Apuntes sobre la construcción europea. Contribución a un debate fundamental

Alexandre García 04/10/2017 y 16/10/2017

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«Los pueblos de Europa representan una sola familia en el mundo. No sería muy inteligente imaginarse que en un espacio tan estrecho como el de Europa, una comunidad de pueblos pueda por mucho tiempo mantener sistemas de leyes que descansen sobre concepciones diferentes.”  (Adolfo Hitler, discurso ante el Reichstag, 7 de marzo de 1936)

Introducción

Es algo comúnmente aceptado por parte de la izquierda que la Unión Europea (UE) es sinónimo de ultra-liberalismo, pobreza creciente, desregulación de la economía, privatizaciones, deslocalizaciones y dictadura abierta al servicio del gran capital transnacional. Es más, la opinión compartida por casi todo el espectro político es que no funciona “como debería”. Sin embargo, tras hacer un diagnóstico correcto, la práctica totalidad de los partidos políticos, desde la extrema derecha hasta cierta izquierda “radical” –con honrosas excepciones– llega a la conclusión de que el remedio a la enfermedad no pasa por romper con la UE, como sería lógico, sino por “cambiar Europa”.

Un ejemplo paradigmático de esta miopía política, que vuelve incapaz de ver más allá de la UE, lo pudimos ver en las declaraciones de la portavoz de Izquierda Unida en el parlamento europeo Marina Albiol tras el ‘Brexit’. Después de declarar que la salida del Reino Unido de la UE era “fruto de las políticas económicas austericidas[1] impuestas desde Bruselas y Berlín”, Albiol hacía un llamamiento a “construir un nuevo modelo de integración que ponga a las clases populares en el centro de las decisiones”.[2] ¿Se imagina el lector si en el periodo 1939-1945 algún líder de la resistencia hubiese dicho que, al ser insoportable la ocupación de los ejércitos nazis en Europa, hacía falta construir otro III Reich “que ponga a las clases populares en el centro de las decisiones”? Y sin embargo, salvando las distancias, es prácticamente la misma afirmación.

Más asombroso aún era que Albiol, pareciendo una comisaria europea, añadía que “la solución no pasa por salidas aisladas en clave nacionalista, que alimentan la xenofobia”, reproduciendo así el discurso del establishment europeísta sobre el ‘Brexit’, que criminalizaba al pueblo británico por haber votado incorrectamente (como si todos los que hubiesen votado a favor del ‘Brexit’ fueran xenófobos, argumento clásico de la propaganda europeísta).

Esta afirmación no es gratuita. Al día siguiente del ‘Brexit’, el “filósofo” multimillonario Bernard-Henri Lévy –que, recordémoslo, es un agente israelí y un criminal de guerra– escribía en el diario Le Monde un artículo donde afirmaba que el ‘Brexit’ es “la victoria de la derecha dura sobre la derecha moderada –entiéndase que los Cameron, Merkel y Sarkozy son la “derecha moderada”– y de la izquierda radical sobre la izquierda liberal. Es la victoria, en los dos campos, de la xenofobia, del odio por tiempo recocido del inmigrante y la obsesión con el ‘enemigo interior’”.[3]

Esta coincidencia en lo discursivo entre Marina Albiol y Bernard-Henri Lévy se debe al fuerte calado que ha tenido la ideología europeísta en la izquierda. Esta ideología tiene carácter ecuménico porque resulta ser compartida por casi todas las fuerzas del arco parlamentario –prácticamente desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda–, que asumen que la construcción europea es un proceso que se ha impuesto por sí mismo de la forma más natural –incluyendo a los que afirman estar a favor de “otra Europa”–, cosa que les impide pensar en cualquier proyecto político más allá de las coordenadas de la UE.

Otro ejemplo claro de cómo la izquierda ha asumido la ideología europeísta la pudimos ver en un artículo del ex-secretario general del PCE Francisco Frutos, escrito el pasado marzo mes de marzo con ocasión del 60º aniversario de la firma del Tratado de Roma. En su cruzada personal contra la actual dirección del PCE, Frutos llegaba a atacarla indirectamente incluso cuando acierta, con el siguiente comentario:  , propongo hacer lo posible para que la clase trabajadora europea, la de origen y la nueva procedente de flujos migratorios, tome consciencia de que su emancipación social sólo será posible, con su unidad y esfuerzo colectivo, denunciando y combatiendo las actitudes y políticas de sobreexplotación, xenófobas y racistas, y defendiendo unas condiciones laborales y sociales iguales para todos/as por un mismo trabajo.”[4] Con lo cual, parece que Francisco Frutos tiene mucho más en común con Marina Albiol de lo que él quisiera creer… Por muy enfrentados que parezcan estar unos y otros en el seno de la familia PCE-IU, casi todos (o muchos, al menos) parecen compartir todos una misma idea ecuménica, a saber, que la integración europea es algo tan natural cuya existencia o concepto no debe cuestionarse.

En un artículo escrito en 2015, Enrique Castells Turia definía la naturaleza de esta ideología europeísta con las siguientes palabras:

El objetivo de la izquierda europeísta es hacer calar entre los trabajadores y los pueblos el mensaje de que es posible una unidad europea que contemple los derechos sociales y laborales sin necesidad de romper el marco político y económico vigente. Se trataría de una Europa democrática donde los intereses de los trabajadores defenderían sus propuestas de igual a igual con los grandes poderes –públicos y privados–, las instituciones y el mundo de los grandes negocios y las altas finanzas en el marco de un corporativismo europeo armonioso.”[5]

Se pueden identificar tres tipos de europeístas:

1) los europeístas convencidos, cuya filiación política puede abarcar desde los conservadores hasta la socialdemocracia, pasando por los liberales y los ecologistas del tipo Daniel Cohn-Bendit (otanista convencido). Son los políticos profesionales y tecnócratas a sueldo del capital financiero y las transnacionales que llevan a toda marcha la construcción europea por encima de la voluntad de los pueblos.

2) los europeístas ingenuos o hipócritas. Son aquellos que por democratismo infantil o pura hipocresía reconocen que la UE no es lo que debería ser, que está “mal gobernada” o que incluso es una “buena idea mal aplicada”, pero cuya posición final es que es posible “otra Europa”. De hecho, en este grupo se podrían incluir a prácticamente todas las familias políticas. Así, mientras la extrema derecha habla de una “Europa de las naciones”, la socialdemocracia habla de una “Europa social”, y la izquierda radical-europeísta habla de una “Europa de los trabajadores”. Hasta los conservadores no tienen reparos en emplear el discurso sobre “cambiar Europa”. En 2005, interrogado sobre el referéndum sobre la Constitución Europea, Nicolás Sarkozy –en aquel momento ministro de interior francés– declaraba al diario Libération: “¿Queréis cambiar Europa? ¡Votad sí!”.[6]

En el campo de la izquierda, un ejemplo de libro de este tipo de europeísmo lo tenemos en el dirigente de Podemos Pablo Iglesias Turrión, que después de la capitulación del gobierno de Tsipras en julio de 2015, declaraba:

“Nosotros no definimos nuestra política exterior por cuestiones electorales, sino porque pensamos que hace falta una Europa más democrática y más justa. Creemos que los ciudadanos españoles saben perfectamente que hace falta una Europa más democrática y diferente a la Europa de la austeridad que nos ha llevado al desastre”.[7]

Por si no quedaba claro, pocos días después Iglesias aclaraba:

“Somos europeístas pero también demócratas. Los que están destruyendo Europa son instituciones como la Troika”.[8] Pero es exactamente al revés: la ‘Troika’ es quien precisamente está llevando el proyecto europeo a implementación.

3) los europeístas “muy a pesar de ellos”. Son los más sutiles. Es hasta posible que algunos lo sean inconscientemente, aunque a efectos prácticos el resultado sea el mismo. Se trata de sectores de la izquierda que han asumido que la UE es irreformable y que no es posible llevar a cabo un programa de transformación social en el seno de la UE, pero que por algún motivo eluden sistemáticamente hablar de la conclusión lógica a esta premisa, que es la necesidad de salir de la UE.

Enrique Castells Turia también mencionaba el caso de euroescépticos o incluso anti-europeístas, cuya “influencia dentro de las organizaciones europeístas es insignificante y acaban tolerando el europeísmo en nombre de la unidad porque no se considera un grave problema que deba provocar discrepancias internas”, haciendo que “a efectos prácticos, la izquierda europeísta presenta su propio proyecto de unidad europea sin fisuras”.[9]

En resumen, estos europeístas dicen no querer la UE, pero en la práctica la defienden. Más adelante veremos algún ejemplo.

Tesis sobre los orígenes de la construcción europea

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Los orígenes de la unidad europea actual: la Europa de los cárteles industriales y financieros, y el esfuerzo común para la destrucción de la Unión Soviética.

Este humilde trabajo pretende contribuir a la lucha contra la ideología europeísta y debate sincero sobre la necesidad de asumir la salida de la UE como punto programático de primer orden. Para ello ofreceremos algunas informaciones relativamente desconocidas sobre los orígenes de la construcción europea y refutaremos algunos lugares comunes sobre la UE.

Los sectores más euroescépticos de la izquierda en España suelen considerar que la UE es una herramienta al servicio de los monopolios europeos para garantizar un mercado cada vez mayor y más desregulado –cosa que en sí misma no es falsa–, siendo un proyecto exclusivamente endógeno de las élites europeas al servicio de los capitales europeos. Por ejemplo, en las tesis de su IX congreso, el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) definía a la UE de la siguiente manera:

“Lo que hoy conocemos como Unión Europea es el resultado de un proceso iniciado hace ya más de cincuenta años por los dirigentes de las economías más importantes de la Europa capitalista.

Al finalizar la II Guerra Mundial, con una Europa devastada tras la guerra desencadenada por el nazifascismo, los sectores oligárquicos de Europa Occidental decidieron poner en marcha un proceso de unificación de mercados. Lo que inicialmente era la eliminación de las restricciones al comercio de carbón, acero y energía atómica entre los países miembros, fue ampliándose hasta convertirse en la apertura de mercados a todos los ámbitos de la economía tal y como la conocemos hoy, comprendiendo el libre tránsito de trabajadores, capitales, mercancías y servicios.”

No pretendo afirmar que estas afirmaciones son erróneas: esta caracterización de la UE es sin duda parte de la explicación, pero creo que solamente enseña parte de la verdad, pues ignora que la UE es al mismo tiempo y sobre todo un proceso tutelado de la A a la Z por los Estados Unidos de América. Esto será comentado más adelante.

No obstante, hay parte de verdad en lo que dice el PCPE, y es que los monopolios europeos tienen mucho que ver con el proyecto de construcción europea. Lo que hay que recalcar es que, previamente a la construcción europea iniciada con el Tratado de Roma en 1957, los nazis ya habían intentado poner en pie un proyecto geopolítico basado en la ideología europeísta, bajo hegemonía del III Reich.

Tesis 1: el primer intento de construcción europea fue llevado a cabo por el nazismo

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Si bien los nazis fueron los primeros en llevar el proyecto europeísta a implementación, hay que decir que ya existía antes un caldo de cultivo ideológico que promovía el concepto de una “Europa” unida. Podríamos remontarnos al discurso de 1849 del escritor francés Víctor Hugo sobre los “Estados Unidos de Europa”, cuya lectura es recomendable, por su claro carácter racista y colonialista. Pero creo que el claro antecedente en el que habría que detenerse en el caso del conde Richard de Coudenhove-Kalergi, aristócrata hijo de un diplomático austriaco y una madre japonesa, que en octubre de 1923 publicó el primer manifiesto a favor de la “unidad europa”, el llamado “manifiesto Pan-Europa”, que supuso la creación en 1924 del Movimiento Pan-Europa (MPA), cuya meta era la unidad de una Europa cristiana, libre de “nihilismo, ateísmo y el inmoral consumismo” frente al posible avance del comunismo soviético.[10]

Entre las ideas avanzadas por el MPA, estaban entre otras cosas, la creación de una “unión aduanera y monetaria” para la reorganización del espacio económico europeo (en este sentido el MPA anticipaba el Tratado de Roma de 1957), y el establecimiento de los “Estados Unidos de Europa” por medio de la abolición de la fronteras, que se habrían convertido en simples límites administrativos entre Estados miembros. Esta unión sería gobernada por:

una “Cámara de los pueblos” formada por 300 diputados (que de alguna forma anticipaba el actual Parlamento europeo);

y una “Cámara de los Estados” que contaría con 26 miembros (un diputado por cada Estado miembro – es decir, casi exactamente lo mismo que la actual Comisión europea).[11]

En el primer congreso del MPA en 1926 en Viena, se decidió que el “Himno a la alegría” de Beethoven se convertiría en en el himno de Europa, cosa que sigue siendo de actualidad.

A riesgo de que me acusen de conspiracionista, creo importante añadir que el MPA fue financiado a partir de 1925 por Max Warburg, patrón del banco alemán Warburg, por iniciativa del barón Louis de Rotschild. El hermano de Max Warburg, Paul Warburg, que se había convertido en ciudadano estadounidense en 1911, fue vice-presidente de la Reserva Federal Alemana (FED) cuando apenas estaba balbuceando, y que, recordémoslo, es un Banco central totalmente independiente del poder político (y que hoy se ha convertido en un lobby sionista, desde hace varias décadas su presidencia ha estado ocupada exclusividad desde 1987 por judíos ultra-sionistas).[12] Es importante tener en cuenta estas conexiones para darse cuenta de que el proyecto europeísta no solo atañe a “Europa”.

Es más, después de la II guerra mundial, Coudenhove-Kalergi fue la primera persona en recibir el premio Carlomagno, premio otorgado en la ciudad de Aquisgrán, Alemania, con el que, según Wikipedia, “son distinguidas personalidades en el ámbito europeo en general y en la Unión Europea en particular”. En su discurso, titulado “La descomposición de las naciones modernas”, Coudenhove-Kalergi afirmaba querer una Europa unida “de Islandia a Turquía y de Finlandia a Portugal”, añadiendo que era necesario crear una “unión atlántica” con una federación entre Estados Unidos, Reino Unido (haciendo de puente) y Europa.[13] La idea de mercado trasatlántico no ha surgido pues de la mente prolífica de Barack Obama, sino que se remonta a muy atrás en el tiempo.

El MPA sigue existiendo a día de hoy, disponiendo de varias sedes en varios países europeos, teniendo su secretaría general en Múnich.

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Esta es la portada de una obra del conde Coudenhove-Kalergi publicada en 1923, Europa, Erwacht! (“Europa, ¡despierta!”). Podemos observar que hay una nación, en color ojo, muy mala y peligrosa, que representa una amenaza para la civilización europea.

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Esta es la bandera que había pensado el Movimiento Pan-Europa para los “Estados Unidos de Europa”: bajo fondo azul, la cruz de los cruzados. La idea de defensa de la cristiandad estaba muy asociada a la ideología europeísta.

Al mismo tiempo que Coudenhove-Kalergi desarrollaba su proyecto, a idea de construir una “nueva Europa” también había sido defendida, desde los años 20, por los grandes trusts alemanes (los llamados konzern) para ampliar su escala de producción y crear un gran mercado europeo e incluso euro-americano.

Se podrían citar varios ejemplos, pero vamos a centrarnos en los dos grandes carteles alemanes que defendieron la idea de “nueva Europa” y que tuvieron un papel clave en el ascenso de Hitler al poder.

El primero de ellos es el cartel de la industria química IG Farben (del cual formó parte la empresa Bayer), que en 1927 concluyó un acuerdo para un programa conjunto de investigación y desarrollo con la Standard Oil de Rockefeller. En 1928, IG Farben fusionó sus activos con los de Henry Ford, y el 9 de noviembre 1929 se creó un gran cartel petroquímico internacional con la fusión de las británicas ICI y Shell y las estadounidenses Standard Oil y Dupont. Se podría decir que se trataba de los antecedentes de los actuales TTIP y CETA, que no son más que la culminación del proyecto europeísta). En el momento de iniciarse la II Guerra Mundial, IG Farben había firmado acuerdos con unas 2.000 empresas, incluyendo Ford, Alcoa, General Motors, Texaco o Procter & Gamble.[14]

Más tarde, en la Conferencia de la Comunidad Económica Europea de 1942 (como podemos observar, ¡la CEE ya existía con los nazis!), Anton Reithinger, gerente del IG Farben, en la conferencia de la Comunidad Económica Europea de 1942, habló del equilibrio entre los diversos intereses de los socios del espacio económico europeo y sus intereses comunes, afirmando que: “Para poner estos intereses en práctica se requiere […] una creencia en la idea europea y en la misión europea de Alemania”.[15]

El otro gran cartel que fue decisivo en el ascenso de Hitler al poder fue el cartel internacional del acero, que abrió sus oficinas en Luxemburgo en 1926. Su componente alemana, Vereinigte Stahlwerke, reunía los cuatro mayores productores alemanes, dirigidos entre otros por Fritz Thyssen, Ernst Poensgen y Otto Wolf. Este grupo llegaría a recibir 100 millones de dólares de parte de inversores estadounidenses.[16]

Durante la firma del primer acuerdo internacional para la conformación del cartel, el 30 de septiembre de 1926, los grandes industriales del acero declararon que dicho acuerdo era el primer paso hacia la formación de “los Estados Unidos económicos de Europa”. 12 años más tarde, más del 90% del hierro y del acero comercializado en el mundo estaba bajo el control del cartel. Las industrias del acero de Austria, Polonia, Checoslovaquia, Reino Unido y Estados Unidos formaban parte del cartel, no obstante bajo hegemonía alemana.[17]

Para subrayar el hecho de que la voluntad de utilizar a Hitler para la creación de estos “Estados Unidos de Europa” no provenía solamente del capital de origen alemán, es preciso citar también el caso del Banco de Pagos Internacionales (BPI), con sede en Basilea y conocido como el “banco de los bancos centrales”, que descansaba en el modelo anglo-holandés de banco central que escapa totalmente al control de los Estados-naciones (curiosamente, lo que ocurre en la actualidad con el Banco Central Europeo).

El BPI fue creado en 1930 en el marco del plan Young[18] por los bancos centrales internacionales, notablemente el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal de los Estados Unidos, a iniciativa del alemán Hjalmar Schacht, que por entonces era el director de la Reichsbank, el banco central alemán. Schacht ocuparía más tarde el puesto de ministro de economía del III Reich entre 1934 y 1937.[19] Este banco, que era co-dirigido por instancias estadounidenses y británicas –el estadounidense Thomas H. McKittrick fue su presidente entre 1940 y 1946– tuvo en su equipo directivo a personas como las que siguen:

el baron Kurt von Schröder, director de la JH Stein Bank de Colonia y principal financiador de la Gestapo y de las SS-Totenkopfverbände (“unidad calavera”).

el director de la Reichsbank Walther Funk y el economista nazi Emil Puhl, ambos nombrados personalmente por Hitler al consejo de administración del BPI.

Pues bien, hay que saber que los fondos estadounidenses y británicos destinados a financiar el acceso al poder de Hitler y posteriormente su maquinaria de guerra transitaban por el BPI. Debido a ello, en la conferencia de Bretton Woods de 1944 se emitieron dos resoluciones, una para disolver el BPI y otra para investigar sus cuentas. La primera resolución fue retirada después de presiones, y en cuanto a la segunda, nunca ha llevado a que se hicieran investigaciones, incluso hasta el momento actual, en el que el BPI sigue activo.[20]

Con la ocupación de la casi totalidad de Europa por parte del III Reich y aliados, el proyecto de fusión económica defendido los grandes carteles alemanes encontró su mejor expresión geopolítica. Más allá de las ideas de supremacía racial defendida por Hitler, el sueño del canciller del III Reich era construir una “Europa de las naciones” bajo hegemonía alemana, para defender la “civilización” frente a la barbarie judeo-bolchevique.

Ya en 1938, en una presentación en el Congreso del partido nazi, titulada La lucha por el destino de Europa en el Este, Rudolf Hess ya había explicado que la colonización alemana de Rusia llevaría la “civilización europea” a los bárbaros eslavos. Después de la invasión de la Unión Soviética, el ministro de Asuntos Extranjeros del III Reich Von Ribbentropp señalaba que la lucha contra el bolchevismo evidenciaba “una creciente unidad moral de Europa dentro del Nuevo Orden que nuestros grandes líderes han proclamado y preparado para el futuro de las naciones civilizadas. Aquí se encuentra el sentido profundo de la guerra contra el bolchevismo. Es signo de la regeneración espiritual de Europa”.[21]

Signal, una revista de propaganda de la Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial, declaraba que “los soldados del Reich no solo defienden la causa de su patria sino que protegen cada nación europea digna de ese nombre”.[22] El problema estaba en las naciones europeas que no eran “dignas de ese nombre”, a saber, los pueblos eslavos y de otras etnias de la URSS, considerados inferiores según las teorías raciales de los nazis, y que además tenían el agravante de estar bajo un régimen comunista. Hoy, la historia parece repetirse, y aunque no se emplean los mismos términos, el bloque UE/OTAN parece considerar que Rusia sigue sin ser una nación europea “digna de ese nombre”, aunque ahora se avanzan los argumentos de los “derechos humanos” y la “democracia”.

El 1 de febrero de 1941, con la mitad de Francia ya ocupada por las tropas alemanas, el canciller Adolfo Hitler declaraba: “1941 será el año histórico del gran reagrupamiento de Europa”.[23]

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Cartel de la propaganda europeísta nazi: “Europa combate por tu bienestar”. Se ve claramente quién es el enemigo de “Europa”.

En 1943, el ministro de Asuntos Extranjeros del III Reich Joachim Von Ribbentrop declaraba: “Europa es ahora demasiado pequeña para soberanías pendencieras e independientes. Una Europa fragmentada es demasiado pequeña para preservar su naturaleza individual y mantenerse en paz, manteniéndose al mismo tiempo como potencial mundial.”[24] Esto es exactamente lo que se nos dice hoy para justificar la construcción europea: los países europeos son “demasiado pequeños” para competir con las grandes potencias de este mundo.

En 1943, el jurista nazi Roland Freisler, nombrado por Hitler para ser presidente del Tribunal Popular del Pueblo del III Reich, escribió una obra titulada El pensamiento jurídico de la joven Europa, donde decía cosas como las que siguen:

“De la historia de Alemania, Italia, España y de muchos pueblos de Europa […] podríamos invocar épocas enteras de la historia de estos pueblos bajo la marca innegable del cumplimiento de una misión paneuropea. Entre el tumultuoso ruido de las luchas de nuestra época, luchas en las que la providencia nos ha encomendado tomar parte, surge ante nuestra mirada y por nuestros esfuerzos una nueva Europa[…] Esta Europa debe estar unida. Porque sólo cuando esté unida podría conservar su libertad. Y esta unidad debe ser integrada orgánicamente. Porque solamente así podrá desafiar vientos y tempestades.”[25]

Para construir la nueva Europa que deseaban, los nazis se inspiraron del propio modelo federal alemán. Creían que podía ser un modelo para Europa bajo el pretexto de que la absorción de los estados alemanes por parte de Prusia había sido un éxito. Y aseguraban –como suelen hacer siempre los grandes imperios– que los planes nazis de integración europea respetarían la soberanía nacional de los países miembros de Europa (esto mismo es lo decían los europeístas para convencer a las poblaciones de votar a favor del Tratado de Maastricht en 1992).

En 1940, Joseph Goebbels escribía: “Si nosotros, con nuestra perspectiva de la Gran Alemania, no tenemos interés en atentar contra las peculiaridades económicas, culturales o sociales de, por ejemplo, los bávaros y los sajones, tampoco tenemos interés en atentar contra la individualidad económica, social o cultural de, por ejemplo, el pueblo checo”.[26] Claro que esto lo decía después de que Chequia hubiese sido ocupada militarmente…

Cínicamente, los nazis también citaban el ejemplo de países satélites como Finlancia, Bulgaria, Rumanía, Croacia y Eslovaquia para demostrar que no tenían ninguna intención de intervenir en los asuntos internos de otros Estados: “La idea del liderazgo, que será el concepto dominante de la nueva vida internacional de Europa, es la negación de los métodos imperialistas de una época pasada: significa reconocimiento de la confiada cooperación de estados menores e independientes para abordar las nuevas tareas comunales.”[27]

Desde Víctor Hugo y Coudenhove-Kalergi hasta los actuales maastrichtianos, la propaganda europeísta siempre ha esgrimido el argumento de la paz como justificación para la integración europea, explicando que la integración de los países europeos en un proyecto federal permitiría ponerle fin a las guerras que los habían desangrado (como si el origen de las guerras no tuviera nada que ver con los intereses económicos de unas pequeñas élites, el reparto colonial del mundo, la conquista de nuevos mercados, las contradicciones internas del capitalismo con sus crisis cíclicas, etc.) En este sentido, los nazis no eran una excepción. Una versión avanzada del plan nazi sobre la futura “Confederación Europea” argumentaba que el problema europeo era que una multiplicidad de pueblos tenía que vivir en una superficie relativamente reducida en una combinación de unidad e independencia: “Su unidad debe ser tan firme como para que nunca más pueda haber guerra entre ellos y los intereses externos de Europa se puedan salvaguardar en su conjunto. Al mismo tiempo, los estados europeos deben conservar su libertad e independencia, para actuar de acuerdo con sus diferentes situaciones y misiones nacionales y cumplir su función particular dentro del marco más amplio, en un espíritu alegre y creativo.”[28]

El diplomático alemán Cecile Von Renthe-Fink escribía que la guerra de los alemanes era una guerra por la unidad y la libertad de europa para “crear y garantizar una paz duradera para los países europeos […]eliminar las causas de las guerras europeas, sobre todo el sistema de equilibrio de poder […] superar el particularismo europeo mediante la cooperación libre y pacífica entre los pueblos europeos.”[29] Como siempre, la inversión de la realidad como argumento: la guerra para justificar la paz o la cesión de soberanía para justificar la independencia de los pueblos. Exactamente al igual que hoy, cuando un Macron nos vende una “Europa que protege” al mismo tiempo que la UE autoriza la total libertad de circulación de capitales…

Hasta la mal llamada Constitución Europea,[30] rechazada en 2005 por los pueblos de Francia y Holanda, había sido una iniciativa de los nazis. El borrador nazi de Constitución para la Nueva Europa proclamaba el derecho de cada país a organizar su vida nacional como considere adecuado, siempre que respete sus obligaciones hacia la comunidad europea.[31]

Los nazis también habían pensado en un ancestro de la actual Comisión europea. El plan de integración europea de Renthe-Fink había previsto la necesidad de crear un Consejo Económico compuesto por representantes de los estados miembros, el cual se dividiría en comités destinados al comercio, la industria y la navegación, los asuntos de economía y moneda, las cuestiones laborales y sociales, la alimentación, la agricultura y los bosques. En el documento, se precisaba que entre los objetivos definitivos de la futura “Confederación Europea” estaría la creación de “una unión aduanera europea y un mercado libre europeo; un sistema central de clearing europeo y tasas de cambio estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea” así como la “la estandarización y mejoramiento de las condiciones de empleo y seguridad social”.[32]

Los mismos elementos se encontrarían el 9 de mayo de 1950 cuando el francés Robert Schuman hiciera su famosa “declaración Schuman” en la que proponía la creación de una comunidad franco-alemana en la que hubiese una administración conjunta del carbón y del acero, así como en el Tratado de Roma de 1957 que establecía el famoso “mercado común” o Comunidad Económica Europea. En cuanto a la“estandarización de las condiciones de empleo y seguridad social”, estamos asistiendo a ella desde la firma del Tratado de Maastricht. Pero no se trata, precisamente de una “estandarización” por lo alto, sino más bien lo contrario.

Por supuesto, el proyecto europeísta de los nazis también fue defendido por el régimen colaboracionista francés de Vichy. De hecho, los vichystas eran ante todo europeístas, mucho más que pro-nazis. Su colaboración con los alemanes era un asunto circunstancial.[33] En los años 1941-1942, un cartel de propaganda del régimen de Vichy titulado “La Francia europea” explicaba cuáles eran los planes de Francia después de la victoria alemana en la guerra, que en aquella época se creía inminente. El cartel mostraba un mapa de Europa occidental, en el que en un rincón se notificaba “la construcción de Europa”.[34]

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Cartel de la propaganda colaboracionista francesa. Los colaboracionistas eran ante todo europeístas, mucho más que pro-nazis.

El 20 de agosto de 1941, en un discurso ante el Consejo de Estado, el mariscal Pétain declaraba: “Estoy convencido de que la Revolución Nacional triunfará para mayor gloria de Francia, de Europa y del mundo.”[35]

En una obra titulada Primeros contactos Francia-Alemania, escrita por uno de los grandes intelectuales colaboracionistas, Jules Gros (que publicaba sus obras bajo el seudónimo de Géo Vallis) y publicada a finales de 1941, se dice:

“El mariscal Pétain y el canciller Hitler se reúnen en Francia. Mi corazón late al conocer esta información. Me parece que al fin el amanecer de una época realmente nueva. La paz se instala en Europa. La raza blanca está a salvo.”[36]

Es inevitable hablar también del caso del jurista alemán Walter Hallstein (1901-1982). Profesor de derecho en la Universidad de Rostock durante el III Reich, Hallstein fue un “demócrata de toda la vida” que después de la II Guerra Mundial resultó ser uno de los “padres fundadores” de la UE (en aquella época Comunidad Económica Europea – CEE). No se tiene constancia de que Hallstein fuera alguna vez miembro del partido nazi, pero se sabe que en 1935 declaró formar parte de la Asociación de Juristas Alemanes Nacional-Socialistas (Bund Nationalsozialistischer Deutscher Jurister – BNSDJ) y de la Asociación Nacional-Socialista de Enseñantes (Nationalsozialistischer Lehrerbund – NSLB).[37] En 1936 fue elegido decano de la Facultad de Rostock. No hace falta pues ser brillante para deducir que, ocupando tales cargos, Hallstein no era precisamente un izquierdista.

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Walter Hallstein, hitleriano e importante funcionario de la Alemania nazi, reconvertido en demócrata y en uno de los padres de la unidad europea de postguerra. En la imagen se le puede ver en 1957 junto a Konrad Adenauer durante la firma del Tratado de Roma, que supondría el inicio de la Construcción Europea

Posteriormente, siendo oficial de la Wehrmacht, Walter Hallstein fue capturado por los estadounidenses en la ciudad francesa de Cherbourg el 26 de junio de 1944. A partir de allí, su evolución sería realmente asombrosa y tendría mucho que ver con la actual construcción europea.

El 9 de mayo de 1938, Adolf Hitler se había entrevistado en Roma con Benito Mussolini. Ambos dirigentes fascistas decidieron poner las bases de una Nueva Europa bajo su hegemonía. Después de este encuentro, Walter Hallstein fue el encargado de representar en Roma al gobierno nazi entre el 21 y el 25 de junio de 1938 durante las negociaciones con la Italia fascista para el establecimiento del marco jurídico de esta Nueva Europa en la que la soberanía de los pueblos sería arrebatada por los industriales y financieros. Al igual que ocurre hoy.

Más tarde habremos de volver sobre el caso del Sr. Hallstein.

Tesis 2: el proyecto nazi de construcción europea fue reciclado por el imperialismo estadounidense

Como ya hemos apuntado anteriormente, es una creencia común pensar que la UE es una estructura creada por y para los monopolios europeos. Esto no debe hacernos perder de vista que, como voy a demostrar a continuación, el proceso actual de construcción europea es ante todo un proyecto de inspiración estadounidense que recicló los viejos planes nazis.

Una vez iniciado el proceso de reconstrucción de Europa tras la II Guerra Mundial, y al socaire del Plan Marshall, el imperialismo estadounidense desempolvó los viejos proyectos nazis de Nueva Europa para obtener una Europa occidental cohesionada y firmemente unida a los Estados Unidos contra el campo socialista, dejándolo todo “atado y bien atado” para que nunca más pudiese haber Estados europeos que no se sometan a los designios de Washington.

Aunque algunos dirigentes como Charles de Gaulle ya lo sabían, esto fue revelado al público por primera vez en un artículo del diario británico Daily Telegraph, con fecha del 19 de septiembre del 2000, escrito por el periodista Ambrose Evans-Pritchard, que informaba sobre un documento desclasificado del Departamento de Estado de los Estados Unidos que indicaba que, durante los años 50 y 60, los servicios secretos estadounidenses hicieron campaña para promover la unificación europea, , y que incluso promovieron, para este fin, la creación de una moneda única.

El artículo señalaba lo siguiente:

“Los dirigentes del Movimiento Europeo (Retinger, el visionario Robert Schuman y el antiguo primer ministro belga Paul-Henri Spaak) eran todos tratados como empleados por sus patrocinadores americanos.

“El papel de los Estados Unidos fue camuflado como para una operación secreta. El dinero del ACUE –American Committee for United Europe– provenía de las fundaciones Ford y Rockefeller –fundaciones pantalla de la CIA– así como de los círculos de negocios con lazos estrechos con el gobierno americano[…] El departamento de Estado también jugaba allí un papel.

“Una nota proveniente de la Direction Europe, fechada el 11 de junio de 1965, aconsejaba al vicepresidente de la Comunidad Económica Europea, Robert Marjolin, el perseguir de manera subrepticia el objetivo de una unión monetaria.

“Esta nota recomendaba ‘impedir todo debate hasta el momento en que la adopción de tales propuestas se volvieran virtualmente inevitables’.”[38]

El documento del Departamento de Estado también citaba a un personaje importantísimo en la historia de la construcción europea, que ya hemos mencionado anteriormente, el francés Robert Schuman (que concretamente era de origen germano-luxemburgués), que era ministro de Asuntos Extranjeros durante la IV República Francesa, considerado como uno de los “padres de Europa” y al que el Partido Comunista Francés (PCF) calificaba como “el más americano de los hombres de negocios franceses”.[39] Esa condición de “padre” se debe sobre todo a su famosa declaración del 9 de mayo de 1950, donde declaró que la puesta en común de las producciones de carbón y acero en Europa sería la “primera etapa de la Federación Europea”. Hoy se sabe que esta declaración, que se suele atribuir a la genialidad de Robet Schuman, fue concebida y redactada por el Departamento de Estado y le fue entregada por Jean Monnet, otro “padre fundador”, al cual por otra parte Charles de Gaulle calificaba de “enfermo preocupado por encima de todo en servir a los americanos”.[40]

No está de más citar algunos datos de la vida de Robert Schuman que no suelen ser mencionados por sus hagiógrafos. Es importante saber que votó a favor de darle los plenos poderes a Pétain al final de la III República –aunque hay que saber que en eso coincidió una mayoría de diputados del Frente Popular, con la excepción del PCF, que estaba ilegalizado–, previamente a la inauguración del régimen de Vichy. Después, Schuman fue miembro del primer gobierno de Pétain, siendo el primero en reunirse con las autoridades nazis en la ciudad de Metz. Pese a que posteriormente fuera apresado por los nazis y permaneciera detenido hasta el final de la guerra, todo ello le valió ser amenazado de “indignidad nacional” por los comunistas y los gaullistas, cosa a la que se opuso el propio De Gaulle en aras de la reconciliación nacional. En resumen, este gran “padre fundador” de la UE era un colaboracionista.

jean monnet

Jean Monnet (izquierda) y el colaboracionista Robert Schuman (derecha), “padres fundadores” de la construcción europea. Y también agentes estadounidenses más que probados. Pero esto no es algo revelado recientemente al público. Es algo que en aquella época tanto gaullistas como comunistas sabían perfectamente.

Y aquí es cuando tenemos que volver a hablar del señor Walter Hallstein. Después de ser apresado por los estadounidenses, Hallstein fue hecho prisionero de guerra en Estados Unidos en Camp Como, Mississippi. Después, en el marco del Sunflower Project, destinado a reeducar a los prisioneros de guerra alemanes, fue transferido a Fort Getty, Rhode Island, para seguir allí unos cursos de “formación en democracia americana”.

Muy rápidamente, en 1945 Hallstein fue repatriado a la República Federal Alemana (RFA) –bajo ocupación militar estadounidense– donde pudo volver a ejercer de profesor universitario. Desde allí inició una carrera política en la CDU, convirtiéndose en Secretario de Estado para Asuntos Extranjeros del canciller Konrad Adenauer en 1951. Ocupando este cargo, Hallstein elaborará la “doctrina Hallstein”, negociando las modalidades de la construcción europea en nombre de la RFA.

Si bien no se tiene constancia de que Hallstein estuviese empleado por la CIA, el hecho de que en el plazo de 7 años haya pasado de prisionero de guerra a ocupar un alto cargo de Estado en la RFA –cosa que en sí misma resulta ser un milagro– invita a pensar que Hallstein estaba cuanto menos bajo el patrocinio de Washington. Y que los estadounidenses reciclaron a Hallstein, reutilizando a la vez el viejo proyecto nazi de construcción europea elaborado en 1938 –un dossier en el cual Hallstein tenía cierta experiencia– para implementarlo en las nuevas condiciones de Guerra Fría y de vasallaje de Europa Occidental.

El hecho de que los estadounidenses no hicieron más que desempolvar un viejo proyecto nazi fue confirmado por el diario británico Mail Online, que en su edición del 9 mayo de 2009 sacó a la luz un informe desclasificado de los servicios de información militares estadounidenses sobre la cuestión. Dicho informe revelaba que el 10 de agosto de 1944 –en un momento en la que la futura derrota del III Reich estaba más que clara– se celebró en Estrasburgo, concretamente en el Hotel Maison Rouge, una reunión entre industriales alemanes –entre los que se encontraban  Volkswagen, Krupp y Messerschmitt– y dirigentes nazis para organizar el “renacimiento de la Alemania de post-guerra, la vuelta de los nazis al poder y obrar por un imperio alemán fuerte”.[41] En otras palabras, la creación de un IV Reich europeo.

El Mail Online revelaba también que en aquella reunión se encontraban oficiales de la US Navy y del Ministerio del Armamento estadounidense, y que “con extraordinaria clarividencia, decidieron juntos que el IV Reich Alemán, a diferencia de su predecesor, sería un imperio más económico que militar, aunque no sería sólo alemán”.[42]

Así pues, el 25 de marzo de 1957 Walter Hallstein, antiguo jurista nazi, ministro de Adolfo Hitler y oficial de la Werhmacht, estuvo en Roma –otra vez Roma, sólo que ahora con “demócratas”– junto con Konrad Adenauer en la firma del Tratado de Roma que dará lugar a la Comunidad Económica Europea. Posteriormente, Hallstein sería presidente de la Comisión Europea entre 1958 y 1967.

Hallstein obtuvo en 1961 el premio Carlomagno, que se ofrece en desde 1950 en la ciudad de Aquisgrán, Alemania, y con el que, como ya dije anteriormente, se distinguen a personalidades e instituciones por su labor a favor de “Europa” en general y de la UE en particular. Una especia de gala de los Óscars para europeístas.

El nombre de tal premio se debe a que la figura de Carlomagno es y ha sido siempre muy importante en la mitología europeísta, por haber sido entre 768 y 814 d.c. rey del Imperio Carolingio, que ocupaba los territorios de Francia, Alemania y del norte de Italia.

De hecho, para los colaboracionistas franceses Carlomagno era una figura mitológica. En una carta postal del año 1942 editada por los correos de la Francia ocupada, que anunciaba la necesidad de celebrar el 1200 aniversario del nacimiento de Carlomagno, se decía lo siguiente:

“Doce siglos antes que se dibuje hoy la comunidad europea –es decir, la “nueva Europa” bajo hegemonía nazi–, Carlomagno había reunido bajo su cetro a los principales países de Europa.  –lo cual era una revisión descarada de la historia, pues no reunía ni la mayor parte de España, ni el sur de Italia, ni Inglaterra, etc.– Su imperio no era ni alemán, ni francés, era europeo.”[43]

En octubre de 1941, el grupo de intelectuales franceses colaboracionistas llamado Groupe Collaborationorganizaba una conferencia de un tal Colin Ross, titulada “La llegada de una nueva Europa en el marco de un Nuevo Orden Mundial”. Después de decir que “Europa, incluyendo Francia, se ve amenazada al sur y al este, pese a que muchos franceses hayan podido ver en los rojos unos aliados y unos camaradas” –sirva esto para hacernos una idea de a qué se refieren los europeístas con “valores europeos”–, Ross afirmaba:

“Recordemos que Karl der Grosse y Carlomagno no son más que dos nombres diferentes para un héroe común a nuestros dos pueblos.

Es una gran comunidad que hay que volver a crear, y la volveremos a crear, pese a todo. No creo solamente en el acercamiento franco-alemán. Creo en Europa, en NUESTRA EUROPA, la Nueva Europa que será la gran patria común de los franceses y los alemanes.”[44]

En la lista de los ganadores del premio Carlomagno aparecen nombres significativos. Aparte de los ya conocidos “padres fundadores” de Europa (Jean Monnet, Robert Schuman, Alcide de Gasperi y el propio Hallstein), se encuentran personalidades españolas como Juan Carlos de Borbón, Salvador de Madariaga, Felipe González o Javier Solana, y estadistas como Winston Churchill, François Mitterrand, Helmut Kohl, Václav Havel –suponemos que en recompensa por la destrucción del socialismo en Checoslovaquia y la posterior partición del país– o Tony Blair.

Pero lo que ya resulta más sorprendente es que en esta lista aparecen los nombres de George Marshall, Henry Kissinger y William J. Clinton, lo cual es cuanto menos extraño para un premio que distingue a“personalidades del ámbito europeo”. Pero a estas alturas, el lector habrá comprendido que no hay ninguna incoherencia en ello.

El lector que aún tenga alguna duda sobre los orígenes estadounidenses de la construcción europea debería saber que, finalizada la Segunda Guerra Mundial, la primera persona en recuperar la idea nazi de crear una Constitución Europea no fue ni francesa, ni alemana, ni belga, ni italiana. Fue el señor Dwight Eisenhower, cuando era comandante supremo de las fuerzas de la OTAN. El 27 de octubre de 1951, Eisenhower declara a la revista Paris-Match:

“Nada podría ser más agradable que aprender que los Estados de Europa Occidental han decidido reunir en una ciudad de Europa, pongamos Luxemburgo, a delegados responsables con el mandato de redactar el acta constitucional de Europa…”

Y añadía: “Ninguna decisión podría ayudarnos mejor en el objetivo que perseguimos”.

Estas declaraciones también deberían ser suficientes para refutar toda creencia de que la construcción europea supone un “contrapeso” a los Estados Unidos. Muy al contrario, la totalidad de los Estados europeos que han ingresado en la UE han terminado integrándose en la OTAN, lo cual nos indica que existe un maridaje entre ambos organismos. El señor George W. Bush lo dejó muy claro el 15 de junio de 2001 en un discurso en la Universidad de Varsovia, en el que dijo:

“Todas las nuevas democracias de Europa, del Báltico al Mar Negro y todas las que se encuentran situadas entre ambos, deben tener las mismas oportunidades para la seguridad y la libertad, y las mismas oportunidades de unirse a las instituciones Europas. Todas las naciones deberían comprender que no hay ningún conflicto entre la pertenencia a la OTAN y la pertenencia a la UE”.

Y añadía: “Damos una buena acogida a una Europa verdaderamente unida.”[45]

Interrogada acerca del referéndum en Francia sobre la Constitución Europea durante una visita a Lituania el 21 de abril de 2005, la Secretaria de Estado de la administración Bush Condoleeza Rice declaraba:

“Hemos apoyado firmemente el proyecto europeo, su culminación, así como a la Unión Europea. Desde nuestro punto de vista, la continuación del éxito de la construcción europea es importante.”[46]

¿Realmente puede creerse que si la UE sirviera para hacer contrapeso político, económico y militar a los Estados Unidos, los dirigentes del imperialismo estadounidense harían semejantes declaraciones? ¿Qué pudiesen apoyar con tanta vehemencia algo que supuestamente va en contra de sus intereses?

La total dominación de los Estados Unidos sobre las instituciones europeas se puede comprobar en la cantidad de comisarios europeos que están en la nómina de Washington. François Asselineau, antiguo funcionario del Ministerio de Finanzas de Francia y presidente del partido anti-europeísta Unión Popular Republicana, reveló que más de un tercio de los integrantes de la primera Comisión Europea Durão Barroso habían hecho sus estudios en los Estados Unidos, y estimó que alrededor del 80% defendían constantemente los intereses de los Estados Unidos[47], empezando por el propio José Manuel Durão Barroso, que ha sido un agente de la CIA desde sus tiempos de militante del maoísta Partido Comunista de los Trabajadores Portugueses.[48]

Y para ilustrar la total dominación del capital financiero de Wall Street sobre Europa (lo cual no significa que minimice la importancia del capital financiero europeo), haríamos mal en no mencionar a la banca de inversión Goldman Sachs International, cuyo presidente es el antiguo comisario europeo irlandés Peter Sutherland, que también forma parte del comité del Grupo Bilderberg. Bajo su autoridad, en noviembre de 2011 el antiguo vicepresidente de Goldman Sachs Europe Mario Draghi fue nombrado presidente del BCE. También bajo la autoridad de Sutherland, el antiguo asesor de Godman Sachs Mario Monti fue nombrado presidente de Italia sin pasar por ningún cauce electoral, en noviembre de 2011 igualmente. También en 2011, el presidente griego Papandreou fue defenestrado por esta misma oligarquía financiera para ser sustituido por Lukas Papademos, antiguo consejero del Banco Federal de Boston y gobernador del Banco de Grecia entre 1994 y 2002, ¡precisamente cuando Grecia se “calificó” para entrar en la zona euro gracias a la falsificación de sus cuentas por parte de Goldman Sachs! Y por si fuera poco, recientemente el señor Durão Barroso fue elegido presidente no ejecutivo de Goldman Sachs International, en recompensa por los servicios prestados.

¿Con esta gente pretende la izquierda europeísta construir su “otra Europa”?

En definitiva, la construcción europea y Departamento de Estado son dos cosas que van unidas de la mano. Esto lo supo ver muy bien Charles de Gaulle, que en su conferencia de prensa del 15 de mayo de 1962 decía estas lúcidas palabras:

“Se nos dice: “Fundemos juntos a los seis Estados en una entidad supranacional: así todo será muy simple y muy práctico”. Son ideas que pueden seducir a algunos espíritus, pero no veo en absoluto cómo podríamos hacerlas realidad prácticamente, aun si tuviéramos seis firmas debajo de un papel.Es cierto que en esta Europa “integrada”, como suele decirse, tal vez no habría política en absoluto. Esto simplificaría mucho las cosas. En efecto, a partir del momento en que no haya Francia, ni haya Europa, que no hubiese política al no poder imponerla a cada uno de los seis Estados, nos abstendríamos de hacer política.

Pero entonces tal vez este mundo se pondría a la cola de alguien del exterior que sí tendría, en cambio, una política. Tal vez habría un federador, pero no sería europeo.”

El general De Gaulle lo había comprendido todo acerca de la trampa que suponía la construcción europea.

en su conferencia

En su conferencia de prensa del 15 de mayo de 1962, el presidente Charles de Gaulle había vaticinado que la Europa supranacional llevaría a que los países de Europa Occidental se colocarían detrás de un “federador exterior” que, añadía, “no sería europeo”. Todo el mundo había comprendido a quién se refería.

Después de haber detallado los orígenes de la construcción europea, pasemos ahora a hablar algunos mitos defendidos por cierta izquierda europeísta, para ayudar a clarificar las posiciones de la izquierda sobre la cuestión de la UE.

Mito nº1: Otra Europa es posible

En realidad, lo expuesto anteriormente ya es más que suficiente para responder a la pregunta de si sería posible una UE al servicio de las clases trabajadoras. Pero quisiera refutar esta creencia haciendo solamente uso de una cuestión jurídica que hace que sea matemáticamente imposible reformar la UE en beneficio de las clases trabajadoras, y sobre la cual la izquierda europeísta suele guardar silencio.

Y es que, en virtud del artículo 48 del Tratado sobre la Unión Europea (TUE), modificar los tratados europeos –véase por ejemplo modificar el artículo 63 del Tratado sobre el Funcionamiento de la Unión Europea, que garantiza la imposibilidad de controlar los flujos de capitales– requiere de la unanimidad de los 27 Estados de la UE (doy por hecho que a efectos prácticos el Reino Unido habrá abandonado pronto la UE). Si los que abogan por “otra Europa” ni siquiera son capaces de convencer a sus propios compatriotas –pues la “otra Europa” que quieren IU/Podemos, no es la misma que quiere el PSOE, como tampoco es la que quieren conservadores, ecologistas, independentistas, etc.– ¿cómo pretenden hacernos creer sin sonrojarse que pueden obtener la unanimidad de otros 26 Estados? Es del todo imposible.

A esto hay que añadir que además de la imposibilidad matemática de que los 27 Estados miembros tengan simultáneamente el mismo color político, hay que señalar que, independientemente del partido político en el poder, los Estados miembros de la UE, que son países capitalistas, tienen intereses nacionales totalmente divergentes. Algunos países del este de Europa por ejemplo, que se benefician de las deslocalizaciones provenientes del oeste europeo, se opondrían con firmeza a toda restricción de los flujos de capitales. Lo mismo ocurriría con países como Luxemburgo, Malta u Holanda, cuyas economías se basan en gran parte en las finanzas. Alemania se negaría vehementemente a que los demás países miembros estuviesen en condiciones de devaluar el euro. Lo mismo ocurre con Finlandia. El veto de un único país miembro de la UE bastaría para echar al traste cualquier proyecto de reforma de los tratados. Los más lúcidos habrán comprendido que esta disposición no es fruto de la casualidad: está pensada expresamente para que la UE sea irreformable.

Mito nº2: Es posible salir del euro sin salir de la UE

Contrariamente a lo que parecen pensar algunos partidos de izquierda, los países que están en la zona euro no pueden volver a su antigua moneda nacional sin salir de la propia UE. Esa también es la postura de partidos de la derecha radical-populista como el Frente Nacional francés.

Posiblemente en este momento algún lector esté pensando en países como Reino Unido, Dinamarca, Suecia, que forman o han formado parte de la UE sin estar dentro de la eurozona. Efectivamente, en el caso de estos países, ha sido posible evitar tener el euro como moneda común. Pero insisto, esto no sería posible en el caso de otros países como España, Francia, Alemania, etc.

De los 27 Estados miembros de la UE –28 si incluimos al Reino Unido– sólo 17 de ellos utilizan la moneda común. De los 10 países restantes, hay que identificar tres grupos diferentes:

1) Países que ratificaron el Tratado de Maastricht pero que aún no cumplen los requisitos para adoptar la moneda común. Estos países son: Bulgaria, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa y Rumanía. Estos países se han comprometido a adoptar el euro, cosa que normalmente -y digo bien “normalmente”- estaba prevista en el calendario de la integración europea.

Es interesante señalar casos de países como República Checa, país que ya reúne los criterios de convergencia para adoptar el euro, cosa que estaba prevista para el año 2012, pero que ha ido retrasando su incorporación a la eurozona por el enorme rechazo que ello generaría en el pueblo checo, y al verse los efectos desastrosos que genera en la economía de otros países de la eurozona.

2) Países que ratificaron el Tratado de Maastricht con una cláusula de exención sobre la moneda común. Estos países son el Reino Unido –que de todas formas va a salir pronto de la UE– y Dinamarca.

El Reino Unido ratificó en 1992 el Tratado de Maastricht haciendo uso de lo que en derecho internacional se llama “derecho de reserva”, cosa que le permitió ratificar la casi totalidad del tratado, excepto los puntos referidos a la moneda común. De hecho, cualquier otro país de la UE podría haberse opuesto a que el Reino Unido formara parte de la UE en estas condiciones, haciendo uso de un derecho de veto, pero ningún gobierno europeo protestó. Lo cual era lógico porque Washington necesitaba tener al Reino Unido en la UE para disponer de un caballo de Troya para asegurar su tutelaje del proceso de construcción europea.

Dinamarca en cambio sí aceptó en un principio la totalidad del Tratado de Maastricht, pero éste fue posteriormente rechazado por el pueblo danés tras un referéndum en 1992. Debido a ello, el gobierno danés ratificó el Tratado derogando algunos puntos del mismo, incluyendo la moneda común, cosa que se hizo oficial con la Declaración de Edimburgo de los días 11 y 12 de diciembre de 1992. Declaración que por cierto decía claramente que sus disposiciones se aplicaban exclusivamente a Dinamarca “y a ningún otro Estado miembro, ni presente ni futuro”.[49]

3) Países que ratificaron el Tratado de Maastricht sin cláusula de exención sobre la moneda común, pero cuya entrada en la eurozona está condicionada por referéndum posteriorÉste es solamente el caso de Suecia.

Después de ratificar el Tratado de Maastricht en 1992, el gobierno sueco decidió esperar a que la entrada en la zona euro fuese confirmada vía referéndum, esperando que la aparición del euro bajo forma fiduciaria en 2002 generaría tanto entusiasmo que el pueblo sueco no podría oponerse. El problema es que pese a una brutal campaña propagandística por parte del gobierno, en 2003 el pueblo sueco dijo “no” al euro.

Desde entonces, Suecia se encuentra en una situación contradictoria desde el punto de vista jurídico: por una parte el gobierno está comprometido en adoptar la moneda común, pero por otra debe aceptar la decisión soberana de su ciudadanía. Estaba previsto convocar un ulterior referéndum para tratar de hacer efectiva la entrada en la eurozona, pero ello no se termina de hacer, porque en la situación actual el resultado de un eventual referéndum en Suecia podría ser aún más desastroso para los europeístas.

En resumen, lo diré de una forma que parece de Perogrullo: Reino Unido, Dinamarca y Suecia no han formado parte de la zona euro… porque no han entrado en el euro. Esto no es el caso de España, ni de otros países como Francia, Alemania, Italia, etc. El derecho de “reserva” que hubiese permitido ratificar el Tratado de Maastricht, evitando adoptar la moneda común es algo que debía ser utilizado antes de la ratificación del Tratado. Ahora es demasiado tarde para España para salir del euro sin salir de la UE. No existe, en el Tratado de la Unión Europea (TUE) aprobado en 2007 en Lisboa, ninguna cláusula que lo permita. De hecho, el artículo G del título II del Tratado de Maastricht lo dejaba además muy claro, subrayando que la adopción de la moneda común tiene carácter “irreversible”.

En cambio, sí existe una forma de salir de la zona euro y recuperar nuestra soberanía monetaria, que es la salida unilateral de España de la UE, aplicando el artículo 50 del TUE, que determina que “todo Estado miembro podrá decidir, de conformidad con sus normas constitucionales, retirarse de la Unión”.[50]

esta señora

MARINE LE PEN: Esta señora lleva años riéndose de los franceses al prometerles que sería posible que Francia recupere su soberanía monetaria sin salir de la UE. Recientemente el Frente Nacional ha tenido que superar esta contradicción, eliminado la salida del euro de su programa.

Mito nº3: Los partidarios de salir de la UE son xenófobos

“Se nos acusa de estar contra Europa, ¡es absurdo! Francia es la nación más antigua de Europa, pero no estoy a favor de cualquier Europa. Es la Europa de las patrias lo que queremos.”

“Si Jean-Marie Le Pen es elegido para la presidencia de la República, no propondrá la salida del euro, pero propondrá cambio recuperar poderes fundamentales en material fiscal.”

(Jean-Marie Le Pen y Bruno Gollnisch –número 2 del Frente Nacional–, El Frente Nacional busca matizar su discurso sobre Europa, Agencia de Noticias AFP, 16 de Junio de 2006)

Podemos reconocer que en un país como el Reino Unido, la salida de la UE ha sido abanderada por el UKIP, un partido conservador y liberal, bastante escorado hacia la derecha, incluso con algunos tintes xenófobos, pero que de ninguna manera se puede considerar de extrema derecha, y que a diferencia de otros, sí quería que el Reino Unido saliera unilateralmente de la UE por medio del artículo 50 del TUE.

¿Por qué insisto en este detalle? Porque contrariamente a lo que se suele pensar, la inmensa mayoría de los partidos europeos de extrema derecha en la UE -y en particular los partidos que forman parte de la alianza Movimiento Europa de las Naciones y las Libertades, donde se encuentran, entre otros, el Frente Nacional francés, el FPÖ austriaco, el Vlams Belaang de Bélgica, el Partido por la Libertad de Holanda o el partido Alternativ für Deutschland de Alemania- no quieren salir de la UE. Al igual que la izquierda alter-europeísta, lo que plantean es “otra Europa”. Su posición con respecto a la construcción europea no pasa de lo que se llama “euroescepticismo”.

Tomemos por ejemplo el partido que en el imaginario colectivo suele representar el paradigma del “euroescepticismo” de extrema derecha, el Frente Nacional (FN) francés. Ya en 2012, el programa que Marine Le Pen había presentado para las elecciones presidenciales (disponible en el siguiente enlace: http://www.frontnational.com/pdf/projet_mlp2012.pdf) proponía, respecto de la UE y los tratados europeos, el “establecimiento de una Unión paneuropea, de los Estados soberanos, incluyendo a Rusia y a Suiza”.

Además, en un ejercicio de la manipulación electoralista (disciplina en la cual el FN es un auténtico maestro), se decía en el mismo programa que “en el marco del artículo 50 del Tratado sobre la Unión Europea, se iniciará una renegociación de los tratados para romper con la construcción europea dogmática en fase de fracaso total”. Sobre esto, dos observaciones: a) el FN lo decía muy claramente: no se trata de salir de la UE ni de cuestionar el principio de construcción europea, sino de rechazar la “construcción europea dogmática”, con lo cual implícitamente el FN decía que está a favor de “otra Europa”; b) ¡el artículo 50 del TUE no sirve para “negociar” nada, sirve únicamente y exclusivamente para poner en marcha el procedimiento de salida de la UE!

Este análisis había sido confirmado en junio de 2016 por Louis Aliot, pareja sentimental de Marine Le Pen y vice-presidente del FN, que declaró que el triunfo del ‘Brexit’ “es la ocasión soñada para reconstruir la Europa de las naciones”.[51] Pocos días después, Marion Maréchal-Le Pen, sobrina de Marine, calificaba a la UE como un “monstruo frío” –que no dudó en comparar con la Unión Soviética para de paso poder criminalizar el comunismo–, pero no obstante afirmaba desear “el fin de la Unión Europea para la construcción de una Europa diferente, una Europa de las naciones y la soberanía”.[52]

Todo esto, que ya se sabía antes de las elecciones presidenciales de 2017, fue confirmado con creces durante estas mismas elecciones. En el programa de Marine Le Pen para la primera vuelta de las elecciones presidenciales (disponible en el siguiente enlace: https://www.marine2017.fr/wp-content/uploads/2017/04/circulaire_officielle_marine.pdf) se hablaba de “recuperar nuestra libertad al devolver al pueblo francés su soberanía” y de “convocar un referéndum sobre nuestra pertenencia a la Unión Europea”. Esta vez ni siquiera se hacía mención del artículo 50 del TUE. ¿Y qué garantiza además que vaya a salir el “sí” a la salida de la UE en caso de que haya un referéndum, si precisamente el candidato supuestamente euro-escéptico no ha hecho campaña por ello?

A continuación, en el mismo párrafo se decía que “el objetivo es conseguir un proyecto europeo respetuoso de la independencia de Francia, de las soberanías nacionales y que sirva a los intereses de los pueblos”. Por lo tanto, está muy claro que el objetivo no es salir de la UE, sino conseguir “otra Europa”.

Y la cosa no se detiene aquí. En el programa que presentó para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales (disponible en el siguiente enlace: http://www.cnccep.fr/les-candidats/lepen.pdf) se volvía a proponer lo de siempre, es decir, “renegociar los tratados europeos para recuperar nuestra soberanía y construir una Europa de las naciones”, pero ya ni siquiera se hablaba del famoso “referéndum” para preguntar sobre la pertenencia de Francia a la UE. La cuestión del euro era totalmente ignorada.

Por lo tanto, parece que la izquierda alter-europeísta tiene mucho más en común con el FN de lo que quisiera creer, pues ambos son incapaces de pensar en otras coordenadas que no sean las que determina la construcción europea

Además, curioseando en la página web de Alternativ für Deutschland (AfD), he podido ver que en relación a cuestiones de la UE, AfD se limita a hablar del euro, diciendo que “el negocio del euro era: ninguna responsabilidad por las deudas de otros países y ninguna deuda del gobierno por encima del 60% del producto interior bruto. Estas reglas han sido destruidas. Es por eso que Alemania tiene que cancelar el acuerdo de transferencia y salir de la zona del euro.” Pero claro, como ya hemos visto anteriormente, no se puede salir legalmente de la eurozona sin salir de la UE misma (cosa que no es mencionada en ninguna parte), con lo cual la proposición programática de AfD es una tomadura de pelo.

Por una cuestión de honestidad intelectual, debo reconocer que en su página web, el ultra-islamófobo Partido de la Libertad de Holanda expone en su página web, en un documento cutrísimo de apenas unas pocas líneas y que no ocupa ni una página (no se puede tener acceso a otro programa más detallado, cosa que en sí ya es muy sospechosa), apenas se dicen estas pocas palabras: “Unos Países Bajos nuevamente independientes. Por lo tanto fuera de la UE.”  Pero haría falta investigar más.

En la web del FPÖ austriaco directamente no aparece publicado ningún programa.

Quisiera profundizar en la cuestión de si el anti-europeísmo es per se asociable a la extrema derecha, remontándome a los orígenes ideológicos del europeísmo. No es cuestión de negar el carácter xenófobo de cierta extrema derecha anti-inmigracionista y euroescéptica (eso sí, de palabra). Pero si existe una ideología que hunde sus raíces en el racismo más genuino, ésa es el europeísmo. ¿En qué me baso para afirmarlo? El origen ideológico de la idea de una Europa unida se remonta al discurso de 1849 sobre los “Estados Unidos de Europa” del escritor francés Víctor Hugo, autor de Los Miserables. A este discurso hacen frecuentemente referencia los europeístas para justificar el proyecto de construcción europea. Veamos algunos ejemplos.

El ex-primer ministro francés Lionel Jospin –sionista y antiguo cuadro de la trotskista Organización Comunista Internacionalista [53]– declaró el 18 de febrero de 2002, año del centenario del nacimiento del escritor francés, que “Víctor Hugo desarrolló una visión profética de los Estados Unidos de Europa. El mensaje de paz y unidad que nos dejó Víctor Hugo debe seguir inspirando el proyecto europeo. Para que la Unión Europea, sin perder en nada su ambición, se extienda a otros países […] Al mismo tiempo que completa su unidad, Europa debe ofrecer al mundo un modelo basado en la paz, la democracia, la solidaridad y el pluralismo”.

Jean François-Poncet, antiguo ministro de asuntos extranjeros de Francia bajo la presidencia de Giscard d’Estaing, dijo el 20 de febrero del mismo año que “Víctor Hugo es el padre espiritual de la Unión Europea”.

Más elocuente aún: el 25 de noviembre de 2003, Jean-Pierre Raffarin, antiguo primer ministro de Francia bajo la presidencia de Jacques Chirac, dijo en la Asamblea Nacional, citando el discurso de Víctor Hugo, que: “La predicción de Víctor Hugo en el Congreso de la Paz de 1849 se ha hecho realidad: ‘un día llegará en que vosotros, Francia, Rusia, Inglaterra, Alemania, os fundiréis estrechamente en una unidad superior y constituiréis la fraternidad europea’”.

Aparte de que el señor Raffarin no parecía haberse enterado de que Rusia no forma parte de la UE –al contrario, más bien parece que la UE está diseñada para ser hostil a ella– se cuidaba de citar enteramente el discurso de Víctor Hugo. De haberlo hecho, se habría sabido que Hugo también dijo lo que viene a continuación:

“Suponed que los pueblos de Europa, en lugar de desafiarse unos a otros, envidiarse unos a otros, odiarse, se hubiesen amado; suponed que hubiesen dicho que antes de ser franceses o ingleses, o alemanes, se es hombre, y que si las naciones son patrias, la humanidad es una familia…

¿Saben ustedes qué habría pasado? ¡El rostro del mundo había cambiado! ¡Los istmos habrían sido cortados, los ríos excavados, las montañas agujereadas, y los ferrocarriles cubrirían los dos continentes, la marina mercante se habría centuplicado, y no habría en lugar alguno ni landas, ni barbechos, ni pantanos; se construirían ciudades allá donde no hay más que soledad; se excavarían puertos allá donde no hay más que escollos; Asia sería devuelta a la civilización, África sería devuelta al hombre; la riqueza brotaría de todas partes de todas las venas del globo con el trabajo de los hombres, y la miseria se extinguiría! ¿Y saben ustedes lo que se extinguiría con la miseria? Las revoluciones.

¡Sí, el rostro del mundo cambiaría! ¡En lugar de desgarrarse entre sí, nos extenderíamos pacíficamente sobre el universo! ¡En lugar de hacer revoluciones, haríamos colonias!
¡En lugar de traer la barbarie a la civilización, traeríamos la civilización a la barbarie!”

Estas palabras parecen sacadas de un discurso de George W. Bush, y son profundamente racistas: “Asía sería devuelta a la civilización”, es decir que en Asia reina la barbarie,[54] y “África sería devuelta al hombre”, es decir que allí no viven hombres, sino probablemente simios. Por lo tanto, es el europeísmo quien hunde sus raíces ideológicas en el racismo. Son los europeístas los que siguen una tradición racista y xenófoba, y no los anti-europeístas. De hecho, es profundamente racista la creencia de que los españoles tengamos que sentirnos más cercanos de los estonios, los finlandeses o los eslovacos, países con los que no tenemos lazos históricos o culturales, que de Venezuela, Cuba, México, etc. países con los que sí tenemos lazos históricos o de idioma, o de países geográficamente cercanos como Marruecos o Argelia… ¡o de cualquier otro país, se llame China, Brasil o Sudáfrica!

Y es que además, se puede observar que la construcción europea encaja geográficamente con lo que establecía la tesis del “choque de civilizaciones” del neoconservador Samuel P. Huntington. En este momento, Norteamérica y la inmensa mayoría del espacio que engloba la UE pertenecen a lo que Huntington clasificaba como “civilización occidental”. Algunos países de la UE, como Grecia, Rumanía o Bulgaria –naciones de “raza blanca” al fin y al cabo– están dentro de la “civilización ortodoxa”, pero esto no es más que la excepción que confirma la regla. Si nos fijamos en el mapa, podemos observar que la extensión de la UE se ha detenido a las puertas de Rusia, país que no parece estar destinado a formar parte de “Europa” a menos que quede destruido y despedazado a manos del imperio euro-atlantista.

Esto nos indica que, lejos de aislarse del resto del mundo, la salida de la UE implica abrirse mucho más al resto del mundo. No es, por lo tanto, la salida de la UE, sino la permanencia en la misma lo que nos aísla del resto del mundo, porque nos introduce de lleno en el choque de civilizaciones y su visión racista y neo-colonialista del mundo.

con una excepcion

Con una excepción más o una excepción menos, el perímetro de la “construcción europea” se asemeja curiosamente a lo que refleja el mapa del “choque de civilizaciones” de Samuel P. Hungtinton. ¿Por qué la izquierda alter-europeísta le hace el juego a estas ideas racialistas?

Siguiendo con el ejemplo de Francia, y negando que las posiciones euroescépticas sean de extrema derecha, recordaremos al lector que hasta los años 80 el PCF se había caracterizado precisamente por un feroz anti-europeísmo. Ya hemos visto anteriormente que la construcción europea actual es un proyecto de inspiración estadounidense. El lector podrá comprobar a continuación que no se trata de ninguna idea “conspiracionista”: es la posición que defendió el PCF entre 1945 y aproximadamente 1980.

En 1947, Maurice Thorez, secretario general del PCF, ya afirmaba que “los capitalistas americanos tienen por objetivo el extender su hegemonía sobre Europa y el mundo entero”.[55]

En 1969, Jacques Denis y Jean Kanapa, dirigentes del PCF (Kanapa era miembro del Buró Político y muy próximo a Jean-Paul Sartre), escribían lo siguiente en una obra titulada ¿Por o contra Europa?:

“Desde su primeros pasos, la construcción europea reviste rasgos muy particulares […] En nombre de la Europa pacífica, [ella] organizaba un bloque militar agresivo dirigido contra la parte socialista de Europa. Desde su nacimiento, portaba pues la tara del atlantismo, es decir del liderazgo americano.”[56]

En 1979 –año en que se celebraron las primeras elecciones europeas–, un colectivo de dirigentes del PCF publicó un ensayo titulado Europa: Francia en juego, donde se analizaba la construcción europea y se explicaban las raíces del europeísmo en base al materialismo histórico. En su prefacio, el ex-miembro del Comité Central Maxime Gremetz –hoy el PCF le ha retirado su carné de miembro– explicaba que el Plan Marshall suponía un apoyo estadounidense a una “comunidad europea” con la cual los Estados Unidos podrían “mantener relaciones de señor feudal a vasallo”.[57]

Gremetz explicaba que durante la firma del Tratado de Roma en 1957, el Departamento de Estado de los Estados Unidos envió un telegrama a los “padres fundadores” en el que se decía que “los Estados Unidos tienen la intención de darle a la comunidad del carbón y del acero un fuerte apoyo, justificado por la importancia de la unificación política y económica de Europa”. Según el análisis del PCF, el gobierno de los Estados Unidos pretendía así levantar las limitaciones a la producción de acero impuestas a la RFA para permitir su re-militarización en el nuevo contexto de Guerra Fría.

El interés de los estadounidenses era así resucitar los famosos konzern que habían colocado a Hitler en el poder, en nombre del anticomunismo. Gremetz escribía: “…esos eran los padrinos de la Europa de los seis: los americanos, los monopolios industriales más potentes de la época, los partidarios del rearme alemán.”[58]

Por decir estas mismas palabras, hoy Gremetz sería tildado de “xenófobo” y de “imperialista” por la izquierda post-comunista y por los euro-trotskistas.

Después, Gremetz añadía:

“Una vez más, y desde el primer momento [los comunistas] manifestaron su ardiente adhesión a esta libertad esencial que es la independencia nacional […] Recordaron hasta qué punto el alineamiento detrás de las intenciones de Washington, la alianza preferencial y desigual con la RFA eran sinónimos para Francia de degradación nacional […] Desde hoy, en Denain como en Longwy, decenas de miles de obreros siderúrgicos manifiestan detrás de pancartas que proclaman: “Quieren construir Europa rompiendo Francia”.”[59]

El PCF ya era en ese momento eurocomunista. Había renunciado a la dictadura del proletariado y estaba alejándose de la URSS. Pero se oponía con ferocidad a la construcción europea y al federalismo europeo bajo hegemonía estadounidense. Si hoy existiera el PCF auténtico –y no esa cosa que hoy se hace llamar “PCF”–, defendería la salida unilateral de Francia de la UE. Por la paz entre los pueblos, por el internacionalismo, por el socialismo.

Hoy en cambio, el PCF es un partido totalmente europeísta, cuyas posiciones con respecto a Europa no solamente difieren, sino que se encuentran en el extremo opuesto de las que defendía, no ya en 1945, sino incluso en 1979.

no francia

“¡No! Francia no será un país colonizado. ¡Americanos en América!” Durante los años 50, el PCF sabía muy bien lo que era la “construcción europea”.

Mito nº4: la UE asegura la paz

Los europeístas suelen vender la construcción europea como una garantía de paz, puesto que los países europeos no han estado en guerra entre sí desde finales de la II Guerra Mundial. Veamos algunos ejemplos. En 1992, el ministro de Asuntos Extranjeros de Francia Roland Dumas llamaba en la Asamblea Nacional a votar “sí” al tratado de Maastricht diciendo que: “Vine al mundo adulto en un clima de horror y crímenes […] es en primer lugar por ello que deseo una Europa unida, y que quiero que sea irreversible”.

El mismo año, el presidente francés François Mitterrand también invitaba a votar “sí” a Maastricht diciendo que “si no hubiésemos retocado esta política extranjera –se refería a la política exterior de los Estados-naciones antes de Maastricht–, habríamos corrido el riesgo de sufrir guerras terribles, que deben pertenecer al pasado”.

Y en una alocución por televisión dirigida al pueblo francés para votar “sí” en el referéndum de 2005 sobre la Constitución Europea, Dominique Strauss-Kahn afirmaba antes sus conciudadanos:

“En 50 años, la construcción de Europa ha permitido fortalecer la paz. En aquellos territorios en los que los libros de historia nos relatan que los conflictos han sido irrigados con sangre de soldados que han dejado allí sus vidas, hemos construido lo que jamás la humanidad había logrado construir: un espacio de paz, organizado por la razón, el derecho, y no por la fuerza y los cañones.”

Pero estos argumentos son falaces. Si no ha habido guerra entre países europeos durante casi toda la segunda mitad del siglo XX, no ha sido gracias a la construcción europea, sino que ha sido buena y sencillamente porque entre 1945 y 1989 Europa estuvo dividida en dos bloques irreconciliables –el campo socialista y el campo capitalista-imperialista– que se mantuvieron en estado de Guerra Fría ante la amenaza de Destrucción Mutua Asegurada (MAD) que suponían las cabezas nucleares que había a un lado y otro del telón de acero.

Y es que además, en la actualidad la UE no garantiza la paz, sino todo lo contrario: la UE nos ata a la alianza atlantista y a la política exterior estadounidense, lo cual nos conduce hacia la guerra. El Tratado de Maastricht de 1992 mencionaba ya las palabras “OTAN” y “alianza atlántica”. Este tratado, que creó una “Política Extranjera y de Seguridad Común” (PESC), evocaba expresamente la alianza militar atlántica con los Estados Unidos, en el apartado titulado “Declaración relativa a la Unión de Europa Occidental”.

Actualmente, el artículo 42 del TUE precisa que la UE “respetará las obligaciones derivadas del Tratado del Atlántico Norte para determinados Estados miembros que consideran que su defensa común se realiza dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y será compatible con la política común de seguridad y de defensa establecida en dicho marco.”

Pero en los hechos, cuando se dice que la Política Común de Seguridad y Defensa de la UE debe “respetar” las obligaciones de algunos países con la OTAN, ello significa subordinarse a la OTAN, puesto que 22 de los 28 Estados miembros de la UE –que representan más del 94% de su población, es decir la práctica totalidad de la UE– son miembros de la alianza atlántica.

Y por si fuera poco, en la página web del Eurocuerpo, el “cuerpo militar europeo” integrado por Alemania, Francia, Bélgica, España, Luxemburgo y los Estados Unidos, y que participa en misiones en Kosovo y Afganistán, aparece el siguiente eslogan: “Cuerpo europeo: una fuerza para la Unión Europea y la Alianza Atlántica”.

Es por todo ello que relevan de una cierta ingenuidad las palabras de Willy Meyer en el nº298 de Mundo Obrero, órgano de expresión del PCE, cuando escribía que “uno de los motivos del fracaso del proyecto regional de la Unión Europea [es que] desde su creación, no entendió el papel relevante en la creación euroasiática con relaciones estrechas regionales con Rusia y China”. Pero camarada Meyer, no es que la UE no lo “entendiera”, ¡es que desde sus mismos inicios, la UE no es otra cosa que un instrumento de vasallaje de los países europeos para someterse a los intereses de Washington!

Por lo tanto, la pertenencia a la UE no asegura la paz entre los pueblos, sino todo lo contrario: ata la política exterior de nuestros gobiernos a los intereses de Washington, conduciéndonos hacia una confrontación muy peligrosa con Rusia y con el mundo arabo-musulmán, de acuerdo con la tesis del “choque de civilizaciones”, como ya hemos visto antes.

Conclusiones

Por todo lo dicho anteriormente, la única posición coherente con la denuncia del carácter anti-popular de la UE, o con el reconocimiento de la imposibilidad de todo proyecto de transformación social dentro de la UE, es abogar sin vacilaciones por la salida unilateral de la UE, aplicando el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea. Esto es lo que habría que concluir por una mera cuestión de lógica. Pero parece que en la izquierda “europeísta muy a pesar de ella” se produce en última instancia un cortocircuito que impide llegar a esta lógica conclusión. Esto demuestra hasta qué punto la ideología europeísta ha calado hondo en la izquierda.

En su discurso en el mitin central de las últimas fiestas del PCE, José Luis Centella, afirmaba con mucha razón que “en la UE no es posible el desarrollo de políticas democráticas, sociales” y que “la UE es irreformable y [que] es incompatible con la soberanía de los pueblos, y cualquier tipo de política transformadora y no digamos ya revolucionaria”. También decía que “no es posible emprender una vía de ruptura en los países miembros de la UE sin romper con la Union Europea”.

Sin embargo, acto seguido, Centella concluía que “es urgente que la izquierda europea asuma de una forma clara la necesidad de una confrontación con la Unión Europea, para desde otro marco plantear la Alternativa de una Europa Democrática, Solidaria, Social”.[60] Lo cual viene a ser lo mismo que decir: “sí, pero no; no, pero sí”. Lenguaje contradictorio, aparentemente rupturista, que hablará de cualquier cosa menos de lo fundamental, a saber la necesidad de salir de la UE.

Si el mismo Centella reconocía el carácter irreformable de la UE, entonces ¿a qué se refiere con la construcción de una “Europa democrática”? ¿Pretende que los 27 países salgan todos de la UE, para luego ponerse de acuerdo en fundar otra Unión Europea? ¿Pretende que varios países de la UE logren convencer a los tecnócratas de Bruselas para que dejen paso a la “alternativa”? ¿Pretende que se les pueda torcer el brazo por medio de una revolución social que se diera al mismo tiempo en todos o en una mayoría de los países de la UE? Esto es del todo imposible. Este tipo de esquema, que evoca un tipo de “revolución permanente” soñada por los trotskistas, no se ha producido nunca en ningún lugar del mundo ni se producirá jamás.

Lo peor es que algunos meses después, en una entrevista a RT en mayo de 2017, Centella declaraba que “Nosotros creemos la UE es un fracaso… para la humanidad, para los trabajadores y las trabajadoras, no para la banca. Nosotros creemos que la UE no se puede reformar, hay que transformarla, hay que cambiar por una Europa social, una Europa de los pueblos…”[61] Aunque parezca una broma de mal gusto, el lector ha leído muy bien: lo que Centella vino a decir fue “la UE no se puede reformar, por lo tanto vamos a reformarla”.

La salida unilateral de la UE por parte de cada Estado miembro es la única alternativa viable que permita ofrecer un horizonte a los trabajadores. Y no se trata de darse aires de radicalidad. Al contrario, se trata de la única opción realista que puede ofrecer una solución al sufrimiento de las clases populares. Si mientras afirmamos que el desarrollo de políticas democráticas y sociales es incompatible con la pertenencia a la UE, dejamos la salida de la UE para las calendas griegas, buscando un hipotético acuerdo con otros países, o el surgimiento de un movimiento “euroescéptico” a escala continental para alcanzar la tan deseada “alternativa”, podemos estar seguros de que seguiremos encerrados en la UE ad eternum, con todo lo que ello supone de sufrimiento para las clases populares. El pueblo francés no esperó a que hubiese surgido un movimiento contra el absolutismo y el feudalismo en otros países de Europa para tomar la Bastilla. Los bolcheviques no esperaron a que la revolución socialista triunfara en otros países de Europa para tomar el Palacio de Invierno. Tampoco esperaron a que siguieran otros países para iniciar la construcción del socialismo en la URSS. Hugo Chávez no esperó a que surgieran varios gobiernos progresistas y patriotas en América Latina para intentar devolverle el poder al pueblo en 1992. La historia demuestra que sucede lo contrario: suele ser una chispa lo que enciende el resto de la pradera.

En este momento, después del ‘Brexit’ muchos pueblos de Europa están esperando a que un país de la Europa continental dé el pistoletazo de salida. Es por ello que todo comunista o persona que sea consecuentemente de izquierdas debería alegrarse por el ‘Brexit’, porque ello ha supuesto el fin de un mito, a saber el de la irreversibilidad de la integración europea. Las cuestiones mencionadas por Marina Albiol relativas a “una salida que no cuestiona el modelo económico en su conjunto y que viene impulsada por posiciones de derechas” representan un problema que deberá resolver la clase trabajadora británica y nadie más.

Con mucha visión de futuro, en su discurso ante el XIX Congreso del PCUS (1952), Stalin decía:

“Antes la burguesía era considerada el jefe de la nación, ella defendía los derechos y la independencia de la nación poniéndolos “por encima de todo”. Ahora ya no ha quedado ni rastro del “principio nacional”. Ahora la burguesía vende los derechos y la independencia de la nación por dólares. La bandera de la independencia nacional y la soberanía nacional ha sido arrojada por la borda. No hay duda de que esta bandera la tendrán que levantar ustedes, los representantes de los partidos comunistas y demócratas, y llevarlo adelante, si es que quieren ser patriotas de su país, si quieren ser una fuerza dirigente de su nación. Nadie más la puede levantar.”

Así, el hecho de que la salida de la UE haya sido “impulsada por posiciones de derechas” debería ser motivo de autocrítica por parte de la izquierda, que después de tantísimos años siendo incapaz de ofrecer otra cosa que no sea “otra Europa”, ha entregado en bandeja de plata a la derecha populista y a la extrema derecha la bandera de la soberanía nacional y la defensa de las clases populares. Cosa que además ha sido facilitada por la concepción como “nacionalismo” –véase “fascismo”– de la defensa de la soberanía nacional propia de un cierto discurso de 1968.[62]

Así se explica que en Francia el FN sea hoy el partido más votado por la clase obrera. Una vez que la izquierda ha desaparecido del terreno de batalla, ahora las clases populares son seducidas por el discurso demagógico de la extrema derecha. Este es el papel criminal que ha desempeñado la izquierda europeísta por desoír los consejos de Stalin.

un año antes

Un año antes de morir, en su discurso ante el XIX Congreso del PCUS, Stalin advertía a los partidos comunistas de Europa contra el error de dejar caer la bandera de la patria y la soberanía nacional. El europeísmo de izquierdas se ha encargado de hacer que se ignoren por completo estos consejos.

Resulta además curioso que el filósofo francés Dominique Pagani –de convicciones anti-stalinistas– dijera exactamente lo mismo que Stalin hace pocos años, no sin cierta ironía:

“De manera general, atreverse a rehabilitar el soberanismo, o para evitar que nos metan en otro saco, el principio de soberanía en el seno de un movimiento […] concepto de los más decisivos del Contrato Social [63], que había llegado a rozar la obscenidad, ¿no supondría mancharnos las manos recogiendo este viejo trapo ensuciado por el Frente Nacional? […] si Le Pen se ha apoderado de ello, al igual que se recoge una bandera sobre un cadáver, ha sido de manera tardía, y por defecto, sin combate. Lejos de defenderlo, la “izquierda de gobierno”, es decir la izquierda de mercado, del PS a los ecolo-trotskistas, lo había tirado al basurero de la historia; y ello para satisfacer las exigencias de la formidable presión federalista cuya potencia no ha dejado de crecer durante estas últimas décadas (estos “Treinta vergonzosos”[64] como los había llamado Clouscard). A la extrema derecha le bastaba con recogerlo.”[65]

Hemos de añadir que la pertenencia de una organización de izquierdas al Partido de la Izquierda Europea (PIE) es contradictoria con la defensa de la tesis de romper con la UE e incluso con reivindicarse de la historia del Movimiento Comunista. Los documentos del XX Congreso del PCE, celebrado en abril de 2016, dicen en su apartado 5.2 que “Para poder construir un nuevo país tenemos que romper con estos dos corsés: la UE y el euro y el Régimen del 78, recuperar la soberanía y realizar la ruptura democrática con los marcos que impiden cualquier proceso de transformación social al servicio de los trabajadores y trabajadoras”. En el apartado 6.3, se dice que “el PCE apuesta por la necesidad ineludible de romper con la Unión Europea y salirnos del euro, por lo que es necesario elaborar una propuesta política y económica sólida desde el campo del marxismo y la izquierda transformadora”. Sin embargo, después de su congreso fundacional en 2004, el recién elegido presidente del PIE y secretario general del Partido de Refundación Comunista de Italia Fausto Bertinotti declaraba:

El socialismo democrático toma sus raíces de la ética cristiana, del humanismo, de la filosofía clásica. […] Pero yo diría que, si Europa tuviera el valor de recuperar la totalidad de su herencia histórico-cultural: la ética judeocristiana, la cultura del derecho greco-romano, el humanismo, la filosofía clásica, el iluminismo y sobre todo también el movimiento obrero, es tener en efecto un patrimonio exclusivamente europeo. Sería una respuesta fuerte a la ideología de la derecha fundamentalista americana.”[66]

Otra figura emblemática del PIE, el presidente del alemán Partido de Socialismo Democrático (PDS) Lothar Bisky, decía que “a ello se vincula el hecho de que la Izquierda europea introduce en los debates públicos el concepto de cultura europea como base de nuestra política europea. Aún lo formularon el anterior fin de semana, en el consejo de los presidentes de partidos, un órgano dirigente de la Izquierda europea”.[67]

Es evidente que estas declaraciones relevan del europeísmo más reaccionario. Declaraciones de las que, hasta el día de hoy, el PIE no ha renegado. Por lo tanto, poco se puede esperar de las organizaciones del PIE en lo que respecta a “romper con la UE”. Por lo tanto, la pertenencia del PCE al PIE es una contradicción manifiesta.

El carácter reaccionario y socialdemócrata del PIE se puede comprobar en el preámbulo de sus estatutos, disponibles en su página web, donde se dice lo siguiente: “nos reivindicamos de los valores y tradiciones del movimiento socialista, comunista y obrero, del feminismo, del movimiento feminista y la igualdad de género, del movimiento por el medio ambiente y el desarrollo sostenible, de la paz y la solidaridad internacional, los derechos humanos, el humanismo y el antifascismo, del pensamiento progresista y liberal, tanto a nivel nacional e internacional. […] Defendemos el legado de nuestro movimiento que inspiró y contribuyó a asegurar las conquistas sociales de millones de personas. […] Lo hacemos con una condena sin reservas de las prácticas y crímenes estalinistas no-democráticas, que estaban en total contradicción con el ideal socialista y comunista.”

Por si quedase alguna duda, recientemente, en su V Congreso, el PIE elegía como presidente al alemán Gregor Gysi del PDS, antiguo miembro del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) que había obrado durante los años 80 por la liquidación del socialismo en Alemania del Este, consiguiendo organizar manifestaciones gubernamentales con este objetivo. Gysi llegó incluso a formar parte de un comité de enjuiciamiento destinado a investigar “abusos de poder”, que juzgó entre otros al comunista ejemplar Erich Honecker.[68] En 1990 lideró el proceso de liquidación del SED, expulsando a sus cuadros marxistas-leninistas, convirtiéndolo en el PDS.

Particularmente lamentable fue el hecho de que, en este Congreso, el secretario general del PCE José Luis Centella se congratulara por la elección Maite Mola como vicepresidenta del PIE, declarando además que “el congreso es un punto y seguido por transformar la Unión Europea, por acabar con estas políticas imperialistas, y por la construcción de la alternativa”, en clara violación de los acuerdos del XX Congreso.

En resumen, la pertenencia al PIE es totalmente incompatible con todo proyecto de ruptura con la UE, transformación social y recuperación de la soberanía nacional, y es un insulto a la memoria histórica del Movimiento Comunista durante el siglo XX. El PCE debe salirse de esta organización, por respeto a los acuerdos de su XX Congreso.

Para ir terminando, en el caso concreto de España, la salida de la UE –que conllevaría automáticamente la salida del euro– y de la OTAN son cuestiones que deben estar unidas como uña y carne a la reivindicación de la legitimidad histórica de la IIª República –último periodo histórico en el que España fue un país soberano– y la necesidad de un proceso constituyente hacia la IIIª República.

Es por ello que en España el movimiento republicano debe aclarar su posición con respecto a la UE, porque el programa de 8 puntos que defiende habla de “independencia nacional”, al mismo tiempo que en lo que respecta a Europa, plantea la consigna de “rechazo a la UE de los mercados”.[69] ¿Pero qué significa esto en lo concreto? Se trata una consigna abstracta que tanto puede significar la salida de la UE como el deseo de tener “otra Europa” que no sea “la de los mercados”, véase una “Europa social” o una “Europa de los trabajadores”, etc. El mismo tipo de indefinición tenemos cuando, en las elecciones europeas de 2014, el FN lanzaba, con calculada ambigüedad, la consigna de “No a Bruselas, sí a Francia”. Este tipo de consignas no quiere decir nada.

Sirva este humilde trabajo para contribuir clarificar las posiciones de la izquierda, y en particular las del movimiento comunista, con respecto a la UE.

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[1] Debería ser hora ya de dejar de emplear este tan manido término (“austericidio”), pues si asumimos que el homicidio es el asesinato de otra persona, el parricidio el asesinato del padre, etc. entonces deberíamos deducir que el “austericidio” es la muerte de la austeridad. Es decir, ¡exactamente lo contrario de lo que se pretende decir con este novedoso término!

[2] IU cree que el Brexit es consecuencia de una UE que no da respuesta a las necesidades de las clases populares y llama a reconstruir Europa, 24 de junio de 2016 http://www.izquierda-unida.es/node/16139

[3] Bernard-Henri Lévy, Etrange défaite à Londres, Le Monde, 25 de junio de 2016.

[4] Paco Frutos, 60º aniversario de la Unión Europea y España, 27 de marzo de 2017.

[5] Enrique Castells Turia, Izquierda Europeísta, políticas de traición nacional y de guerra contra los trabajadores. Tsipras y el pinochetismo de izquierdas, 18 de julio de 2015.

[6] Parce qu’il n’aime pas cette Europe, Sarkozy votera oui, Libération, 22 de abril de 2005.

[7] Pablo Iglesias defiende a Tsipras: “Ha cedido muy poco y ha llegado a un buen acuerdo”, El Diario, 23 de junio de 2015

[8] Pablo Iglesias cierra la campaña griega: “Tsipras es un león. Podemos está con él”, El Mundo, 18 de septiembre de 2015.

[9] Enrique Castells Turia, op. cit.

[10] Luisen Segura, Los oscuros orígenes de la Unión Europea, 24 de diciembre de 2014http://drugstoremag.es/2014/12/los-oscuros-origenes-de-la-union-europea/

[11] François Asselineau, Les origines cachées de la construction européenne, conferencia ofrecida el 24 de abril de 2014 https://www.youtube.com/watch?v=Qj5utZJm1dA

[12] Entrevista a Pierre Hillard, Comprendre le nouvel ordre mundial avec Pierre Hillard sur la libre antenne de Meta TV, 5 de diciembre de 2013 https://www.youtube.com/watch?v=HV4UtVSArvo

[13] Ibíd.

[14] François Asselineau, op. cit.

[15] Juan Manuel Olarieta, La Unión Europea: un sueño nazi hecho realidadhttps://movimientopoliticoderesistencia.blogspot.com.es/2017/03/la-union-europea-un-sueno-nazi-hecho.html

[16] François Asselineau, op. cit.

[17] Ibíd.

[18] Programa establecido entre 1929 y 1930 para resolver el problema de las reparaciones de guerra impuestas a Alemania al finalizar la Primera Guerra Mundial, que llevaba el nombre del banquero estadounidense Owen D. Young.

[19] Curiosamente, Schacht fue absuelto en 1946 por el Tribunal de Nuremberg pese a ser acusado de crímenes contra la paz por su contribución a la militarización de la economía alemana. Fue condenado no obstante a 8 años de trabajos forzados por un tribunal alemán de desnazificación, pero de nuevo liberado en 1948. En 1953 volvió a los negocios financieros fundando la Deutsche Außenhandelsbank Schacht & Co., que dirigió hasta 1963.

[20] François Asselineau, op. cit.

[21] Juan Manuel Olarieta, La Unión Europea: un sueño nazi hecho realidad

[22] Ibíd.

[23] Portada del diario Paris Soir, 1 de febrero de 1941.

[24] Cecile Von Renthe-Fink, Nota sobre el establecimiento de una confederación europea, agosto de 1943, citado por John Laughland, La libertad de las naciones, 2001.

[25] Citado en François Asselineau, op. cit.

[26] Juan Manuel Olarieta, op. cit.

[27] Ibíd.

[28] Ibíd.

[29] Ibíd.

[30] En realidad, el proyecto de “Constitución europea” de 2005 no tenía nada de constitución. Se trataba de otro tratado europeo como lo habían sido los tratados de Maastricht, Amsterdam o Niza. Pero se había decidido, particularmente a iniciativa de los dirigentes del Reino Unido (donde no hay constitución), que se le diera el nombre de “Constitución europea” para contentar a los dirigentes franceses y satisfacer su gusto por las “gestas” históricas.

[31] Juan Manuel Olarieta, op. cit.

[32] Ibíd.

[33] Prueba de ello es que el régimen de Vichy nunca dejó de tener embajada de los Estados Unidos. Se sabe que el mariscal Pétain se reunía muy frecuentemente con el embajador estadounidense, a quien no dudaba en subrayar que Estados Unidos podría contar con el régimen de Vichy si el viento viniera a soplar de otra parte.

[34] L’histoire de Walter Hallstein, Gazette Française, 14 de diciembre de 2015https://gazettefrancaise.wordpress.com/2015/12/14/un-nazi-devenu-president-de-la-commission-europeen/

[35] Citado en François Asselineau, op. cit.

[36] Ibíd.

[37] Thomas Freiberger, Der friedliche Revolutionär: Walter Hallsteins Epochenbewusstsein, enEntscheidung für Europa: Erfahrung, Zeitgeist und politische Herausforderungen am Beginn der europäischen Integration, de Gruyter, 2010

[38] Ambrose Evans-Pritchard, Euro-federalists financed by US spy chiefs, Daily Telegraph, 19 de septiembre de 2000.

[39] François Asselineau, Quelle était l’analyse du Parti Communiste Français sur « l’Europe » de 1947 a 1980?, 26 de agosto de 2013.

[40] Alain Peyrefitte, C’était De Gaulle, tomo 2, Fayard, 1997

[41] Revealed: The secret report that shows how the Nazis planned a Fourth Reich… in the EU, Mail Online, 9 de mayo de 2009.

[42] Ibíd.

[43] Citado en François Asselineau, op. cit.

[44] Colin Ross, L’avènement d’une Nouvelle Europe dans le cadre d’un nouvel ordre mondial, 1941, citado en François Asselineau, op. cit.

[45] http://www.presidency.ucsb.edu/ws/?pid=45973

[46] https://www.legrandsoir.info/Les-USA-votent-OUI-a-la-Constitution-Europeenne

[47] ¿Qui gouverne la France et l’Europe?, Conferencia de François Asselineau, 27 de abril de 2012,https://www.youtube.com/watch?v=Bb8dB7d3BdE&t=10401s

[48] Ibíd.

[49] http://www.europarl.europa.eu/summits/edinburgh/default_en.htm

[50] https://es.wikipedia.org/wiki/Retirada_de_un_Estado_miembro_de_la_Uni%C3%B3n_Europea

[51] http://www.bvoltaire.fr/louisaliot/cest-une-occasion-revee-de-rebatir-leurope-des-nations,264410

[52] http://www.bfmtv.com/politique/marion-marechal-le-pen-invitee-de-jean-jacques-bourdin-ce-lundi-matin-996937.html

[53] Organización perteneciente a Comité por la Reconstrucción de la IV Internacional, que a principios de los años 80 aseguraba el servicio de orden para el PS de Mitterrand, y en la que también militó el antiguo socialista Jean-Luc Mélenchon, europeísta que en 1992 hizo campaña a favor de Maastricht–, que llegó a acusar a los que abogan por la salida del euro y de la UE de “mariscalistas” (es decir, de pétainistas).

[54] No obstante, las personas cambian con el tiempo. En 1861, sería el propio Víctor Hugo quien calificaría a Occidente de “bárbaro”, condenando la intervención anglo-francesa en China, en el marco de la Segunda Guerra del Opio, que saqueó y dejó en ruinas al Antiguo Palacio de Verano (que era una maravilla del mundo): “Nosotros, los Europeos, somos los civilizados, y para nosotros los chinos son los bárbaros. He aquí lo que la civilización ha hecho a la barbarie. Un bandido se llama Francia, el otro se llamará Inglaterra” (Víctor Hugo, Carta al capitán Butler, 25 de noviembre de 1861).

[55] François Asselineau, Quelle était l’analyse du Parti Communiste Français sur « l’Europe » entre 1947 et 1980?, 26 de agosto de 2013.

[56] J. Denis y J. Kanapa, Pour ou contre l’Europe?, Editions Sociales, 1969.

[57] D. Debatisse, S. Dreyfus, G. Laprat, Europe, la France en jeu, Editions Sociales, 1979.

[58] Ibíd.

[59] Ibíd.

[60] Discurso de José Luis Centella en el mitin central de la Fiesta del PCE, 17 de septiembre de 2016. http://www.pce.es/secretarias/secgeneral/pl.php?id=6000

[61] https://www.youtube.com/watch?v=xxYarYuvGrE

[62] Véase la obra La ideología francesa (1981) de un ex-“sesentayochero” pasado al atlantismo como es el “filósofo” multimillonario Bernard-Henri Levy, donde explicaba al pueblo francés que su país es intrínsecamente fascista.

[63] Pagani hace referencia a la obra El contrato social del filósofo Jean-Jacques Rousseau.

[65] Expresión irónica que empleaba Clouscard para referirse a la fase de crisis del capitalismo a partir de la década de los 70, en oposición a los llamados “treinta gloriosos” años, que fueron las décadas de los 40, 50 y 60 en las que el capitalismo conoció un ciclo de expansión.

[65] Dominique Pagani, ¿Doit-on sauver le soldat Lordon?, agosto de 2013, posfacio a la edición de 2013 de Michel Clouscard, Neo-fascismo e ideología del deseo, Ed. Delga.

[66]  Partido de la Refundación Comunista, Un Bad Godesberg europeo para frenar a la derecha de Bush. El líder de Refundación Comunista y las lecciones de las elecciones americanas, 9 de noviembre de 2004.

[67]  Citado en Peter Mertens, La clase obrera en la era de las multinacionales, Etudes Marxistes nº72, 2005.

[68] El PIE elige como presidente al abogado de la disidencia en la RDA, La República, 18 de diciembre de 2016.

[69] https://federacion.republicanos.info/2016/06/24/ocho-puntos-para-avanzar-hacia-la-republica-manifiesto-del-19-de-junio/

 

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