle cerraría la frontera para impedir el acceso de los guerrilleros a la frontera pirenáica. A fines de la IIª GM el sentimiento unánime del exilio era la “reconquista de España”, nombre que la Agrupación de Guerrilleros españoles dieron a su periódico en Francia. El PCE impulsó la creación de comités de la UNE en toda España, como movimiento frentista que buscaba la pluralidad política. En 1945 ya habían 300 (F. Moreno Gómez). En este proyecto había un claro objetivo de recomposición del Frente Popular, y aunque no podían adherirse a la resistencia armada socialistas y anarquistas, ya que habían desechado oficialmente la vía armada, sí que muchos lo hicieron a título individual. La bandera de la resistencia estuvo básicamente en manos del PCE desde 1939 y tuvo hegemonía en la mayoría de las agrupaciones guerrilleras existentes. La derrota de la guerrilla no se debió a causas internas, errores de análisis, ni de programa, ni táctica, ya que la acción guerrillera fue subsidiaria de la esperada intervención internacional. La causa principal fue la inhibición de las democracias burguesas europeas. El PCE no hizo otra cosa que mantener su posición de resistencia que ya defendió al termino de la guerra en la última fase del gobierno de Negrín.En los años 50 el PCE abandonaría esta táctica de lucha antifranquista como frente principal.

La nueva guerra contra el comunismo (bloque socialista) no era de tipo convencional, sino de naturaleza política, económica y psicológica. Enfrentaba a Occidente con el comunismo, dando una dimensión religiosa, mística, revisionista y racista a la guerra fría, en este terreno todos los medios de comunicación eran totalmente movilizados en la labor de identificar el mundo libre con EE.UU. El problema real era el peso político-ideológico de los comunistas en Occidente, por lo que la lucha ideológica era necesaria complementarla de las acciones de terrorismo, y disponer para ello de redes clandestinas de sabotaje que escaparan a la autoridad de los gobiernos democráticos. La OTAN creada en 1.949 se dispondría de esta manera a contrarrestar el establecimiento de un gobierno comunista o progresista salido de las urnas, tal y como sucedería más tarde en Chile con la intervención de la CIA y la embajada yanqui (1.973).

En Europa Occidental los partidos comunistas italiano y francés utilizaron los métodos legales de lucha, cimentaron un potente movimiento obrero y sindical, arrancaron conquistas sociales importantes, el capitalismo respondió cediendo en aras de la paz social pero a su vez desarrolló estratagemas y trampas político-electorales, y tramas terroristas, para impedir el acceso de los comunistas al gobierno.

El terrorismo pasaría a ser la táctica y el arma contra el crecimiento comunista en los países de Europa Occidental y como penetración en los países de Europa Oriental. La operación Stay Behind o red Gladio realizada conjuntamente entre la OTAN y la CIA entre finales de los 40 y los 50 con la creación de organizaciones paramilitares anticomunistas en toda Europa sería descubierta años más tarde en Italia. El juez veneciano Felice Casson destapó la trama Gladio en 1.990, tejida entre la CIA, la Democracia Cristiana, el Estado italiano y exfascistas reconvertidos. La operación Gladio empezó a actuar desde los años 50 como red clandestina coordinada por la OTAN en varios países europeos. Sus objetivos eran frenar una supuesta invasión soviética como tapadera, pero el objetivo real mediante actos terroristas era impedir que los comunistas llegaran al poder en Europa Occidental. Durante 20 años Italia padece un terrorismo en gran escala dirigido por la CIA y los mandos de la OTAN. En la embajada de EE.UU. en Roma estaba destinado, como agregado militar, el coronel Vernon Walters, que mantiene contacto, a través de la red Gladio con fascistas italianos, franceses, españoles y portugueses. Los propios acusados en los procesos de la red Gladio confesaron que esta red sirve para evitar que el Partido Comunista llegue al poder en unas elecciones. Lo reconocen el general Vito Micelli ex jefe de los servicios secretos italianos y William Colby, ex director de la CIA (36).

En Italia hubo 2 redes Gladio, una de las cuales agrupaba a un plantel de 3.000 miembros de la ultraderecha. Los protocolos secretos de la OTAN estipularon la renuncia de los Estados miembros de perseguir ante los tribunales los crímenes que sus miembros realicen. Tales crímenes aparecían cometidos por miembros de la ultraderecha, nazis y fascistas reciclados por la OTAN. La operación Gladio fue ideada tras la IIª Guerra Mundial por la CIA y el MI6 (Servicio de inteligencia secreto del Reino Unido), para prepararse para una eventual invasión soviética, por medio de fuerzas armadas paramilitares de élite. Todos los países capitalistas poseían contingentes secretos sin el conocimiento del gobierno. Muchos nazis retirados fueron miembros de Gladio, que aceptaban sólo a militantes de extrema derecha. Gladio estuvo implicado en atentados terroristas, las masacres de Peteano (1.972), de la Piazza Fontana (1.969), de la estación de trenes de Bolonia (1.980), etc., en Italia. En Grecia las fuerzas de Gladio estuvieron involucradas en el golpe de Estado de 1.967. En Turquía la rama turca de Gladio se relacionó con la masacre de la plaza de Taksim, en 1.977 en Estambul y también con el golpe militar de 1.980. En Argentina, varios miembros de la junta militar de Videla eran miembros de Gladio, López Rega fundador de la Triple A, Alberto Lastiri y Eduardo Massera. En Mozambique el lider de FRELIMO, Eduardo Mondlane, fue asesinado por Aginter Press, el brazo portugués de Gladio. En Francia la OAS fue creada por miembros del equivalente local de Gladio.

Esta organización clandestina, conectada a la OTAN, tiene en España a través del CESED y más tarde el CESID, una significativa actividad. La ultraderecha italiana controlada por la CIA, actúa intensamente entre los años 60 y 80 en nuestro país, los cuales disfrutaron de protección policial y capacidad operativa para organizar sus atentados. Participan en los sucesos de Montejurra, en el atentado de El Papus, en la matanza de Atocha y otros. Su intervención en la guerra sucia contra ETA y su colaboración con la policía española se prolonga hasta mediados de los 80, época de los atentados de los GAL (37). Andreotti admitió en el parlamento italiano que Gladio siempre tuvo el apoyo financiero y político de los gobiernos yanqui, italiano, español, británico y francés (38). Incluso tras el fin de la guerra fría, la sombra de la red Gladio no ha desaparecido, Amnistía Internacional denuncia 114 vuelos clandestinos de la CIA en espacio aéreo europeo entre 2002 y 2005, secuestros de sospechosos de terrorismo en Europa por parte de la CIA mediante el traslado de los detenidos a países donde son torturados brutalmente (estrangulamientos, asfixias, etc) en Afganistan, Irak, Guantánamo, Egipto, Uzbekistan, Siria, Jordania, Marruecos, Yemen, Arabia Saudí, Indonesia, Thailandia… Desde el 11 S del 2001, los EE.UU. han detenido sin cargos a 80.000 personas en prisiones clandestinas dispersas por una veintena de países en cárceles secretas. Todas estas acciones de la CIA forman parte del mayor despliegue de operaciones clandestinas desde la guerra fría (39).

En la Europa del Este también funcionó la red Gladio con el reclutamiento de ultraderechistas y actos terroristas y sabotaje. Ya durante la guerra (1.942-43), EE.UU. comenzó el reciclaje de nazis a partir del momento en que tuvo prisioneros alemanes, prestando su ayuda operacional y financiera al Vaticano, y convirtiéndose en salvavidas de todas las categorías de colaboradores del nazismo (industriales, banqueros, etc) (40). En los últimos meses del final de la IIª Guerra Mundial, el contraespionaje yanqui (OSS –precedente de la CIA-) fue encargado de localizar a agentes nazis, antes de que la Resistencia los eliminaran. En vez de deterlos y fusilarlos los dirigentes de la OSS (general William J. Donovan y Allan Dulles) recuperaron a criminales de guerra para utilizarlos en la lucha contra el comunismo. En Alemania se recuperó al general Reinhard Gehlen, exjefe del servicio secreto del ejercito nazi en el frente del este, se le llevó a EE.UU. se le amnistió, y se le colocó al frente del servicio secreto de la RFA, el BND, rodeándose de personal procedente de la Gestapo y exoficiales de la Abwehr. Gehlen reconstruyó el vencido aparato de inteligencia nazi en los nuevos países socialistas del este. En 1949, la renacida organización de Gehlen se convirtió en parte central de la recien creada CIA. Gehlen creó el mito de que la URSS planeaba invadir Europa occidental y que la guerra EE.UU.-URSS era inevitable. El grupo de Gehlen era la única fuente de información de EE.UU. sobre la Europa del Este y la URSS. La organización zarista formada en 1930 por los hijos de los emigrados blancos (Alianza Popular Obrera-NTS), se convirtió durante la ocupación nazi en una filiar de la Gestapo. El presidente de NTS en la postguerra Ivan Argusov, que sirvió en la gendarmería nazi en territorio ocupado, instaló su cuartel general en Bad Homburg bajo protección de la CIA. En los años 70 la NTS redobló su actividad anti-URSS, su disidencia decidió disfrazarse de “Sociedad por los Derechos Humanos”

Con ayuda de El Vaticano (Giovanni Battista, futuro Pablo VI) muchos criminales de guerra pudieron reutilizarse con el mismo objetivo anticomunista en varios países de Latinoamérica. La lucha contra el comunismo bien valía para los objetivos imperialistas una guerra fría, bajo el anticomunismo, los criminales nazi-fascistas y el chantaje nuclear. No olvidemos que El Vaticano apoyó directamente en la IIª Guerra Mundial a uno de los regímenes más sangrientos, el de Pavelic en Croacia, patrocinando la conversión forzosa de los serbios al catolicismo y el exterminio de serbios y judíos en los campos de exterminio, y que medio siglo más tarde El Vaticano ha vuelto a intervenir en un nuevo proceso de dominación imperialista sobre Yugoslavia, financiando al gobierno de Tudjman, reconociendo Eslovenia y Croacia como Estados independientes, y pidiendo la intervención de la OTAN en Bosnia y Kosovo.

4.3.4 La tendencia histórica como finalidad del movimiento revolucionario

 Lo que prevalece en el debate sobre la dictadura del proletariado es la tendencia histórica, no son las condiciones de la lucha, no son las formas políticas, las cuales han sido y serán diferentes para la constitución de la dictadura proletaria (Comuna, Soviets, Democracia Popular, etc.). Marx y luego Lenin partían de estas premisas:

  1. En las sociedades de clase, la clase dominante reproduce las relaciones de clase a través de la superestructura jurídico-política y el Estado.
  2. La sociedad sin clases no se alcanza por pacto o agotamiento de la clase dominante, sino cuando la clase obrera conquista el poder político de la forma que sea (nunca se escogen de antemano las formas de acción revolucionaria), se erige en clase dominante y mantiene y reproduce su poder de clase, dirige la lucha de clases hacia la sociedad sin clases, enfrentándose previamente ante la toma del poder político si es necesario contra el aparato de Estado represivo como núcleo del Estado burgués.
  3. La dictadura del proletariado no es una estrategia o vía hacia el socialismo. La dictadura del proletariado es el ejercicio del poder por la clase obrera, cualquiera que sea su forma, para acabar con las clases, es la etapa necesaria de transición del capitalismo al comunismo, de la sociedad de clases a la sociedad sin clases, es el medio necesario (dominio del poder político de la clase obrera) para avanzar en la realización del modo de producción socialista que sobrevive a la dictadura del proletariado en la sociedad comunista.
  4. Y ello empieza por la constitución de un Estado propio, revolucionario que quiebre la resistencia de la clase explotadora derrocada y sus aliados, que impida toda tentativa de restauración capitalista y se defienda de las maniobras de los Estados contrarrevolucionarios. Para ello es necesario cambiar la estructura estatal y su personal, copando la dirección de los aparatos administrativo, militar e ideológicos, transformándolos o sustituyéndolos por otros, como parte del nuevo poder revolucionario. La Comuna de París demostró la necesidad histórica de la dictadura del proletariado, y la gran masacre de obreros y revolucionarios llevada a cabo por el aparato de Estado burgués verificó que la burguesía nunca cedería el poder “democráticamente” y mostró la necesidad de destrucción del aparato de Estado burgués reemplazándolo por uno nuevo, proletario, en vez de limitarse a apoderarse del viejo Estado (41). Que los aparatos de Estado burgueses no son válidos para el proceso revolucionario, lo prueba el ejemplo de que las fuerzas armadas de un Estado burgués no consentirían ni consentirán la introducción de la democracia para la elección de su dirección ni para la participación de representantes de la clase obrera.
  5. La dictadura del proletariado sea cual sea su forma debe dotarse de su propia democracia, sus propias instituciones, las cuales no pueden emanar del marco parlamentario democrático burgués, sino de nuevas formas y reglas democráticas que encarnen la expresión de la organización de las masas revolucionarias (proletariado y clases aliadas), surgidas del seno del propio movimiento revolucionario y necesarias para encarnar las tareas de transición al comunismo, tareas para las que el parlamentarismo es inservible. Que esta forma restrinja o no el derecho de voto de las clases explotadoras, no depende de la dictadura del proletariado como tendencia histórica sino de la lucha de clases, de la relación dialéctica entre revolución y contrarrevolución. Aquí se marca la diferencia con la posición anarquista que no ve la necesidad del poder político en la revolución y de la socialdemocracia que ve en la república parlamentaria democrático-burguesa y no en la Comuna, los soviets, etc., el organismo que se necesita para alcanzar el socialismo, y no ven la necesidad de destruir el aparato burocrático-militar, tarea que la Comuna y los soviets realizaron extendiendo la participación directa del pueblo en el ejercicio del poder político.

Lenin, definía de esta manera a los soviets como un modelo de Estado proletario que reunía las características generales necesarias para llevar a cabo la dictadura del proletariado en Rusia:

“Los soviets, son un nuevo aparato de Estado que, en primer lugar, proporciona la fuerza armada de los obreros y de los campesinos, fuerza que no está, como lo estaba la del viejo ejército permanente, apartada del pueglo, sino ligada a él de modo más estrecho…En segundo lugar, este aparato proporciona una ligazón tan estrecha e indisoluble con las masas, con la mayoría del pueglo, una ligazón tan fácil de controlar y renovar, que en vano buscaremos nada análogo en el viejo aparato de Estado. En tercer lugar, este aparato, por ser elegibles y revocables a voluntad del pueblo, sin formalidades burocráticas, las personas que lo integran, es mucho más democrático que los aparatos anteriores. En cuarto lugar, este aparato proporciona una sólida ligazón con las profesiones más diversas, facilitando de este modo, sin burocracia, las más distintas y más profundas reformas. En quinto lugar, proporciona una forma de organización de la vanguardia, es decir, de la parte más consciente, más enérgica y más avanzada de las clases oprimidas, de los obreros y de los campesinos, constituyendo, de este modo, un aparato por medio del cual la vanguardia de las clases oprimidas puede elevar, educar, instruir y guiar a toda la gigantesca masa de estas clases, que hasta hoy permanecía completamente al margen de la vida política…En sexto lugar, proporciona la posibilidad de conjugar las ventajas del parlamentarismo con las ventajas de la democracia inmediata y directa, es decir, reúne en la persona de los representantes elegidos por el pueblo la función legislativa y la ejecución de las leyes. Comparado con el parlamentarismo burgués, es un avance de transcendencia histórica mundia en el desarrollo de la democracia…” (42).

4.3.5 Las tribulaciones de los críticos de la dictadura del proletariado con su propia experiencia

     La posición reformista o neo-anarquista de diversa tendencia, que aún sueñan con acceder al comunismo o bien con las papeletas, sin violencia revolucionaria o bien con la eliminación o reabsorción del Estado, olvidan las conclusiones contra los “anti-autoritarios” que Engels sacó de la Comuna, de alago por hacerse servir de la autoridad del pueblo armado frente a los burgueses para defender la revolución y de reproche por no haberse servido lo suficiente de tal autoridad (43), en referencia al gobierno de Versalles y el Banco de Francia.

La posición teórica de anarquistas y reformistas hacia la dictadura del proletariado no ha impedido la existencia de contradicciones en los “anti-autoritarios”. Kropotkin después de la revolución de Octubre se convirtió en aliado de Lenin en la defensa de la Revolución en la lucha contra la intervención y el bloqueo hacia la Rusia Soviétiva. El poder político de la Comuna de París fue ejercido por anarquistas proudhonianos junto a comunistas seguidores de Marx y Blanqui, que no sólo no abolieron el Estado, ni expandieron la pequeña propiedad, sino que aplicaron medidas económicas y políticas de transición al comunismo, delegando el poder ejecutivo a un comité en representación del Consejo Comunal (parlamento) lo que fue impuesto por las necesidades de la lucha de clases.

En la IIª República española, anarquistas de la CNT-FAI (44) participaron gobiernos del Frente Popular y el poder político de la república “democrático-burguesa” (García Oliver -ministro de justicia-, Federica Montseny -ministra de sanidad-, Peiró -ministro de industria-), o la defensa destacada que Durruti hiciera por el voto al Frente Popular con el abandono de la doctrina bakuninista de abstención política, tras el abstencionismo de 1.933 y el bienio negro del gobierno profacista de Lerroux-Gil Robles, o la incorporación de anarquistas al ejército regular en la guerra nacional revolucionaria contra el fascismo, son ejemplos contrarios a la idea de que el Estado se pueda abolir de un plumazo o que se puede saltar la fase de la dictadura del proletariado hacia la supresión de las clases. No obstante, esta política anarquista se llevaría a cabo con fuertes contradicciones en la FAI (Consejo de Aragón, sucesos de mayo de 1937 en Barcelona) cuyos objetivos eran destruir el Estado, convertir al sindicato en la base de la economía, intercambio a trueque, descentralizar el ejército, etc. Engels ya había ajustado las cuentas del cómo no se debía organizar una revolución, denunciando el papel cantonalista y apolítico que el anarquismo jugó durante la Iª República española.

La práctica consejista del primer tercio del siglo XX, donde el proletariado crea órganos revolucionarios propios como cuerpo legislativo y ejecutivo, que cuestionan la soberanía del patrón en la fábrica y del burgués en general en el Estado, surgían de la espontaneidad de las luchas, el partido revolucionario las generaliza y desde una política de masas las dirige hacia la conquista del poder político, manteniéndose a priori una dualidad de poderes dentro de las fábricas y en el marco del Estado burgués que en caso de no superarse con la conquista del poder político, sucumben frente al aparato represivo o conciliador del Estado capitalista. Eso es lo que pasó con la primera experiencia consejista de los soviets de 1.905 que se implantaron en una docena de ciudades rusas con fuerte peso industrial y proletario.

Los consejos obreros en Alemania, Finlandia, Hungría e Italia durante 1.918-20, y los comités de huelga de la Francia de 1.968, surgieron desde esa perspectiva clasista y revolucionaria, germinando en el marco de la democracia burguesa un doble poder. Los fundamentos de los consejos obreros o comités obreros de fábrica estaban basados en la democracia obrera y en la dirección y control obrero de la gestión, la producción y la distribución. En la Hungría de los consejos obreros (1.919) llegaron a la toma del poder político de forma pacífica instituyéndose como órganos estatales de la dictadura del proletariado con los comunistas al frente, sucumbiendo a la reacción después de 133 días, por la debilidad del ejército rojo húngaro cercado y estrangulado por la intervención extranjera de los ejércitos reaccionarios checo, esloveno y rumano y por la falta de apoyo del campesinado en un país mayoritariamente agrario.

Durante la guerra contrarrevolucionaria contra la IIª República española, los comités obreros funcionaron donde fue necesario para el mantenimiento de la producción, la distribución y el abastecimiento en las ciudades y pueblos, expropiando empresas en las que el capitalista había desaparecido o desertado al lado del fascismo, las cuales fueron requisadas por el gobierno del Frente Popular y cedidas a la dirección de los consejos de fábrica (45). La situación de caos creada por las fuerzas golpistas y la pasividad del gobierno republicano, impulsaron la creación de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC) que se armaron para rechazar el golpe, y la creación de los Comités del Frente Popular integrado por todas las tendencias antifascistas y sindicatos que actuaban con atribuciones de carácter militar, político y económico, que posteriormente serían integrados en los diferentes órganos de gobierno de la República (consejo económico, mando militar único, dirección política) no sin controversias con el anarquismo, el PNV y sectores del PSOE. En este contexto, las posiciones de clase con perspectiva revolucionaria de dar prioridad a ganar la guerra, en un intento de superar la frustrada experiencia cantonalista de 1873, se fueron forjando en la lucha, abriéndose paso con la unidad sindical (UGT-CGTU), la participación de la dirección de la CNT en las tareas de gobierno de la República, la unidad política en torno al marxismo-leninismo y la adhesión a la IIIª Internacional Comunista (fundación del PSUC en Catalunya y las JSU en España), y el reforzamiento del papel revolucionario del PCE en el frente (Vº Regimiento, defensa del mando único), y en el gobierno, llegando a ser el partido con más militantes durante la guerra (PCE-PSUC 300.000, PSOE 160.000).

La dictadura del proletariado, no es una estrategia que se piensa primero y luego se aplica sin más. Aparece como tendencia, teóricamente analizada por Marx y prácticamente puesta en acción en los diferentes procesos revolucionarios. Cuando Lenin lanzaba la consigna de “todo el poder a los soviets”, no hacía sino pedir el poder para el proletariado, la instauración de la dictadura del proletariado en lo concreto para Rusia. La dictadura del proletariado, no es ni un programa, ni una estrategia, ni una vía, ni un modelo hacia el socialismo, es una tendencia histórica universal, nos guste o no nos guste, no es una cuestión opcional o deseable, sino inevitable que nos encontraremos en todo proceso revolucionario queramos o no, y será la forma política de Estado proletario y de revolución que siempre permita el desenlace de la lucha de clases: democracia social en Marx, democracia de masas y democracia hasta sus últimas consecuencias en Lenin, consejista, pluripartidista, parlamentarista, con o sin oposición, asaltos a palacios en otoño, en primavera o en invierno, o transición pacífica y menos violenta con la victoria de las urnas en la democracia burguesa, o insurrección popular o armada, etc.

De la misma manera que el Estado capitalista más democrático del mundo no deja de ser una dictadura encubierta, el gobierno más democrático reflejo del poder de la mayoría social, no dejará de ser en el fondo una dictadura de clase, que bregará por la imposición de un orden legal político-económico que instaura el socialismo pero que paralelamente consolida una nueva estructura de dominación capaz de someter a las clases reaccionarias que no van a renunciar a defender sus privilegios.

Por eso, como la dictadura del proletariado no es un camino de rosas en el marco de la lucha de clases, no se debe compartir desde una perspectiva marxista-leninista la lectura en extremo negativa de los modelos de socialismo real que han caído, obscureciendo los aspectos positivos que han aportado al movimiento revolucionario. Desde el punto de vista del progreso social, estas sociedades llegaron a aportar el pleno empleo por primera vez en la historia, y la universalización de todas las necesidades básicas (enseñanza, sanidad, alimentación, etc.), la planificación de la economía como mecanismo reproductor de las relaciones de producción socialistas, e incluso fueron contrapeso contra la reacción mundial del fascismo y del colonialismo.

También han existido críticas contradictorias entre sí y de carácter puramente ideológico, desde ultraizquierdistas, socialdemócratas, eurocomunistas y terceras vías, que expresan intereses o bien sectarios o bien electoralistas, y que en el fondo no pretendían dar alternativas a las deformaciones del llamado socialismo real, sino situarse a la contra de la dictadura del proletariado y a la lucha anti-imperialista en general a través de una de sus formas en lo particular. Son críticas de carácter ideológico y subjetivo, no de carácter científico. Es decir, no son críticas que sin hacer el juego al imperialismo hayan ayudado a comprender y superar los errores de la praxis en la transición al comunismo.

Mientras por una parte se criticaba la vitalidad del socialismo en un solo país, por otra parte se condenaba la ocupación de Hungría y Checoslovaquia por mucho que se hiciera bajo el amparo de la defensa de la comunidad socialista mundial; se criticaba la falta de autenticidad de las relaciones de producción de carácter socialista en el momento revolucionario, denunciando el atraso de las fuerzas productivas y lanzando maldiciones a la NEP, mientras por el contrario en el transcurso de la industrialización iniciada a fines de los años 20, se cuestiona la represión de los kulaks, apegados a la propiedad privada de la tierra; se criticaba el productivismo de los años 50 y 60, mientras se señalaba cual dedo acusador el atraso económico con respecto a Europa occidental; se criticaba la política de coexistencia pacífica tildándola de conciliadora y traidora, mientras la ilustre nueva izquierda de Europa occidental se colocaba contra la ayuda e intervención soviética en Afganistán al único gobierno democrático (por las urnas), laico y revolucionario que ha existido en la historia de ese país, el cual al sentirse agredido externamente (desde Pakistán por el terrorismo integrista) pidió ayuda internacional, mientras la nueva izquierda le hacía el juego a la CIA y el imperialismo yanqui, que fueron quienes adiestraron y armaron hasta los dientes a la contra integrista, talibanes y mujahidines quienes aterrados por la igualdad de la mujer y la confiscación de tierras se levantaban por la yihad.

Sobre este tema queremos refrescar la memoria histórica, por la ausencia de internacionalismo y anti-imperialismo en la crítica ejercida incluso desde algunos partidos comunistas (eurocomunistas) de la época, ya que cuando la revolución afgana de 1978, el gobierno revolucionario del PDP encabezado por Taraki inició la emancipación de la mujer de la esclavitud tribal, proporcionó educación pública a niños y niñas, las mujeres estudiaban agricultura, ingeniería y tenían puestos en la administración pública, el 50% de los estudiantes universitarios eran mujeres. Se erradicó el cultivo del opio (Afganistán había estado fabricando el 70% del opio mundial para heroína). Abolió las deudas de los campesinos y comenzó a implantar un programa de reforma agraria con la expropiación de las grandes propiedades de la tierra. Los terratenientes que eran el 3% de la población rural y disponían en propiedad del 75% de la tierra, se opusieron junto a los fundamentalistas que se enfrentaron a la igualdad de género y a la enseñanza pública de niños. La CÍA asistida por militares saudíes y paquistanís inició una intervención a gran escala apoyando a los terratenientes expropiados y los caciques tribales fundamentalistas (mulás, mujaidins y traficantes de opio), que atacaban las escuelas y maestros de las zonas rurales. En septiembre 1979 se produjo el golpe de estado de Amín y se asesinó aTaraki, detuvo las reformas y se movió en dirección de crear un estado fundamentalista, dos meses más tarde el PDP apoyado por militares progresistas recuperó el poder, y se recrudeció la intervención contrarrevolucionaria de los fundamentalistas y mercenarios extranjeros apoyados y entrenados por la CIA. A partir de entonces a finales de 1979 se pidió ayuda militar a la URSS.

La ayuda soviética fué la oportunidad de oro para la CIA de transformar la contrarrevolución en una guerra santa, la yihad islámica, para expulsar a los “comunistas ateos” de Afganistán. Entre 1979 y 1992, los EE.UU. y Arabia Saudita invirtieron 40.000 millones de dólares en la guerra afgana, mientras las críticas de la “izquierda” a la intervención soviética nada decían de ello. La CíA y sus aliados árabes entrenaron y aprovisionaron a 100.000 mujaidines radicales de 40 países musulmanes. A pesar de que la URSS se retiró en 1989, el gobierno del PDP de Najibullah resistió 3 años, sobreviviendo un año a la URSS, manteniendo el apoyo popular frente a la intervención extranjera y contrarrevolucionaria, incluso a pesar de la política de Boris Yeltsin de cortar todo tipo de suministro de armas y combustible al gobierno afgano. Y tal y como ocurriera con la IIª República española, la falta de armas fue la causa de que la contrarrevolución ganara el conflicto. Una vez en el poder los mujahidínes aterrorizaron a la población, saquearon y organizaron ejecuciones en masa, cerraron escuelas y bibliotecas, violaron a mujeres y niñas, redujeron la mitad de Kabul a escombros, impusieron los burkas, gobernaron el país al más puro estilo mafioso y recuperaron la producción de opio y heroína recuperando su antigua posición de principal productora mundial de heroína. Y nada dijeron los críticos a la URSS en aquel entonces de las prácticas “liberadoras” de los mujahidines.

En definitiva, con esta “crítica” de carácter ideologista, antidialéctica y ahistórica, se inhabilitaba para el pensamiento revolucionario, porque era una crítica al socialismo real que ha existido y su anti-imperialismo, sin alternativa material. Crítica acorde con el clima ideológico del pesimismo y el desencanto. Crítica que caía en el campo contrario, en el imperialismo, al ignorar que lo criticable de las deformaciones en la construcción socialista si bien eran de dominio útil para la rectificación, no debían convertirse en una virtud al margen de la dialéctica de la lucha de clases que a nivel mundial había adoptado en un cuadro de fuerzas revolucionarias concretas frente al imperialismo.

En los análisis y propuestas se huía de la realidad historico-concreta, de la coyuntura internacional de la lucha de clases, lo que sin duda era más facil para predicar utopías, buscando el socialismo que nos gustaría ¿pero donde?. La amarga verdad es que el euro-centrismo reformista sólo ha sabido plantear lo que no le gusta, pero no lo que está dispuesto a hacer para alcanzar lo que le gustaría. No ha sido capaz de emular al socialismo real soviético, no ha sido capaz de superarlo, sino de quedarse a la zaga como experiencia de transformación.

¡¡¡Socialismo sí, pero sin tanques!!!, ¡¡¡revolucionarización de las fuerzas productivas pero sin represión alguna hacia las clases explotadoras!!!, ¡¡¡apoyo a los procesos revolucionarios y progresistas, pero desde la No Intervención!!!”, etc. Nosotros podemos vivir las 24 horas del día con quienes violan la legalidad democrática cuando le es adversa, y ni tan siquiera podemos valernos para defender lo que el proletariado y el pueblo legalmente haya conquistado. Tolerancia hacia la represión burguesa, intolerancia hacia la represión proletaria y del pueblo. Mussolini, Hitler, Franco, Pinochet, Stroessner, etc., ostentan la categoría histórica del derecho de violación de la legalidad burguesa, y los mujahidines del derecho a aplastar los avances progresistas en Afganistán. Los comuneros, los bolcheviques, Fidel, los chavistas, la propia IIª República española, el PDP afgano etc., tienen la categoría de no disponer el derecho para la defensa de la legalidad conquistada sea burguesa, popular o proletaria, unos, los reaccionarios, son tildados de salvadores de la civilización o las tradiciones ancestrales y otros, los progresistas y revolucionarios, tachados de terroristas como peor cosa. ¿Y qué fue del anti-imperialismo?.

En realidad, todas las terceras vías, eurocomunismo incluido, han acabado en el reformismo socialdemócrata, en algunos casos, como el PCI reconvertido en PDS, para ocupar su lugar, acabando no sólo por negar la dictadura del proletariado y la universalidad de sus elementos, sino también, lo cual es más grave, acabar formando parte de la maquinaria estatal burguesa e imperialista (OTAN, complicidad en el intervencionismo militar, etc). La crítica a la forma de socialismo realizado para que sea sincera y revolucionaria, debe de ser una crítica emulante, creadora y rectificadora en la praxis no en las palabras. ¿Acaso la estrategia socialdemócrata, trotskista o eurocomunista, han aportado una experiencia revolucionaria, digna de tal nombre, y superadora de las deficiencias burocráticas?. Mucho nos tememos a la vista de los hechos todo lo contrario, que el infantilismo, el reformismo y el transformismo político no tienen la autoridad moral de la crítica al socialismo real-izado ni al antifascismo y anti-imperialismo ejercido.

 4.4 Sobre la violencia: ¿Revolucionaria o Contrarrevolucionaria?

Cuando la burguesía está dispuesta políticamente a emplear determinadas formas de violencia represiva, las masas no pueden responder de otra manera que a través de la violencia revolucionaria. Ello no quiere decir que estén fijadas de antemano las formas de acción de la clase obrera y sus aliados, ni que se excluya la posibilidad de la conquista pacífica del poder. Pero nunca presupone abdicar en la situación revolucionaria, ante la resistencia y acción contrarrevolucionaria de la burguesía, no quedando otra alternativa que el recurso a la violencia para defender el poder, incluso aunque éste haya sido pacíficamente conquistado por las urnas.

Recordamos la advertencia de Engels hacia la socialdemocracia alemana que el constante incremento de los éxitos electorales del partido constituía un plegro tan grande para las clases dominantes que no dudarían en romper la legalidad burguesa con acciones represivas y provocaciones sangrientas, y lo describía con ironía:

“La subversión socialdemócratica, que por el momento vive de respetar las leyes, sólo podrán contenerla (las clases dominantes) mediante la subversión de los partidos del orden, que no puede prosperar sin violar las leyes” (46).

 La socialdemocracia alemana sugirió a Engels a que suavizara la introducción de Las luchas de clases en Francia para no provocar al aparato judicial contra el movimiento socialista, Engels fue categorico:

“No puedo suponer que se hayan entregado ustedes, de cuerpo y alma, a la legalidad absoluta, a la legalidad bajo cualquier circunstancia, aún a las leyes que sus propios autores han violado, en suma, a la política de ofrecer la mejilla izquierda a quien les ha golpeado la derecha…Opino que nada ganarán con predicar la renuncia absoluta a golpear. No lo creerá nadie y no hay hombre, no hay ningún partido en cualquier país que vaya tan lejos como para renunciar al derecho de resistir a la ilegalidad con las armas en la mano” (47).

Históricamente ninguna clase dominante entrega voluntariamente el poder. La historia demuestra claramente que los capitalistas mantienen en última instancia el poder político por medio de la violencia, y no lo cederán sin resistencia. Si exceptuamos la revolución soviética húngara de 1.919 (48), la burguesía no bajó la guardia ni ante resultados electorales adversos, ni se ha enredado en trabas jurídicas cuando sus intereses clasistas han estado en entredicho. La democracia acaba para la burguesía cuando se inician transformaciones de la propiedad privada en propiedad social y cuando se transforma el poder político, por medio de una mayoría de papeletas. A partir de ese momento la burguesía suprime con su acción contrarrevolucionaria la ficción de la realidad, y la clase sustituye al “ciudadano”. En la lucha de clases, toda revolución engendra la contrarrevolución, incluso la vía más pacífica puede verse estrangulada por la intervención extranjera ante la carencia de medios de la burguesía indígena para ejercer la violencia contrarrevolucionaria, como ocurrió durante la pacífica revolución húngara de 1.919.

Marx describió de la primera experiencia de poder del proletariado, la violencia y crueldad que las clases explotadoras llevaron a cabo contra la comuna parisina, con 30.000 obreros asesinados (1.871), una ola represiva que duró hasta 1.874 con 45.000 deportados y condenados a muerte, y más de 300.000 desterrados y condenados a trabajos forzados. Y también denunció la solidaridad de los explotadores, toda la burguesía y los terratenientes de Francia se unieron contra la Comuna (cuadro, represión de la comuna) con la ayuda de Bisckmarck que dejó en libertad 100.000 soldados franceses prisioneros en apoyo del Gobierno de Versalles para aplastar el París revolucionario cercado por las tropas alemanas y francesas de la burguesía, aislando al gobierno de la Comuna del resto del país y del campesinado. La antigua rivalidad entre potencias (Prusia y Francia) dejaba paso a la coalición de clase contra la Comuna.

La historia ha enseñado que cuando los pilares del régimen capitalista se tambalean, ningún Estado burgués vacila en la represión como recurso, con asesinato incluido. Lo sucedido en Alemania 1.918, Hungría 1.919, la contrarrevolución fascista contra la IIª República española, el asesinato de más de 500.000 comunistas en Indonesia (el PKI era el mayor partido comunista aparte del PCUS y el PCCh y contaba con casi 3 mill. de afiliados en 1.965), la matanza de mas de 30.000 activistas y dirigentes de izquierda bajo la dictadura chilena, la triple A, etc, no fueron casualidades de la historia ni “errores”, sino que obedecían al carácter clasista de la lucha de clases, donde el capital hace suya la contrarrevolución tanto o más que el proletariado hace suya la revolución.

No olvidemos que en la Rusia soviética se levantaron terratenientes, capitalistas y el imperialismo para imponer la guerra civil y la intervención extranjera con el objetivo de estrangular la revolución, igual que las potencias absolutistas contra la Francia revolucionaria en el S. XVIII, donde la revolución burguesa demostró también la necesidad de emprender la violencia revolucionaria para defenderse de la aristocracia y los ejércitos feudal-absolutistas extranjeros. En la Rusia soviética, mientras los bolcheviques no empleaban la violencia institucional del nuevo poder y dejaban en libertad a los militares y generales (Krasnov) zaristas con el compromiso verbal de no levantarse contra el poder soviético, éstos participarían en la contrarrevolución abierta de todas las potencias imperialistas que dejaron sus disputas guerreras de la Iª Guerra Mundial para unirse en la misma causa contra la revolución socialista en Rusia. A fines de mayo de 1.918 el 75% del territorio soviético estaba en manos de esas potencias intervencionistas, habría que esperar a 1.922 para constituir la URSS libre de intervencionistas extranjeros y del terror blanco.

La experiencia revolucionaria del Gobierno de Unidad Popular (UP) en Chile también viene al caso. Salvador Allende enfatizaba el papel constitucionalista del ejército y el cuerpo de carabineros, creyendo que cuando las clases dominantes vieran amenazado su dominio, éstos aparatos se iban a limitar simplemente al respeto de la voluntad del pueblo expresada en las urnas, iban a ser neutrales y a dejarse utilizar para aplicar medidas de carácter revolucionario. Se pensaba así de un aparato de Estado burgués que durante el momento previo anterior al golpe de Estado del 11 septiembre de 1.973 había realizado ya 3 golpes fallidos, apoyados y financiados por el imperialismo a través de la CIA. Se pensaba así también de unas organizaciones políticas de la burguesía (la DC y el PN) que a pesar de que en las elecciones de abril 1.971 la UP aumentara su peso del 36% al 49%, no cesaban de organizar el boicot contra el gobierno utilizando resortes legales como la paralización de leyes en el senado, huelgas de gremios (camioneros, comerciantes…) provocando desabastecimiento, caceroladas, lanzando todos los medios de comunicación privados contra el gobierno, etc., y medios extralegales (atentados y apoyo a los golpes de Estado).

A pesar de esta realidad, los reformistas del momento en los PCs de Europa, para justificar su nueva posición de vía democrática al socialismo, argumentaron que Allende fue vencido por dejarse llevar por las provocaciones de la ultra-izquierda, y no concluir un compromiso (¿histórico?) con la democracia cristiana, y el ejército. Nada mas lejos de la verdad, pues precisamente el gobierno de UP hizo notar en demasía su respeto por los marcos de la legalidad, respeto de las instituciones democrático-burguesas, concluyendo un pacto constitucional con la democracia cristiana, y el respeto de la estructura del ejército chileno, un respeto desproporcionado que optó por mantener a los militares sediciosos en activo, mientras los generales constitucionalistas eran asesinados (Schneider) u optaban por la renuncia (Prats) ante la presión de los sectores golpistas. Precisamente el intento golpista del 29 de junio de 1.973 fué utilizado para detectar y neutralizar a los sectores democráticos del ejército chileno. La dificultad para desmontar la máquina burocrático-militar del Estado burgués es mucho más compleja en un proceso revolucionario pacífico que una revolución armada que hace pedazos esa máquina y la cambia por el ejército revolucionario insurgente. No se encontró en Chile el camino para diferenciar a las fuerzas armadas aislando a los golpistas, y sustituir el aparato burocrático-militar por uno nuevo, acorde a los cambios revolucionarios del gobierno de UP. Por ello, el no haber apartado a los militares golpistas de la institución, no armar al pueblo en los momentos claves y no transformar la superestructura política que procediese a llevar a cabo las transformaciones revolucionarias con la implicación de las masas organizadas (cordones industriales, comandos comunales, juntas de abastecimiento y precios, para control de la producción y distribución, contra la especulación y el boicot patronal) bajo la dirección de UP y su gobierno, fue lo que impidió hacer frente a la reacción thermidoriana que el imperialismo yanqui y la burguesía chilena venían organizando desde el primer día de la victoria electoral de UP.

La vía pacífica al socialismo en Chile se agotó en el momento en el que Allende accede al cargo de presidente. A partir de ese momento se impone la necesidad, como el mismo reconoce, de desarrollar nuevas formas de organización social, política y económica tanto para romper la dependencia y el subdesarrollo, como para crear el socialismo (L.Vega Contreras), ello implicaba superar la legalidad del Estado de derecho y las relaciones sociales de producción.

La contrarrevolución tenía como objetivo el derrocamiento de Allende y el establecimiento de un régimen bajo la hegemonía del capital financiero, utilizó dos tácticas en las que se mezclaban medios legales e ilegales. La táctica civil del golpe se centró en la guerra psicológica, el pánico financiero, campañas de odio, la huelga de gremios patronales de camioneros (preparada y financiada por la CIA), taxistas, comercio minorista y profesionales, la paralización del congreso y el bloqueo en los tribunales de todas las acciones legales contra los terroristas, abuso de denuncias falsas contra sindicatos y partidos de izquierda sobre tenencia de armas y explosivos inexistentes, la táctica militar se centraba en atentados, todo ello daba la “legitimidad” buscada para justificar el golpe militar. La guerra ideológica también jugo su papel, mientras el gobierno de UP contaba con 10 periodicos, 30 radios, y 1 canal de televisión, la contrarrevolución disponía de 54 periódicos, 98 radios y 2 televisiones.

El ejercito chileno gravitaba en torno al Pentágono y la doctrina de seguridad nacional, fundamentada en el enemigo interno, la antisubversion y el anticomunismo. Más de 6000 oficiales chilenos habían sido formados sobre esa base ideológico-militar en la Escuela de las Américas.Por muy particular que fuera la vía chilena hacia el socialismo, ésta nunca estuvo al margen de las leyes generales de la revolución, por eso debe destacarse que no existió una línea política militar por parte de UP, no hubo una política de partido hacia las fuerzas armadas, tomadas como un frente de masas más.

Era necesario fortalecer el poder popular, las organizaciones populares unitarias de masas (juntas de vecinos, comandos comunales, juntas de abastecimiento y precios, cordones industriales, organización en el ejército) para movilizar a las masas en apoyo de las trasnformaciones del gobierno de UP en aplicación de su programa básico y para impulsar el cambio de régimen constitucional hacia las formas de organización política de transición al socialismo. Era necesario que se gestara un nuevo poder político con sus propias estructuras al margen del estado burgués. La movilización del pueblo contra el paro patronal que llegó a movilizar a 800.000 obreros contra el sabojate burgués y que garantizó el suministro de material y productos para la producción y el mercado, demostraba la capacidad de las masas para organizar poder popular. Pero de la misma manera que el pueblo necesitaba el aumento de la producción también necesitaba defenderse, faltaba la cuestión del ejército y la preparación de los trabajadores en el manejo de las armas para enfrentar a los sediciosos.

La denominada vía democrática al socialismo demostró ser una ficción, porque aunque la clase obrera y sus aliados creen una alianza político y social que por medio de un frente electoral, alcance la mayoría en el parlamento, y el gobierno de la nación, éste mismo gobierno aunque represente aspiraciones revolucionarias, dada la naturaleza burguesa del Estado, no es todavía la conquista del poder, no es todavía el poder real, por eso tal gobierno necesita inevitablemente para la construcción del socialismo, restringir determinados derechos políticos y económicos de las clases explotadoras en el momento en que éstas hagan uso de la contrarrevolución, en cuyo caso la democracia ya no existirá para tales clases y en cuyo caso habrá que desmantelar los aparatos del Estado capitalista, arrancar el poder represivo del aparato de Estado y transferirlo a la democracia obrera y popular. En cuanto un gobierno obrero o de izquierdas empiece a poner en práctica su programa y se vea precisado a rechazar la amenaza para su existencia, proveniente de la burguesía, en ese mismo instante debe romper el aparato estatal burgués y crear el suyo propio.

Precisamente, cuando los mecanismos de democracia formal, colocan a un gobierno que apueste de veras por el socialismo, utilizando los resortes legales, en ese momento se ponen a trabajar en contra las fuerzas burguesas sin renunciar a recurrir a los métodos autoritarios y fascistas, ya lo hemos visto en Latinoamérica en la segunda mitad del S.XX y más recientemente en Venezuela. La posición totalmente ilusoria del reformismo político y su fracaso ha sido y es creer que las clases dominantes, vayan a ser consecuentes con su discurso democrático, ya que llegado el caso cuando pierden el control del gobierno, no les da lugar a reparos para cancelar la democracia e imponer la dictadura. Cuando las fuerzas sociales revolucionarias acumulan fuerzas en la legalidad burguesa, obligan al poder burgués a romper su propia legalidad. Las palabras del expresidente corrupto de Venezuela Carlos Andrés Pérez son clarificadoras al respecto. En una entrevista concedida desde Miami a un diario de la oposición Venezolana destapa las virtudes “democráticas” de la burguesía y su verdadera posición de clase:

“Yo estoy trabajando para sacar a Chávez. La vía violentea permitirá sacarlo. Es la única que tenemos…No se puede salir de Chavez y entrar inmediatamente a la democracia…Se requiere una etapa de transición de 2 o 3 años, para sentar las bases de un Estado de derecho” (49).

Idéntica posición a la defendida por el imperialismo y los golpistas en Chile, violencia contra un presidente electo 6 veces por el pueblo (Hugo Chávez) pero que no se ajusta a los objetivos del imperialismo, y dictadura militar para llevar a cabo la represión necesaria con el objetivo de descabezar a las fuerzas de la izquierda y asentar la futura democracia formal dentro de los requisitos del sistema. ¡¡¡Menuda defensa de la democracia por la burguesía venezolana!!!.

Si bien el proceso revolucionario chileno partía de una coyuntura internacional favorable dada la existencia del sistema socialista mundial, el movimiento obrero de los países capitalistas y el movimiento anti-imperialista de liberación nacional, para iniciar las transformaciones revolucionarias avanzando pacíficamente hacia el socialismo, a pesar de tales circunstancias, éste método de lucha nunca debió absolutizarse. Tal correlación mundial favorable a las fuerzas revolucionarias hoy en el S. XXI ya no la tenemos para poder colocar la posibilidad de la vía pacífica, dado que la situación es de mayor refuerzo de las posiciones políticas y económicas del capitalismo no sólo a nivel mundial, sino también a nivel de los aparatos de Estado en su vertiente coercitiva e ideológica como monopolio absoluto y legítimo de la violencia. Las elecciones de Nicaragua de 1.990 se dieron en un marco internacional desfavorable, con un pueblo desangrado y agotado con el sable de los contras en la garganta. Ese pueblo decidió (¿) “libremente” ceder ante sus agresores explotadores que empleaban la violencia, y el resultado final no fue el triunfo de la democracia a secas, sino de la política de guerra no declarada del imperialismo yanqui, a lo que el método de lucha empleado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (elecciones pluripartidistas) en una situación de intervención armada, no fue el método más adecuado para salvar el proceso revolucionario.

Lenin aconsejaba que el Partido Comunista (PC) debía contemplar todas las formas de lucha en función de la situación histórico-concreta y la experiencia de las masas, admitiendo ante la inevitable aparición de formas de lucha nuevas, que los revolucionarios deben de contemplarlas y experimentarlas para estar en condiciones ante cualquier circunstancia de pasar de una forma a otra, atendiendo a las condiciones históricas y la experiencia e inventiva de las masas en ese terreno, no limitándose a una forma de lucha única y válida para siempre. Para Lenin no es viable absolutizar un medio de lucha o vía al socialismo, bajo pena de caer en la derrota condenando al movimiento anti-imperialista y obrero.Lenin analizaba en el estudio del desarrollo histórico-concreto del movimiento político y social de Rusia entre 1.890 y 1.906, las diferentes formas de lucha empleadas por el proletariado como formas no fijas, las cuales variaban en función de la lucha de clases. Alternaronse en la clase obrera las siguientes formas de lucha: el parlamentarismo, la lucha sindical, huelgas económicas, manifestaciones políticas, revueltas campesinas, combates de barricadas, insurrección armada, guerra de guerrillas (distinguiéndolo del terrorismo). Donde Lenin, renegando de cualquier forma de lucha individual aislada de las masas, advertía la importancia de que toda lucha de masas fuera organizada y dirigida por el partido, aprendiendo a combatir, incluso con formas de lucha nuevas y desconocidas, necesarias para la labor de resistencia popular, las cuales deben superar su estado espontaneidad, logrando la organización de las formas de lucha y colocando a estas bajo la dirección política del partido. En este sentido Lenin, retomaba el ejemplo de la lucha económica, lucha importante como forma de resistencia y organización del proletariado, la que abandonada a la espontaneidad degenera en el apoliticismo sobre los objetivos estratégicos de clase. De ahí que ninguna forma de lucha pueda ser considerada ni la única, ni “el principal procedimiento de lucha”, dado que debe de estar subordinado a los objetivos estratégicos y bajo la coyuntura, en relación dialéctica con la totalidad de las formas de lucha (50).

Los partidos revolucionarios deben prepararse para todas las vías posibles, pero nunca deben de caer en la universalización de una de ellas, sea la vía no pacífica donde el izquierdismo rechaza los métodos de lucha legales, o pacíficas donde el revisionismo apegándose a las circunstancias nuevas de la legalidad, niega el resto de métodos de lucha, elevando ambos extremos (izquierdistas y revisionistas) la táctica al nivel de teoría.

El PC de Chile en relación a la experiencia del gobierno de UP, señalaba que el problema de la lucha armada para alcanzar las transformaciones necesarias, no estaba en el orden del día, aunque no excluía la posibilidad de tal forma de lucha si ésta llegara a presentarse, ya que a medida que se fortalecían las posiciones de la clase obrera y sus aliados, podía provocar que la clase capitalista utilizara la violencia contrarrevolucionaria, violando la propia legalidad constitucional-burguesa. En tal caso era un suicidio no plantearse el problema de la lucha armada, suicidio que se materializó el 11 de septiembre de 1.973, demostrándose una vez más que es la burguesía cuando ve peligrar su dominio la que bascula hacia formas de lucha violentas y anti-democráticas. Es la burguesía quien liquida cuando le interesa las formas de lucha pacíficas.

La declaración de la conferencia de PCs de América Latina en La Habana (junio de 1.975) ratificaba tales conclusiones:

“La experiencia chilena muestra a las claras que el movimiento revolucionario no puede desechar ninguna de las vías de acceso democrático al poder, pero tiene también que estar plenamente preparado y dispuesto a defender, con la fuerza de las armas, las conquistas democráticas… No son los revolucionarios los primeros en apelar a la violencia. Pero es derecho y deber de todas las fuerzas populares y revolucionarias estar prestas a responder a la violencia contrarrevolucionaria con la violencia revolucionaria y abrir paso por las vías diversas, incluso la acción armada, a la acción popular y a la decisión soberana de las mayorías” (51).

La experiencia chilena, nos enseñó la necesidad de que la clase obrera debe estar preparada para todas las formas de lucha por el poder, incluso preveyendo el cambio ágil de una forma a otra, si las condiciones en que se dieron las formas de lucha iniciales cambian. La revolución chilena en su etapa democrático-anti-imperialista demuestra que no se puede integrar en su totalidad el aparato militar del Estado burgués, y que es un freno contra toda transformación revolucionaria; que la contrarrevolución dirigida por la burguesía chilena y los terratenientes, dispusieron de todos los métodos de lucha incluso ilegales y terroristas (huelgas y manifestaciones antigubernamentales, sabotaje, atentados terroristas, intentonas golpistas…) porque la legalidad no bastaba para obstaculizar la aplicación del programa anti-imperialista de gobierno, violando el orden constitucional-burgués que ya no servía como medio de consentimiento y dominio sobre las masas.

Las experiencias históricas de gobiernos revolucionarios, señalan que la revolución debe saber defenderse cuando el enemigo de clase ataca utilizando los medios legales, pero cuando el enemigo de clase se desprende de tales medios y ataca a sangre y fuego, las fuerzas sociales revolucionarias deben de estar preparadas para aplastar la reacción con igual medida, ya que toda vacilación no deja de ser un juego a la contrarrevolución.

Precisamente en Venezuela el proceso bolivariano ha aprendido mucho de la experiencia chilena, el cual contando con la mayoría absoluta en el parlamento y el ejecutivo, ha realizado transformaciones revolucionarias en la superestructura-juridico política, necesarias para los cambios socio-económicos de profundidad (reforma agraria y fiscal, generalización de la enseñanza y la sanidad, estatalización del petróleo, política exterior anti-imperialista, etc.), ha trastocado el poder judicial sometiéndolo a la voluntad soberana del pueblo, ha unificado el poder legislativo y ejecutivo suprimiendo el Senado, ha extendido a través los círculos bolivarianos la creación de un poder popular legal de defensa de los cambios revolucionarios dotándose de un plan de lucha, y ha afianzado el control sobre las fuerzas armadas, las cuales se mantienen fieles al proceso revolucionario, introduciéndose cambios en la composición ideológica, apartando a los golpistas de las posiciones de mando y en los cuarteles.

El proceso bolivariano es más permeable a los distintos métodos de lucha que el gobierno de UP en Chile que optaba por una vía pacífica desarmada. En Venezuela el proceso de transformaciones adopta mecanismos pacíficos con el apoyo de las armas (militares bolivarianos), donde la mayoría de los oficiales de alta graduación son procedentes de las clases populares (obreros, empleados y campesinos). La UP en Chile nunca dispuso de un plan de lucha, movilización de la clase obrera y sus aliados contra la intervención armada de la contrarrevolución, lo que supuso una victoria fácil y rápida de los generales golpistas chilenos que nunca dejaron de estar en lugares claves del ejército, en los puestos de mando y los cuarteles, conspirando contra el gobierno.

Los que nos denominamos marxistas-leninistas no podemos ver a los procesos revolucionarios como nos gustaría en abstacto, ya que tal voluntad no es ajena a la dialéctica, a la lucha de clases. En tal sentido la IIª Declaración de La Habana, aplicaba la dialéctica revolución/contrarrevolución para definir las variables pacífica o no pacífica del proceso revolucionario de forma categórica y sin ambiguedades:

“Que ésta tenga por cauces pacíficos o nazca al mundo después de un parto doloroso, no depende de los revolucionarios, depende de las fuerzas reaccionarias de la vieja sociedad, que se resisten a dejar nacer la sociedad nueva, que es engendrada por las contradicciones que lleva en su seno la vieja sociedad. La revolución es la historia como el médico que asiste el nacimiento de una nueva vida. No usa sin necesidad los aparatos de fuerza, pero los usa sin vacilaciones cada vez que sea necesario para ayudar al parto. Parto que trae a las masas esclavizadas y explotadas la esperanza de una vida mejor…” (52).

Ya Engels en la preparación del Manifiesto planteaba la inevitabilidad de oponer la violencia revolucionaria del proletariado a la violencia contrarrevolucionaria de la burguesía:

“¿Será posible suprimir por vía pacífica la propiedad privada?. Sería de desear que fuese así, y los comunistas… serían los últimos en oponerse a ello. Los comunistas saben muy bien que todas las conspiraciones, además de inútiles, son incluso perjudiciales. Están perfectamente al corriente, de que no se pueden hacer las revoluciones premeditada y arbitrariamente y que éstas han sido siempre y en todas partes, una consecuencia necesaria de circunstancias que no dependían en absoluto de la voluntad y la dirección de unos u otros partidos o clases enteras. Pero, al propio tiempo, ven que se viene aplastando por la violencia el desarrollo del proletariado en casi todos los países civilizados… Si todo ello… termina empujando al proletariado subyugado a la revolución, nosotros los comunistas, defenderemos con hechos, no menos que como ahora lo hacemos de palabra, la causa del proletariado” (53).

Esta idea se plasma categóricamente en el Manifiesto en su último párrafo:

“Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos proclaman abiertamente que sus objetivos solo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar” (54).

También Lenin discrepaba frente a quienes restringían la acción política del proletariado en el ámbito de la legalidad bajo el zarismo. Para la clase obrera sería preferible la toma del poder pacíficamente, pero de ahí a anticipar que la revolución sea vía insurrecional armada o pacífica hay un tránsito a la locura, precisamente porque la burguesía recurrirá a la violencia contrarrevolucionaria en la defensa de sus privilegios.

No debemos confundir la estrategia (revolucionaria o reformista) con la vía (pacífica o no pacífica), ni con los métodos o frentes de lucha, ni con el momento de la toma del poder. En el proceso revolucionario de 1.905-07 en Rusia, la estrategia revolucionaria determinaba la complementariedad de los métodos de lucha diversos y de masas (huelgas, comités obreros, ocupación y expropiación campesina de latifundios, insurrección armada, guerra de guerrillas condenando el terrorismo individual como método de lucha, etc), con el objetivo de liquidar el absolutismo e instaurar la dictadura democrática del proletariado y el campesinado. Lenin siempre se desmarcaba del terrorismo (atentado político), obra del conspirador sea anarquista o independentista, sin relación alguna con las masas, que habitualmente sirve a caldear el ambiente político a favor de la reacción. Partiendo de la experiencia revolucionaria de 1.905-07. Lenin distinguía y admitía la guerra de guerrillas o la insurrección armada llevada a cabo por trabajadores como medio de lucha revolucionaria por la conquista o la defensa de las posiciones tomadas, donde ésta se llegaría a mezclar con la lucha huelguística política y económica, la lucha de barricada urbana y la movilización campesina. Durante el proceso revolucionario citado, el zarismo procede a la represión extrema y criminal: progromos, asesinatos de obreros, estudiantes y revolucionarios, bombardeo con artillería de aldeas, etc., que obligan a los trabajadores a emplear tales métodos de lucha, no como actos de venganza, sino como actividad política y militar de las masas, como parte de la situación revolucionaria. Lenin sólo entendía la lucha guerrillera como un medio de lucha más, ni el único, ni el fundamental, supeditado a otros medios y objetivos superiores. Entendiendo que las acciones guerrilleras deben ser oportunas al conectar con el sentir de las masas, arrastrándolas al combate por el poder político, en base a una orientación programática. Lenin, desmarcándose del menchevismo, orientaba a los bolcheviques a prepararse para dirigir y emprender todos los métodos de lucha, guerrilla incluida, método que se supedita a los objetivos revolucionarios y la dirección política.

En el proceso revolucionario de febrero de 1.917 en Rusia la vía no pacífica también era impostergable. De febrero a octubre la vía pacífica fue posible hasta julio por la existencia de la dualidad de poderes en la lucha por el socialismo, e incluso después de la derrota de Kornílov en agosto por la derrota de la reacción, donde las clases dominantes ya no eran capaces de aplastar la revolución por el pueblo armado y la descomposición del ejército burgués. La no viabilidad de la forma pacífica lo causó la oposición de mencheviques y socialrevolucionarios de entregar y asumir el poder de los soviets. En la capital el Gobierno Provisional carecía de medios para ejercer la violencia sobre los soviets, la policía y el ejército estaban ligados al pueblo a través de los soviets, de ahí el interés de la burguesía y los mencheviques de tranformarlos en un poder decorativo carente de capacidad de gobierno y fuerzas armadas. De ahí la nulidad de demorar la toma del poder por medio de la insurrección armada que encabezaron los bolcheviques.

A veces se olvida que Engels arremetía a quienes se plegaban por la vía pacífica para la conquista de reivindicaciones democráticas o socialistas bajo un régimen político de naturaleza reaccionaria como el absolutismo alemán (Crítica al programa de Erfurt). Incluso en el prólogo a la 3ª edición alemana (1.895) de Las luchas de clases en Francia, Engels que partía de la realidad concreta en la Alemania de 1.893 donde la socialdemocracia había conquistado un peso electoral importante, con más del 25% de los sufragios y donde la burguesía empezaba ya a temer más las acciones legales del proletariado (éxito electoral) que las acciones ilegales (éxito insurrecional). De ahí que los partidos que representan la dominación de la burguesía en las instituciones estatales cambiaran de táctica llevando a pique la legalidad creada por ellos mismos. El pronóstico de Engels no sólo se cumplió en su época sino a todo lo ancho del siglo XX y la actualidad, la burguesía siempre rompe la legalidad cuando ésta va contra sus intereses.

Al mismo tiempo Engels advertía sobre la necesidad de no caer en las provocaciones de la burguesía para empujar al proletariado a acciones ilegales que tendieran hacia la dictadura burguesa más feroz, también dejaba claro que el SPD aún siendo el partido de la legalidad democrática, si la burguesía ante el crecimiento del peso del proletariado en los parlamentos y localidades, pasaba a convertirse en el partido de la ilegalidad a través del intento de volver al absolutismo, a la dictadura bajo la forma más reaccionaria, el proletariado ya no estaba obligado a respetar la legalidad. Es decir, que para Engels ante la contrarrevolución, tipo Kornilov, Franco, Hitler, Dollfuss o Pinochet, el proletariado y su partido deben de utilizar los medios ilegales y la violencia revolucionaria so pena de ser sucumbidos por la contrarrevolución.

La teoría de la transformación pacífica del capitalismo en socialismo por el camino de la democracia burguesa parlamentaria, que a pesar de las últimas advertencias de Engels, pasaría a ser predominante en la IIª Internacional y el SPD, sería derrotada por vez primera cuando la crisis dio paso no al socialismo sino al fascismo.

Sin embargo, se invoca la cita de Engels o Marx sobre la posibilidad de un tránsito pacífico y legal al socialismo en Inglaterra y EE.UU, elevándola a la categoría absoluta, ignorando la lucha de clases y su contexto histórico. Marx y Engels hablaban de Estados donde el militarismo y la burocracia no estaban tan desarrollados como en Francia, aspecto que Engels señalara en su introducción a La guerra civil en Francia. ¿Acaso en la fase imperialista actual el carácter de los Estados de Inglaterra y EE.UU no son ya destacados por su burocracia y militarismo?. ¿Acaso es posible un proceso revolucionario pacífico del principio al fin, en el sendero del neoliberalismo actual, lidiando con tanto golpista, gorila y terrorista junto?. Para Lenin en la época imperialista la regla general es la revolución no pacífica, y los casos de EE.UU e Inglaterra ya dejaron de ser la excepción, porque la base económica del capitalismo monopolista de Estado ya ofrecía a la superestructura política la acentuación de los rasgos burocráticos, militaristas y represivos del Estado. En su polémica con Kautsky, Lenin lo situaba:

“El historiador Kautsky falsifica la historia… olvida lo fundamental: el capitalismo premonopolista –cuyo apogeo corresponde precisamente al octavo decenio del siglo pasado- en virtud de sus rasgos económicos esenciales, que en Inglaterra y en Norteamérica se manifestaban de un modo particularmente típico, se distinguía por un apego relativamente mayor a la paz y a la libertad. En cambio, el imperialismo, es decir, el capitalismo monopolista, que sólo llegó a su plena madurez en el S. XX, se distingue teniendo en cuenta sus rasgos económicos esenciales, por un apego mínimo a la paz y a la libertad, por un desarrollo máximo del militarismo en todas partes. No advertir esto, hablando de lo típico y lo probable de una revolución pacífica o violenta, es rebajarse al nivel del más adocenado lacayo de la burguesía” (55).

No podemos ignorar la realidad objetiva de nuestro tiempo, donde predomina la capacidad de la clase dominante de disponer de un grado de la violencia estatal burocrático-militar en sus dominios frente al hipotético ascenso popular de la clase obrera y sus aliados al poder. Es ilustrativa la tradicional injerencia del imperialismo yanqui en su “patio trasero” latinoamericano con la formación y preparación de fuerzas policiales y militares como estructuras de la contrarrevolución. Los EE.UU. diseñaron a través de su estrategia de guerra fría un programa de fortalecimiento de los aparatos represivos (policía y militares) en Latinoamérica para destruir la influencia comunista. La administración Truman en ese espíritu en 1.948 daba instrucciones para recurrir a todos los medios (sobornos, asesinatos, golpes de estado, fraude en el escrutinio electoral, como ocurriría en las elecciones chilenas de 1.958), apoyo a organizaciones ultras como el ACHA (Asociación chilena anticomunista), y cooptación de candidatos en la izquierda, la USP de Araujo por ej., para restar votos a la coalición socialista y comunista en torno a Allende (56).

Precisamente cuanto más se le complica al imperialismo la situación internacional, aparece su estrategia globalista de agresión e intervención contrarrevolucionaria, o incluso antidemocrática contra gobiernos que pretenden salirse de la lógica de acumulación de capital, y hasta si osan construir solamente sus propios espacios de capitalismo nacional. A través de éste panorama, los riesgos del tránsito pacífico al socialismo son más que evidentes, siendo un error excluir la estrategia acerca de la destrucción de la máquina estatal burguesa por la revolución socialista.

Incluso un proceso revolucionario por muy pacífico que sea no excluye la demolición o conversión del aparato burocrático-militar. Y eso es así, al margen de los buenos deseos, porque hoy predomina un aparato burocrático-militar que se asienta en redes policiales internacionales, servicios de espionaje y provocación, que cuentan con la utilización de los logros de la revolución científico-técnica para la guerra imperialista y la contrainsurgencia en las “zonas calientes” de la periferia. El complejo militar industrial de los EE.UU es el ejemplo más avanzado de lo que decimos, y ningún Estado imperialista es ajeno a tal proceso y ningún lugar del mundo escapa hoy a las amenazas directas o potenciales del imperialismo.

Como consecuencia del clima de “terror”, del ambiente de “amenaza exterior”, “terrorismo”, etc., de refinamiento de las herramientas de manipulación de las multitudes acríticas de la opinión pública (manipulada), del sentido común de las masas, etc., generados por los estrategas ideológicos del imperialismo, se incrementan el poder del Ejecutivo tanto de los países imperialistas como de sus Estados aliados, dotando a los presidentes y primeros ministros de poderes plenipotenciarios en perjuicio de los parlamentos e instituciones representativas.

La historia reciente enseña que bajo la situación de reforzamiento burocrático-militar-mercenario de los Estados imperialistas, la política de las cañoneras aplicada al exterior por el imperialismo a través de la consigna de “defensa de la seguridad nacional”, utilizan como hábito los medios de sabotaje económico, intervención militar, manifiestos o encubiertos de violencia contra los procesos revolucionarios que se den en el mundo, e incluso contra gobiernos que afrontaron reformas en el marco del capitalismo y no armaron a su pueblo para hacer frente a una eventual invasión (Arbenz en Guatemala, Joao Goulart en Brasil, Cheddy Jagan en Guyana, Manley en Jamaica, Aristide en Haití) sucumbiendo ante la violencia contrarrevolucionaria de EE.UU.

La historia de los EE.UU. en Latinoamérica ha consistido en destruir todos los movimientos populares y gobiernos que amenacen sus intereses, todos los gobiernos que emprendieron reformas destinadas a mejorar el nivel de vida de sus poblaciones, y tocaron inevitablemente los intereses de las transnacionales yanquis fueron liquidados por el intervencionismo imperialista. El insólito mantenimiento del bloqueo (recrudecida en los 90 con las leyes Helms-Burton en 1996 y Torricelli en 1992) y la amenaza hacia Cuba una vez desaparecida la URSS obedece a esa lógica imperialista, ya que la revolución cubana se había atrevido a rompen en 1959 la relación imperialista que había existido durante 60 años perjudicando los intereses yanquis con las nacionalizaciones, lo cual cuestionaba y sigue cuestionando el orden impuesto por EE.UU. a Latinoamérica, que con su sóla existencia representa un peligro que debe ser destruido a toda costa. No olvidemos que ninguna nación en el mundo que haya promovido una experiencia de independencia de la cadena imperialista escapó de la furia de los EE.UU. para derrocar, difamar, corromper o destruir, desde la revolución soviética hasta las primeras reformas emprendidas en Venezuela por el gobierno de Hugo Chávez.

Sería un error en nuestro tiempo ignorar en la perspectiva revolucionaria tal enseñanza, sin correr el riesgo de deslizarnos hacia la utopía y hacerle el juego a la reacción. En el “mundo libre” cualquier reforma o movimiento revolucionario invoca a los ídolos del establishment, los militares y paramilitares, la policía secreta, la CÍA, la “prensa libre”, la embajada norteamericana y los “combatientes por la libertad” financiados por las clases dominantes y el Pentágono. A tales monstruos no se les combate con discursos, y es que el camino hacia el socialismo no es un paseo por un prado de flores, ya se encargan las clases dominantes de poner los zarzales.

4.4.1 La doble moral burguesa sobre la violencia

     Tampoco podemos olvidarnos de la violencia sistemática del capitalismo, ya que caeríamos en un error identificando a la violencia únicamente con algunas de sus formas (represión policial, militar, lucha armada, etc,) porque eso sería tanto como reconocer que en situaciones de paz social y de democracia burguesa, la violencia no ejerce, no existe, excepto cuando hay que reprimir huelgas o manifestaciones ilegales, emprender aventuras militares y guerras, etc. Pero ¿no indicaba Lenin que el Estado es una organización llamada a ejercer la violencia sistemática de una clase contra otra, de una parte de la población contra otra?.

El cierre de fábricas sometidas a liquidación judicial, o transferidas a otra empresa, el despido de obreros, el desalojo de obreros de sus viviendas por falta de pago, la privación del derecho al trabajo, a la sanidad, a la enseñanza, etc., que sufren la clase obrera, son las formas de violencia legal más comunes y consustanciales del Estado capitalista más democrático, que con su política de carácter clasista sostiene los intereses del capital por medio del apoyo con sus políticas a la conservación y desarrollo de las relaciones de producción explotadoras. El hecho de que la violencia sea en sus formas mas o menos represiva /consentida, dependerá del grado de resistencia, organización y los objetivos de lucha que planteen las clases explotadas contra su situación, o con la conquista de más o menos derechos sociales, sin que por ello la violencia sistemática del capitalismo perezca hasta que no desaparezca como sistema social.

A lo que decimos, la forma más perfecta de organización de la violencia del capitalismo es el sistema político de EE.UU. donde cada uno de los dos grandes partidos se intercambian en el gobierno, dirigidos por personas que reducen la política al negocio, como dos grandes cárteles de especuladores financiados por la burguesía (la ultraderecha republicana y la derecha liberal demócrata), donde el cabildeo es una actividad protegida por la Constitución, en el que no hace falta esconder las ayudas a las campañas políticas ya que se publican en el Boletín Trimestral del Congreso, donde figuran lobbies como la Asociación de Médicos, la de Hospitales (que hacen campaña por la eliminación de la sanidad a cargo del Estado), lobbies del petróleo, automoción, comunicaciones, militar, farmacéutico, etc, que trabajan para influir en los poderes ejecutivo y legislativo. Las máximas contribuciones a candidatos políticos en 2.005-06 sumaban 233 mill. de dólares, un 24% más que el anterior periodo (2.003-04), tales ayudas procedían por orden de los siguientes sectores: finanzas-seguros, atención médica, energía, servicios, comunicaciones, transportes, construcción, agricultura y jurisprudencia (57). En definitiva, en un sistema de elección en el que es impensable que un partido independiente de la clase obrera pueda presentarse al no disponer de medios financieros y sin ser objeto de persecución a todo aquel que apoye una candidatura “roja”. Con este sistema político se ejerce una violencia sistemática corrupta, siendo EE.UU. el país del mundo capitalista avanzado, con más pobreza, marginalidad, sobreexplotación de la clase obrera, y con menos índices de protección social, enseñanza y de mayor vacío cultural. Es decir, donde se dan las formas de violencia más comunes en su esplendor. El proyecto imperialista de la UE no se queda atrás el parlamento europeo cuenta con 15.000 lobbistas en Bruselas y alrededores que bregan entre bastidores para amoldar a los 732 parlamentarios europeos imponiendo sus intereses de clase ejerciendo una violencia política para arrebatar las conquistas sociales del movimiento obrero europeo.

Por eso, en la lucha de ideas los marxistas-leninistas no podemos ocultar moralmente que la violencia real emana del propio sistema, ni podemos caer en la trampa de equiparar las formas de violencia que surgen del sufrimiento, por ej. el pueblo palestino (Intifada), con las formas planificadas desde el estado-mayor de un gobierno imperialista como Israel o EE.UU., que utiliza su arsenal para matar a miles de civiles en defensa, sostén y apoyo a la reproducción del capitalismo, conviviendo a su vez con las formas de violencia más comunes (paro, desprotección social, etc).

En este marco de actuación, ningún proceso revolucionario sea de carácter socialista o de liberación nacional, presuponen por su propia naturaleza y principios formas abiertas de violencia. La violencia contra la resistencia organizada de las clases o pueblos oprimidos la impone siempre la fuerza represiva del orden capitalista establecido.

Precisamente, la discusión desde el sentido común y el humanismo abstracto en torno al fusilamiento de tres terroristas en Cuba (2.003), en medio de una campaña de actividades y secuestros dirigida contra este país, no dejó de ser un insulto a la necesidad que tienen los procesos revolucionarios de adoptar medidas defensivas, en un marco de ofensiva imperialista (guerras de Oriente Medio). Establecer equivalencias morales, como hizo Saramago, entre el imperialismo y los pueblos sometidos al bloqueo, entre los crímenes de guerra de EE.UU. y sus escuadrones de la muerte financiados por todo el mundo (Afganistán, Albania, Guatemala, Nicaragua, Colombia…) por un lado, y la detención de 75 “disidentes” (financiados por EE.UU.) y el fusilamiento de tres terroristas, alentados por una ley que garantiza trabajo y residencia en EE.UU. sólo a cubanos aunque secuestren o asesinen, por otro lado, no deja de ser una grandiosa hipocresía.

Precisamente una clase criminal con la oligarquía financiera a la cabeza, culpable de dos contiendas mundiales, de infinidad de guerras e intervenciones militares, que planifica el hambre y la opresión en la periferia, que comete las mayores atrocidades contra la clase obrera (paro, precariedad laboral, explotación infantil…) no nos puede dar lecciones de ética y moral, y no debiéramos permitirlo. Si a los EE.UU. le preocupara la democracia y los derechos humanos sus enemigos serían Colombia, Indonesia de Suharto, Turquía, etc., perpo el rasero de clase, la doble moral y la hipocresía empujan a señalar como enemigos a países como Cuba y Venezuela, donde la situación en comparación con los anteriores es paradisíaca.

No hay medias tintas, en la dialéctica las clases explotadoras no detentan el monopolio absoluto y legítimo de la violencia, y si los procesos revolucionarios no son lo moralmente correctos que debieran de ser, son los mismos pueblos quienes deben decidirlo, porque la experiencia que algunos intelectuales de occidente han aportado con su apoyo a “oposiciones” y “disidencias” conocidas en el Este de Europa y en Afganistán, por poner ejemplos, no ha sido para traer más socialismo, ni más autodeterminación, sino para exportar el capitalismo con la crisis, empobrecimiento y masacre de las poblaciones, las bases de la OTAN y el integrismo islámico.

En la lucha de clases hay dos contrarios, podemos disentir en ideas desde el apoyo a la revolución y la solidaridad a los proyectos anti-imperialistas, pero nunca dando apoyo o cobertura a la violencia contrarrevolucionaria, negando el derecho a defenderse de ella. Como dice Petras

“hay principios más básicos que la libertad para funcionarios cubanos a sueldo del imperio, y son la seguridad nacional y la soberanía popular” (58),

y esto es líticito para Cuba, que ha sido incluida en el eje del mal por el gobierno Bush IIº, y está en estado de alerta desde hace más de 40 años de agresiones e injerencias, siendo el país que ha sufrido el mayor número de atentados terroristas del mundo, financiados por un país “vecino”, cuyo saldo es de 3478 cubanos que han perdido la vida y 2100 mutilados (Salim Lamrani), “vecino” que además utiliza su embajada en La Habana como foco de la disidencia. ¿Acaso los EE.UU. permitirían que las embajadas de Cuba desarrollaran propaganda contra el gobierno yanqui?. Como dice Atilio Boron, la revolución no se defiende poniendo la otra mejilla ni rezando avemarías (59).

Algunos olvidan fácilmente las enseñanzas de la historia, y que por la violencia cayeron los viejos imperios, por la violencia la monarquía absoluta venció al feudalismo, por la violencia el protestantismo liberó media europa de El Vaticano, por la violencia la burguesía derribó la monarquía absoluta y la aristocracia, por la violencia antiguas colonias se convirtieron en naciones soberanas. Por la violencia bandos imperialistas se disputaron y disputan el mundo, los mercados y materias primas. Por la violencia el capitalismo no descansó en su lucha por destruir la URSS y el régimen socialista, etc. La violencia, como tal no es un acto o método peculiar, sino todo un sistema de dominación política y económica de clase, lo que nos interesa es el carácter de esa violencia, y en contra de quién y cómo se aplica, si es progresista, si defiende el interés de la mayoría trabajadora y los pueblos oprimidos, o si descansa en el interés de lo caduco, el imperialismo y las clases explotadoras, esa es la cuestión de la violencia.

 4.4.2 Conclusiones. La violencia revolucionaria es inevitable

     No podemos confundir el carácter del proceso revolucionario con el momento de la toma del poder, ya que este se puede producir mediante una insurrección armada, o una insurrección popular, una guerra civil o de liberación nacional como lo fue en Cuba y Vietnam, un proceso pacífico como lo fue inicialmente en la Rusia hasta julio de 1.917 y la Hungría de 1.919, o una mayoría electoral relativa o absoluta, como lo fue en Yugoslavia, Rumanía y Checoslovaquia. Proceso revolucionario que debe continuar tras la toma del poder con las transformaciones en la implantación de una forma de dictadura del proletariado concreta (teniendo claro que el viejo aparato de Estado no se integrará en el socialismo).

No obstante, sea pacífica o no pacífica la toma del poder, sería un error confundir la violencia revolucionaria con la vía insurrecional armada. Porque incluso cuando Marx y Engels hablan de la posible vía pacífica al socialismo en Inglaterra y EE.UU no reniegan de la necesaria expropiación de los capitalistas, lo cual es un aspecto de la violencia revolucionaria, inevitable bajo el período de transición al comunismo, denominado como dictadura del proletariado. Es decir, si la clase obrera inglesa hubiera tomado el poder pacífica y legalmente de no emprender una inmediata sustitución del aparato estatal por uno propio deshaciéndose de la máquina burocrático militar, ésta hubiera sido derrotada como en el Chile de 1.973.

El error de la IIª Internacional, el revisonismo juskreviano, el eurocomunismo, la tercera vía y la nueva izquierda consiste en no practicar la táctica de aprovechar las formas parlamentarias de lucha, al exagerar la importancia de estas formas considerándolas únicas.

La victoria en unas elecciones exige el apoyo del gobierno revolucionario en las masas para aplicar las transformaciones revolucionarias por todos los medios incluso por las armas cuando el proceso se vea acosado por la contrarrevolución burguesa. Por lo que siempre se reclama necesidad y no virtud, el ejercicio de la violencia revolucionaria durante el proceso revolucionario, se haya llegado al poder por medio de la insurrección armada, por medio de las urnas e incluso por medio de la entrega voluntaria del bloque político de los explotadores.

Concluyendo, hay tendencias históricas que no se pueden evitar, la dictadura del proletariado es una, y como tal reúne características universales propias a la violencia revolucionaria:

  • Realización de las transformaciones económicas. Supresión de la propiedad privada y las relaciones de explotación. Establecimiento de la propiedad social de los medios de producción decisivos, transformación socialista del campo y la planificación de la economía.
  • Revolucionarización de las fuerzas armadas, defensa del pueblo en armas.
  • Transformaciones culturales e ideológicas en la construcción del socialismo.
  • Aplastar económica, política e ideológicamente la resistencia de las clases explotadoras, que siguen siendo las más poderosas y no renuncian a la restauración de su dominio político y económico.
  • Defender la legalidad del orden constituido.
  • Fortalecimiento y colaboración con las fuerzas revolucionarias internacionales.

NOTAS de LA DICTADURA DEL PROLETARIADO

(1) Democracia y Socialismo (Marta Harnecker) Ed. Realitat. N° 69. Barcelona 2.002.

(2) K. Marx y Engels, Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas, Obras Escogidas, Tomo I°, p.185 y 186, Ed. Progreso.

(3) K. Marx, citado por Lenin en el Estado y la Revolución pág. 32.

(4) Marx, Las luchas de clase en Francia 1.848 a 1.850, pág. 116, en Trabajo asalariado y capital, recopilatorio, Planeta-Agostini).

(5) Obras Escogidas Marx y Engels tomo II, pág. 376, Ed. Progeso.

(6) K. Marx, Revolución y contrarrevolución, pág. 65, Ed. Grijalbo).

(7) K. Marx. Crítica del Programa de Gotha. Ed.Cuadernos Materiales pág. 112.

(8) Introducción a la Guerra Civil en Francia, Marx y Engels Obras Escogidas, tomo II pág. 200.

(9) K. Marx y F. Engels. Prefacio 1.872 Manifiesto del PC págs. 5 y 6, Ed. Progreso.

(10) Marx y F. Engels, Obras Escogidas, p. 198 Tomo IIº, Progreso.

(11) Lenin, El Estado y la Revolución, pág. 78. Ed. Progreso.

(12) Citadas por Máximo L. Salvadori en Revolución y Democracia en Gramsci (Ed. Fontamara, págs. 150 y 151).

(13) “El Estado socialista puede surgir únicamente como una red de comunas de producción y consumo que calculen concienzudamente su producción y consumo, economicen el trabajo, aumenten incesantemente la productividad del mismo y consigan con ello reducir la jornada laboral hasta siete, seis y aún menos horas” (Lenin, Tareas inmediatas del Poder soviético, pág. 22).

(14) “Por cuanto construye ese organismo representativo, en realidad, la clase obrera realiza la expropiación de la primera máquina, del instrumento de producción más importante: la clase obrera misma, que se ha encontrado así misma, que ha adquirido conciencia de su unidad orgánica y que unitariamente se contrapone al capitalismo. La clase obrera confirma así que el poder industrial, que la fuente del poder industrial debe volver a la fábrica, coloca nuevamente a la fábrica -desde el punto de vista obrero, como forma en el que la clase obrera se constituye en cuerpo orgánico determinado, como célula de un Estado nuevo, el Estado obrero, como base de un nuevo sistema representativo: el sistema de los consejos”. A. Gramsci, La conquista del poder en Consejos de fábrica y estado de la clase obrera, recopilatorio, pags. 110 y 111. Ed. Roca. México.

(15) A. Gramsci, La conquista del poder en Consejos de fábrica y estado de la clase obrera, recopilatorio, pág. 33. Ed. Roca.

(16) Frente a la concepción mecanicista de Bujarin que tiende a sobrevalorar la ideología de la clase dominante como muro infranqueable para el desarrollo de una concepción revolucionaria en las masas, Gramsci sostiene:

     “El Ensayo Popular se equivoca al partir (implícitamente) de la presuposición de que a esta elaboración de una filosofía original de las masas populares se oponen los grandes sistemas de las filosofías tradicionales y la religión del alto clero; es decir la concepción del mundo de los intelectuales y la alta cultura. En realidad, estos sistemas son ignorados por las masas y no tienen eficacia directa sobre su manera de pensar y obrar. Ciertamente, ello no significa que carezcan de toda eficacia histórica, pero esta eficacia es de otro género. Estos sistemas influyen sobre las masas populares como fuerza política externa, como elemento de fuerza cohesiva de las clases dirigentes, como elemento de subordinación a una ideología exterior, que limita el pensamiento negativamente original de las masas populares, sin influir sobre el positivamente como fermento vital de transformación íntima de lo que las masas piensan en forma embrionaria y caótica acerca del mundo y la vida.

     Los elementos principales del sentido común son provistos por las religiones; por lo tanto la relación entre sentido común y religión es mucho más íntima que entre el sentido común y los sistemas filosóficos de los intelectuales” (A. Gramsci, Notas críticas sobre una tentativa de Ensayo Popular de Sociología, en La política y el Estado moderno, recopilatorio, Ed. Planeta Agostini).

     A ello se le puede añadir en la actualidad los eventos mediáticos (fútbol, culebrones, programas basura, fiestas ancestrales, etc.) como opios del pueblo que dominan mas el sentido común de las masas que cualquier forma de filosofía o teoría política, de ahí que el intelectual colectivo revolucionario debe partir del sentido común de las masas para elevarlas por medio de la lucha económica y las formas cotidianas de vida al conocimiento y concepción revolucionaria del mundo, superadora del capitalismo y constructora de la nueva sociedad socialista.

(17) “Una concepción del mundo, no puede revelarse apta para penetrar en toda la sociedad y llegar a ser una fe, sino se muestra capaz de sustituir a las concepciones y es precedente a todos los niveles del Estado” (A. Gramsci, Citado por Máximo L. Salvadori en Revolución y Democracia en Gramsci, Fontamara, pág. 157).

(18) A. Gramsci. La formación de los intelectuales. Antología. Pág. 388. Ed. S. XXI.

(19) A. Gramsci. Antología, págs. 89 y 90. Ed. S. XXI.

(20) “Los intelectuales son los gestores del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social” (sociedad civil y producción) “y del gobierno político..” (A. Gramsci. Antología, pág. 394. Ed. S. XXI).

(21) Citado por Salazar Valiente en ¿Saltar al reino de la libertad? 1.-Crítica de la transición al comunismo, pág. 151. Ed. S. XXI.

(22) A. Gramsci, La conquista del poder en Consejos de fábrica y estado de la clase obrera, recopilatorio, pág. 31. Ed, Roca.

(23) N. Poulantzas, Las clases sociales en el capitalismo actual pág. 267. Ed. S. XXI.

(24) Lenin. El Estado y la revolución, págs.. 101 y 107. Ed. Progreso 1976.

(25) Citado por Máximo L. Salvadori en Vía parlamentaria o vía consejista pág. 63. Ed. Anagrama.

(26) Bettelheim. Las luchas de clases en la URSS. Primer período, pág. 232 Ed. S. XXI).

(27) Lenin, citado por Bettelheim, Las luchas de clases en la URSS. Primer período, pág. 235 Ed. S. XXI).

(28) Citado por Vidal Villa en Conocer Rosa…pág. 125. Ed. Dopesa.

(29) “La disolución de la Internacional Comunista es sensata porque: A) Pone de relieve la mentira de los hitlerianos que afirman que Moscú intenta implicarse en la vida de las otras naciones para bolchevizarlas. Ahora se ha puesto fin a esa calumnia. B) Pone de relieve la calumnia de los adversarios del comunismo en el movimiento obrero que afirman que los partidos comunistas de los distintos países actúan, no en interés de su pueblo, sino obedeciendo órdenes extranjeras. Se ha puesto igualmente fin a esta calumnia. C) Facilita la actividad de los patriotas en los países amantes de la libertad con el fin de unir las fuerzas progresistas de sus países respectivos sin distinción de partidos ni de creencias religiosas, en un único campo de liberación nacional, con el fin de desarrollar la lucha contra el fascismo. D) Facilita la actividad de los patrionas de todos los países con el fin de unir a todos los pueblos amantes de la libertad en un único campo internacional de lucha contra la amenaza de dominio del mundo por el nazismo.” (J. Stalin. Entrevista de la Agencia Reuter 28 de mayo 1.943. Citado en La IIIª Internacional. www.antorcha.org).

(30) Ante la ley firmada por Roosvelt en 1.940 en EE.UU. que prohibía la filiación internacional a las organizaciones en los EE.UU. El Partido Comunista se encontraba amenazado de esta manera por su pertenencia a la IC. Producto de esta situación Dimitrov, último secretario general de la IC, en 1.941 planteaba la necesidad de la disolución temporal de la IC, trasladando su dirección a un órgano de coordinación (Buró Internacional de Información) de los partidos comunistas, para que estos sin ser acusados de llevar directrices políticas extranjeras pudieran actuar en los ámbitos y desarrollarse como partidos nacionales evitando en la persecución que eran objeto y el aislamiento de las masas: “…se debería hacer de los partidos comunistas, partidos totalmente independientes en lugar de secciones de la IC. Deben convertirse en partidos comunistas nacionales con diferentes nombres…Deben tener un programa comunista, deben apoyarse en un análisis marxista, no mirar siempre hacia Moscú sino resolver independientemente, en cada país respectivo, las tareas concretas…Si los partidos comunistas se refuerzan de esta manera, entonces podrán reconstruir su organización internacional.

     La Internacional fue fundada en tiempos de Marx con la expectativa de una revolución internacional por llegar. La Komitern fue creada bajo Lenin del mismo modo en un periodo parecido.

     En el presente, las tareas nacionales pasan, en cada país, al primer plano…En las circunstancias actuales, la pertenencia de los partidos comunistas a la Komitern facilita su persecución por la burguesía y favorece su plan de aislarlos de las masas de su propio país: los partidos comunistas estarán impedidos para desarrollarse de manera autónoma y resolver sus tareas como partidos nacionales…

     En la decisión se tendría que tener en consideración previamente, todos los posibles golpes del adversario, por ejemplo, que se trataría de una pretendida maniobra o que los comunistas habrían abjurado del internacionalismo proletario y de la revolución proletaria internacional. Nuestra argumentación debe ser tal que conduzca a un avance de los partidos comunistas y no que suscite la desmoralización y la incertidumbre…

     En la etapa actual, es necesario que se desarrollen como partidos nacionales autónomos. Después del apogeo del movimiento comunista nacional en los países respectivos surgirá, en la próxima etapa una organización comunista internacional sobre una base más amplia y más solida…el CEIC, cierto, se disuelve pero continúa existiendo de hecho bajo otra forma, como centro internacional dirigente.” (Dimitrov sobre la disolución de la Internacional. Citado en www.antorcha.org.).

     La razón de la disolución fue con motivo de la ley de EE.UU. (octubre 1.940) por el cambio de las condiciones objetivas donde la conformación de una dirección central de los partidos comunistas se había convertido en un obstáculo para su crecimiento y la vinculación con los trabajadores de sus países, pero no se renunciaba a relanzarla bajo otras formas.

(31) Ver J. Garcés en Soberanos e intervenidos, pág. 73. Siglo XXI.

(32) Ver J. Garcés, Soberanos e Intervenidos, pág. 419. Siglo XXI.

(33) Kruchev y la disgregación de la URSS. Mijail Kílev. Ed. Unión Proletaria. 2.005., pág. 11.

(34) Kruchev y la disgregación de la URSS. Mijail Kílev. Ed. Unión Proletaria. 2.005, págs. 11 y 12.

(35) Ver el punto 4.7.5, donde viene más desarrollado la implicación de determinados intelectuales afines al trotkismo, y su implicación en la política anticomunista del imperialismo.

(36) La CIA en España. Págs. 91 y 103. Alfredo Grimaldos. Ed. Ciencias Sociales. La Habana 2007.

(37)La CIA en España. Págs. 85, 93 y 94 Alfredo Grimaldos. Ed. Ciencias Sociales. La Habana 2007.

(38) La CIA en España. Pág. 87. Alfredo Grimaldos. Ed. Ciencias Sociales. La Habana 2007.

(39) La CIA en España. Págs. 249, 250, 251 y 253. Alfredo Grimaldos. Ed. Ciencias Sociales. La Habana 2007.

(40) El Instituto de Historia Social, sucursal antisocial (Annie Lacroix-Riz) 7 de noviembre 2.005.

(41) “La idea de Marx, consiste en que la clase obrera, debe destruir, romper la máquina estatal existente y no limitarse simplemente a apoderarse de ella” (Lenin, El Estado y la revolución, Ed. Progreso pág. 35).

(42) La revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos, J. Stalin. 17-12-1924. Obras Escogidas.

(43) “…Todos los socialistas están de acuerdo en que el Estado político, y con el la autoridad política, desaparecerán como consecuencia de la próxima revolución social, es decir, que las funciones públicas perderán su carácter político, trocados en simples funciones administrativas, llamadas a velar por los verdaderos intereses sociales. Pero los anti-autoritarios exigen que el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aún antes de haber sido destruida las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa mas autoritaria que existe; es el acto mediante el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra mediante los fusiles, las bayonetas, los cañones, medios autoritarios si los hay; y. el partido victorioso, sino quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que estas armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día de no haber empleado esta autoridad del pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella?…” (De la Autoridad, F. Engels. pág. 87. en Acerca del anarquismo y el anarcosindicalismo. Marx-Engels-Lenin Ed. Progreso). “Es precisamente la falta de centralización y de autoridad lo que le ha costado la vida a la Comuna de París…cuando se me habla de la autoridad y de la centralización como de dos cosas condenables en todas circunstancias posibles, me parece que quienes hablan así, o no saben lo que es una revolución, o son revolucionarios sólo de palabra.” (Carta de Engels a Z. Terzagui, pág. 50). Engels en la Contribución al problema de la vivienda, destacará como una de las razones por las que la Comuna cayó fue la no confiscación del Banco de Francia.

(44) Horacio M. Prieto, teórico del movimiento libertario, sacaría a la luz en agosto de 1.938 algunas conclusiones sinceras e interesantes acerca de la colisión entre la teoría y la práctica anarquista-faísta: “Sectarios como nadie, nosotros que hicimos gala de respetuosos y altruistas, fuimos, por orgullo incomprensible, los menos aptos para deducir de los hechos y plegarnos a las exigencias de la lucha cotidiana y de los fines inmediatos. Queríamos en nuestra ignorancia…destruir el Estado con pronunciamientos que trascendían a planes de manicomio. Sintetizamos nuestro pensamiento en las siguientes conclusiones:…Propugnar un federalismo político, jurídico y administrativo, delimitado por las posibilidades militares, económicas, preventivas y diplomáticas del Estado central…Colaboración gubernamental con los sectores antifascistas durante la guerra…Reconocer eventualmente necesarios el ejército regular, el aparato de orden público y el jurídico y administrativo estatales, órganos de poder que habrán de sufrir una modificación más profunda, tendente a la democratización más completa…Hoy más que nunca la FAI es un fantasma, un grito de guerra, un distintivo del infantilismo revolucionario. La FAI defiende el militarismo proletario, la economía dirigida, la nacionalización de ciertas ramas de la industria y del comercio, la justicia penal y la administación pública en general, tiene soldados, jefes, oficiales, directores de empresas, policías, carceleros y representantes políticos en los órganos menores del Estado. Tiene y admite todo esto…” Horacio acaba planteando la creación de un ¡partido político socialista-libertario!, y la unidad orgánica sindical CNT-UGT. (Citado por Manuel D. Benavides en Guerra y Revolución en Catalunya). Aquellos que habían teorizado no establecer diferencia alguna entre los partidos políticos, ya que todos formaban una masa reaccionaria y debían ser combatidos, giraban sobre su eje y en la práctica se desembarazaban de su teoría, no sin virulentas contradicciones con su espontáneo espíritu sectario y cantonalista que no dejaría de florecer contra la necesaria unidad de las fuerzas antifascistas antifascista (frente de Aragón, pustch de mayo en Barcelona, ejército regular, etc).

(45) En Catalunya la Generalitat aprobó un decreto que colectivizaba las empresas de más de 100 trabajadores, correspondiendo su gestión a un consejo integrado por los propios trabajadores. Los transportes (ferrocarriles, autobuses, barcos, etc.), servicios de comunicación de energía, sanitarios funcionaron bajo colectivización de los obreros organizados en los sindicatos UGT y CNT. También se creó el consejo de economía el cual estableció el siguiente plan en Agosto de 1.936: “Reglamentación de la producción según las necesidades del consumo. Monopolio del comercio exterior. Colectivización de la gran propiedad agraria… Devaluación parcial de la propiedad urbana… y la rebaja de los alquileres. Colectivización de las grandes industrias, de los servicios públicos y de los transportes… Incautación y confiscación de las empresas abandonadas… Extensión del régimen cooperativo a la distribución de los productos. Control obrero de las operaciones bancarias… nacionalización de los bancos. Control sindical obrero de todas las empresas que sigan siendo explotadas en régimen privado. Rápida recolocación de los desocupados. Supresión rápida de los diversos impuestos para llegar al impuesto único “ (Recogido por Mandel en Control obrero, Consejos Obreros, autogestión. Ed. Era 1.974, pág 307).

(46) F. Engels. Introducción a las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, edición de 1895, Marx-Engels Obras Escogidas Tomo Iº pág. 207 Ed. Progreso.Moscú.

(47) Citado por Henrich Gemkov. Federico Engels. Ed. Cartago. Buenos Aires 1975.

(48) El 20 de marzo de 1.919, ante la división territorial impuesta por el tratado de Versalles, el gobierno incapaz de mantener la unidad nacional dimitió, y los soviets dirigidos por los comunistas húngaros sustituyeron al gobierno burgués incapacitado para salir de la crisis política. Pero este poder no fue regalado, la descomposición de la máquina burocrático-militar del imperio Austro-húngaro, junto a un proletariado armado con destacamentos militares dirigidos por comunistas, provocaron la autoliquidación del gobierno burgués. El propio Bela Kun argumentaba “…la burguesía no regaló el poder a la clase obrera, sino que lo abandonó bajo la presión de los acontecimientos y cuando no tuvo ya medio para conservarlo… En el interior del país, bajo la guía del PC húngaro, grandes masas proletarias aliadas a categorías intermedias todavía más grandes combatían contra ese poder burgués desgarrado por la derrota militar, el cual no tenía ya prácticamente una fuerza armada con que contar y había perdido el grueso de sus bases de masa… No existía una sola organización armada de la burguesía –ejército, milicia, etc.- en que el PC no tuviese una influencia organizada y, en muchos casos preponderante… tenía en sus manos y dirigía masas importantes de soldados en muchos sectores a menudo decisivos” (citado por R. Arismendi en Lenin, la revolución y América latina, pág. 213).

 

(49) Un delincuente en Miami (P. Serrano), rebelión.org. 2.004.

(50) “En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo en que no liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha… admite las formas de lucha más diversas… no las inventa, sino que generaliza, organiza y da un carácter consciente a las formas de lucha de las clases revolucionarias que surgen por sí mismas en el curso del movimiento. Enemigo absoluto de toda fórmula abstracta, de toda receta doctrinaria, el marxismo exige que se preste mucha atención a la lucha de masas que se está desarrollando, la cual a medida que el movimiento se extiende, a medida que crece la conciencia de las masas, a medida que las crisis económicas y políticas se acentúan, engendra procedimientos siempre nuevos y siempre más diversos de defensa y ataque. Por esto, el marxismo no rechaza de plano ninguna forma de luchano se limita, en ningún caso, a las formas practicables y existentes en un momento dado, sino que admite la aparición inevitable de formas de lucha nuevas, desconocidas…al cambiar la coyuntura social. El marxista…aprende de la práctica de las masas y no pretende enseñar a estas las formas de lucha inventadas por sistematizadores de gabinete. Sabemos (decía por ejemplo Kautsky, al examinar las formas de revolución social) que la próxima crisis nos aportará formas nuevas de lucha que no podemos prever ahora.

     En segundo lugar, el marxismo exige que la cuestión de las formas de lucha sea considerada desde un punto de vista absolutamente histórico…de la situación histórica concreta…En los diversos momentos de la evolución económica, según las diferentes condiciones políticas, la cultura nacional, las costumbres, etc., aparecen en primer plano distintas formas de lucha, que se hacen preponderantes, y en relación con esto se modifican, a su vez, las formas de lucha secundarias, accesorias. Querer responder si o no a propósito de un determinado procedimiento de lucha, sin examinar en detalle la situación concreta del movimiento dado, en el estado dado de su desenvolvimiento, significa abandonar completamente el terreno del marxismo”. (La guerra de guerrillas, Lenin, Obras Completas. Ed. Progreso).

(51) Citado por M. Kudachkin en Chile: la experiencia de la lucha por la unidad de las fuerzas de izquierda y las transformaciones revolucionarias, pág. 223. Ed. Progreso.

(52) Citado por Arismendi en Lenin, revolución y América latina. Págs. 320 y 321. Pueblos Unidos.

(53) Engels, Principios del Comunismo en El Manifiesto del PC, págs. 79 y 80, Ed. Progreso.

(54) K. Marx y F. Engels. El Manifiesto del PC, págs. 67 y 68. Ed. Progreso.

(55) Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky, pág. 23. Ed. Torres.

(56) Joan E. Garcés (Soberanos e Intervenidos) p. 129. S. XXI.

(57) Ver en El pensamiento secuestrado. Susan George. Págs. 208, 209 y 234. Ed. Icaria. Barcelona. 2.007.

(58) La responsabilidad de los intelectuales: Cuba, los EE.UU. y los derechos humanos (J. Petras) Ed. Rebelión.

(59) Ver La cabeza del Imperio (Atilio A. Boron) Ed. Rebelión.

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